Explotación, colonialismo y lucha por la democracia en América Latina. Pablo González CasanovaЧитать онлайн книгу.
es una búsqueda permanente, donde la satisfacción intelectual cede paso a un compromiso democrático en el que no caben las relaciones sociales de explotación y dominio erguidas sobre el colonialismo global.
La solución va más allá de lo ideológico y de las posiciones particulares. Corresponde a una posición en que el humanismo sólo puede realizarse como democracia, como liberación y como socialismo. En ese compuesto complejo, la autopoiesis o creación de nuevas relaciones sociales tiene un atractor general: una democracia organizada en que la moral pública triunfe frente a todos los intentos de intimidación, corrupción del neoliberalismo y de la acción cívica, que manipula la guerra de baja intensidad como nueva tiranía, como nuevo imperialismo y como nuevo capitalismo autodestructivo.[13]
Como ya hemos señalado, en la obra de Pablo González Casanova destaca el valor otorgado a los conceptos y categorías de las ciencias sociales. De ellos dependen las propuestas de cambio social. El rigor en su elaboración es parte de la lucha teórica en este campo. En América Latina, la discusión sobre el valor epistemológico de los conceptos y categorías quedó enmarcada dentro del proceso de institucionalización de las ciencias sociales en los años cincuenta y principios de los sesenta.[14] La recepción del cuadro metodológico de investigación social suscitó aclarar cuál era el papel de la sociología como ciencia de la sociedad, cuál el rol del sociólogo y de sus investigaciones, qué investigar, cómo hacerlo y con qué herramientas, y por último, el método: ¿cualitativo o cuantitativo?
La sociología en América Latina ha quedado estigmatizada por esta circunstancia. El quehacer del sociólogo enfrentó una discusión ideológico-política, y a la vez teórica, de construcción de la ciencia social y de la realidad. Pablo González Casanova no elude este momento de creación de conocimiento científico: se posesiona mostrando el carácter que vincula al hombre con la producción social en su obra La falacia de la investigación en las ciencias sociales:
Así, la lucha entre dos estilos, cuantitativos y cualitativos, de hacer sociología, tiene una base política y no se funda nunca en proposiciones teóricas puramente científicas, en el sentido naturalista de la palabra; las ciencias del hombre no dejan de ser ciencias políticas ni cuando más se parecen a las ciencias de la naturaleza y más se acercan a la manipulación cuantitativa de los fenómenos sociales. Por ello, un modelo de investigación integral y básica requiere ir a las fuentes cualitativas de la investigación, realizar en la elaboración del propio modelo el vaivén de los términos cualitativos a los cuantitativos, y viceversa.[15]
¿Por qué es tan contundente al señalar el contenido político de los métodos de investigación social? Él lo explica: “La pérdida de un sentido moral de las ciencias sociales en relación al sistema dado, las acerca simultánea e inevitablemente a las ciencias naturales y a una posición conservadora del sistema”.[16] El enfrentamiento fue total. De su seno nacerían las dos grandes escuelas de pensamiento sociológico en América Latina: la autodenominada “sociología científica”, cuyo exponente más destacado sería Gino Germani; y la sociología crítica. Desde una posición comprometida desmitifica una de las bases sobre las cuales se levantó la “sociología científica”: la naturalización del método y la objetividad del conocimiento social.
Su crítica asume todo lo radical del pensamiento teórico; emerge el sentido ético-moral de la propuesta humanista. La ética-política y la crítica teórica son inseparables. Y esta posición se mantiene hasta hoy. La recogemos de su texto Las nuevas ciencias y las humanidades…:
Los elementos clave para la construcción social del sistema alternativo corresponden a fuerzas morales articuladas a la lógica de poder hasta formar unidades compuestas de moral y poder. Sólo ellas podrán impedir que a las derrotas físicas se añadan las cooptaciones y las corrupciones de individuos y clientelas, características de los “conflictos de baja intensidad” y formuladas por “el capitalismo que reprime y negocia, que ataca y compra incluso la mente y el corazón”, y por su imperialismo que sigue enviando sus destacamentos de guerra antes de negociar, y que sólo negocia si cree ganar de acuerdo a sus expectativas y sus estrategias de acumulación de fuerzas.[17]
Para González Casanova no es posible la disolución. Del compromiso ético surge la respuesta al uso de las técnicas cuantitativas en las ciencias sociales. Su crítica se centra en demostrar cómo es que primar lo cuantitativo en el análisis social implica establecer controles no democráticos en la dirección del cambio social. Como él mismo aclara, no importa si quienes aplican dicho método son partícipes de sociedades preindustriales, industriales neocapitalistas o socialistas.
Por un lado, una cultura acumulativa de la cantidad, un triunfo político en la posguerra del empirismo anglosajón; por otro, la sociedad industrial y el neocapitalismo han logrado, en mucho mayor grado que las sociedades preindustriales y capitalistas, dirigir y controlar los cambios sociales en el interior del sistema, lo cual explica en parte su posibilidad de sostener e impulsar un racionalismo conservador. A la condición básica anterior, que fortalece los procesos racionalistas cuantificadores, se añaden los éxitos de esta sociedad en el control de la naturaleza, el progreso de las ciencias naturales y la tecnología. Pero la tendencia a la cuantificación en las ciencias sociales depende directamente de la posibilidad de conocer y controlar el cambio dentro de la sociedad industrial capitalista o socialista. Cuando un investigador trabaja en el interior de una sociedad capitalista para conocer y controlar las variables del sistema, sin buscar el cambio del sistema, tiene una tendencia al análisis cuantitativo idéntico a la del técnico que trabaja en la planificación socialista para el conocimiento y control de las variables del sistema socialista. Ambos tienen una perspectiva semejante y ponen énfasis en el análisis cuantitativo de la sociedad.[18]
El debate sobre métodos y técnicas de investigación social abre las puertas a una segunda etapa en la configuración de la sociología latinoamericana. Los esfuerzos se concentrarán en la orientación del cambio social y político de las sociedades oligárquicas en América Latina: se piensa en términos de democracia, revolución, modernización, centro-periferia y desarrollo. Las ciencias sociales en la región se transforman.
Pablo González Casanova acepta el reto teórico, no elude la responsabilidad al definir su propuesta, pero antes aclara cuáles son las relaciones sociales de dominio y producción existentes, y cuáles son las futuras relaciones sociales que deben presidir los proyectos de contenido democrático en América Latina.
Colonialismo interno y relaciones sociales de explotación son las estructuras de poder que determinan el asentamiento de los regímenes políticos en América Latina. Cualquier solución pasa por romper dichas estructuras. Ante esto elabora y define el alcance de dichos conceptos y da un giro al debate teórico latinoamericano. El enunciado y cuestionamiento de las relaciones sociales de explotación y de colonialismo interno abren una brecha y establecen distancia respecto de sus contemporáneos, enfrascados en el debate de la dependencia versus modernización. González Casanova une a las categorías riqueza, poder y desarrollo, específicas de dicho debate, la de explotación. Su incorporación obliga a redefinir las relaciones de poder y de dominación existentes.
En la mejor tradición científica liberal y empirista se manejan con lenguaje técnico y métodos sofisticados los conceptos de desigualdad, disimetría y desarrollo. El estudio de estos conceptos no es solamente útil para destacar los vínculos con el sistema de valores, sino para advertir las diferencias que estos valores tienen respecto de los característicos del concepto de explotación. Si el primer objetivo puede mostrar una vez más a los sociólogos empiristas que toda investigación científica está ligada a valores, incluida la que ellos practican, el segundo puede justificar el estudio específico del fenómeno de la explotación.[19]