Diez principios para ciudades que funcionen. Marcelo CortiЧитать онлайн книгу.
le vengan a ofrecer soluciones para transformar su ciudad en inteligente, resolver sus problemas de tránsito con una megaobra vial, evitar inundaciones con la canalización de un arroyo o dar un destino mejor a la basura que genera su ciudad con algún método novedoso y caro.
Por supuesto que necesitará experiencia y ayuda externa, por supuesto que deberá pagar por ella en algún momento. Pero es esencial que sea usted (o mejor dicho, su ciudad, entendida como un dispositivo colectivo social, cultural, técnico y político) quien determine cuáles son sus problemas, cuales las prioridades y cuales las soluciones posibles y efectivas.
Estas soluciones, por supuesto, requerirán dinero para concretarse (“yo no digo que todas, pero hay algunas”, como dice la copla). No acepte consejos que no vengan acompañados de recursos económicos o financieros sostenibles. Y si no le pueden dar dinero, que al menos le digan donde conseguirlo. De eso se trata el principio siguiente.
2 ¿De qué va a vivir la ciudad?
Ciudad en marcha, por Celina Caporossi (2008).
Esta pregunta es, según me dijo el gran alcalde de Curitiba Jaime Lerner en una entrevista, la primera que debe responder alguien que vaya a formular una política urbana. Obviamente, y como todo en las ciudades, lo más probable es que viva de lo que ya está viviendo: de los servicios que le brinda a una región (un hinterland rural, un área de innovación tecnológica, un eje industrial), de lo que producen sus industrias, de las bellezas naturales de su entorno o de la riqueza cultural de su historia. Esto es lo que se denomina base económica: aquello que la ciudad elabora y ofrece pero no consume, o que consumen gentes que no residen en ella.
Hemos formulado este principio como una pregunta; el principio tácito es que usted debe saber de qué va a vivir su ciudad y de este se derivan principios relacionados. El primero de ellos es que la base económica no debería afectar la calidad de la vida urbana, sea a través de la contaminación que genere la industria o la ruralidad extensiva o a través de la afectación a la renta urbana y la diversidad barrial que pueden generar los servicios y el turismo. Es algo fácil de aceptar en teoría pero muchas veces difícil de aplicar sin afrontar conflictos, muchas veces muy fuertes. Cómo afrontar esos conflictos es esencialmente una cuestión de habilidad política, de generar alianzas con actores sociales y sectores de la ciudadanía que puedan contrapesar o mitigar el peso de las grandes corporaciones y sus heraldos mediáticos. Si usted ha llegado a ocupar una posición que le obligue a enfrentar estos desafíos, se supone que al menos tiene la voluntad de jugar el juego desde los principios e ideales que hicieron que su electorado confiara en usted: apóyese en esa confianza y no defraude a su pueblo.
En un futuro más o menos cercano, las ciudades enfrentarán dos grandes cambios en aspectos socioeconómicos que históricamente determinaron sus formas, sus espacios y sus relaciones sociales: el comercio y el trabajo (o mejor dicho, el empleo).
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