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Explotación, colonialismo y lucha por la democracia en América Latina. Pablo González CasanovaЧитать онлайн книгу.

Explotación, colonialismo y lucha por la democracia en América Latina - Pablo González Casanova


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interno. Desgraciadamente, al analizar estos fenómenos encontramos muy pocos elementos: para el análisis de la sociedad plural disponemos de un indicador, el idioma; para analizar el colonialismo interno sólo contamos con indicadores indirectos, que revelan la existencia de una discriminación y explotación semicoloniales.

      1. La proporción de mexicanos que no hablan español porque hablan exclusivamente una lengua o dialecto indígena era de 8.5% en 1930; de 7.4% en 1940; de 3.6% en 1950; de 3.66% en 1960 (respecto de la población de cinco o más años). En números absolutos, las cifras son las que siguen: 1’185,273 en 1930; 1’237,018 en 1940; 795,069 en 1950, y 1’104,955 en 1960.

      2. La población que hablando una lengua o dialecto indígena habla o “chapurrea” el español, y que, como han observado los antropólogos, es de cultura predominantemente indígena que no pertenece o no está integrada a la cultura nacional, alcanza las siguientes proporciones: 7.6% en 1930; 7.5% en 1940; 7.6% en 1950, y 6.38% en 1960. En números absolutos, las cifras son como siguen: 1’065,670 en 1930; 1’253,891 en 1940; 1’652,540 en 1950, y 1’925,299 en 1960.

      3. La suma de la población indígena monolingüe y de la bilingüe constituye en números gruesos, conservadores, el problema de la población indígena, no integrada a la cultura nacional. Su proporción ha variado como sigue respecto al total de población de cinco o más años: 16.1% en 1930; 14.9% en 1940; 11.2% en 1950, y 10.5% en 1960. En números absolutos, las cifras son como siguen: 2’250,943 en 1930; 2’490,909 en 1940; 2’447,609 en 1950, y 3’030,254 en 1960.

      Frente a ella, la población de cultura nacional presenta las siguientes características:

      1. Es el 83.9% del total de cinco o más años en 1930; el 85.1% en 1940; el 88.8% en 1950; el 89.95% en 1960.

      2. En números absolutos corresponde a 11’791,258 habitantes en 1930; a 14’297,751 en 1940; a 19’373,417 en 1950, y a 25’968,301 en 1960 (véase Tabla 4).

      Si se observan los datos anteriores, se advierten los siguientes hechos (véase Tabla 7):

      1. La proporción de la población indígena monolingüe disminuye de 1930 a 1940 y de 1940 a 1950; vuelve a aumentar de 1950 a 1960.

      2. La cantidad de la población indígena monolingüe permanece prácticamente igual a lo largo de estos 30 años. En números absolutos sólo disminuye en 1950 respecto de 1940, pero aumenta de 1950 a 1960, y en 1960 es prácticamente igual a lo que era en 1930.

      3. La proporción de la población indígena bilingüe permanece prácticamente igual de 1930 a 1950 y disminuye entre 1950 y 1960. En números absolutos, la población indígena bilingüe tiene un aumento constante década por década y en todo el periodo.

      4. La proporción de la población monolingüe y bilingüe, esto es, del total de la población indígena, disminuye década por década y a lo largo del periodo 1930-1960. En números absolutos, aumenta de 1930 a 1940, disminuye de 1940 a 1950 y vuelve a aumentar en 1960.

      5. La población de cultura nacional aumenta en números absolutos, década por década y a lo largo del periodo.

      De las características de este fenómeno se da uno mejor cuenta si se analizan las tasas de la siguiente tabla:

      Tabla 7. Tasas de crecimiento de la población de cultura nacional y de la población indígena (1930-1940)

Tasas de crecimiento de la población1930-19401940-19501950-1960
TOTAL18.7331.2235.40
Rural15.8416.0716.27
Monolingüe4.36-35.7226.47
Bilingüe17.6631.7916.52
Monolingüe-bilingüe10.66-1.7323.80
De cultura nacional18.4235.4934.04

      Las cifras anteriores nos llevan a concluir:

      1. Que las tasas sólo son negativas, y por lo tanto suponen una disminución absoluta en la década 1940-1950, en lo que respecta a la población monolingüe y a la suma de la población monolingüe y bilingüe. Como no es de suponer que en esa década haya disminuido la natalidad o aumentado la mortalidad de los indígenas, parece ser que es la única década en que aumenta el número de aquellos que aprenden español y se integran a la cultura nacional; o bien, que hay una subestimación de la población monolingüe en el censo de 1950, hecho que se puede dar al mismo tiempo que el anterior.

      2. En esa misma década de 1940-1950, la población bilingüe y la población nacional alcanzan las tasas más altas de crecimiento, hecho significativo sobre todo en lo que respecta a la población bilingüe, en tanto que parece crecer a expensas de la monolingüe, lo que supone el aprendizaje del español por grandes núcleos de indígenas que conservan sus lenguas y dialectos.

      3. En la década de 1950-1960 la población monolingüe crece a un ritmo mucho mayor que la rural; la monolingüe-bilingüe a un ritmo mayor, y la bilingüe a un ritmo igual.

      Ahora bien, todos estos datos y los anteriores nos llevan a una conclusión muy sencilla: si bien la proporción de la población indígena disminuye en estos 30 años, en números absolutos aumenta la cantidad de indígenas. La situación parece ser todavía más notable en la última década, en que los censos registran a la vez un aumento relativo y absoluto de la población monolingüe, un aumento absoluto de la población bilingüe, un aumento absoluto de la población indígena en general, y una alta tasa de crecimiento, casi increíble, de la población monolingüe y de la población indígena en general. Es posible considerar que el censo de 1950 subestimó la cantidad de población indígena, y que en realidad había más indígenas en 1950 de los que fueron censados. Este hecho implicaría que la situación real y la evolución del problema indígena en los últimos diez años no es tan grave como parece, que no empeoró el problema indígena y la falta de integración de la población indígena a la cultura nacional, sino que mejoró el registro censal. Pero tal circunstancia no podría servir para negar otro hecho indiscutible: que la solución al problema indígena, no obstante ser uno de los grandes objetivos de la Revolución mexicana, no obstante contar México con una de las escuelas de antropólogos más destacadas del mundo, y con técnicas de desarrollo que han probado su eficacia en lo particular y a pequeña escala, no obstante esto, sigue siendo un problema de magnitud nacional. Es cierto que la proporción de indígenas respecto del total de la población ha venido disminuyendo; pero es no menos cierto que en números absolutos la cantidad de mexicanos que no pertenecen a la cultura nacional ha aumentado de dos a tres millones de 1930 a 1960, y que lejos de ser más pequeño hoy el problema indígena en números absolutos, es mayor en un tercio de lo que era en 1930. De continuar las tendencias, en 1970 tendremos una población monolingüe de 910,000 habitantes (más o menos 20,000) y una población indígena (monolingüe-bilingüe) de 3’130,000 habitantes, es decir, estaremos aproximadamente en la misma situación que ahora.

      Y todos estos cálculos resultan conservadores: se basan sólo en los datos censales y en el criterio lingüístico. La realidad los supera en mucho, porque como han observado los antropólogos Isabel H. de Pozas y Julio de la Fuente:

      1. Con alguna frecuencia encuentran los investigadores que los datos censales respecto a idioma difieren mucho de la realidad y que la disminución que se observa cada 10 años en la población indígena monolingüe es más bien aparente, porque se censa, como hablantes de español, a indígenas que apenas hablan unas cuantas palabras de este idioma.


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