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Damas de Manhattan. Pilar Tejera OsunaЧитать онлайн книгу.

Damas de Manhattan - Pilar Tejera Osuna


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Jane Croly fue contratada en medios como el New York Tribune y el New York World.

      La segunda persona que la marcó profundamente fue Ellen Demorest. Esta modista y diseñadora avispada a la que se atribuyen los primeros patrones de papel de seda para la confección, sacó a la calle en 1860 la revista Demorest con idea de comercializarlos y promoverlos. Jane Croly trabajó como editora desde el año de su lanzamiento hasta 1887. La suya fue una amistad que le abrió los ojos en muchos sentidos. La astucia de su jefa y amiga, que a los cuatro años de sacar Demorest compró el New York Illustrated News y lo fusionó con la revista, le mostro el engranaje de los negocios. La revista dejaría de publicarse en 1899 tras una meteórica trayectoria, pero los 27 años trabajando en ella fueron cruciales para Jane. Compartió muchas tardes con Ellen Demorest, una activista en diferentes frentes que apoyaba el espíritu empresarial, la emancipación, la educación y la igualdad de las mujeres y empleaba a trabajadoras tanto blancas como negras en sus múltiples negocios, incluida su tienda de sombrerería.

      Jane debió pasar muchas noches en vela dándole vueltas a la idea de que podía hacer algo más que escribir. Y así, al tiempo que coordinaba el trabajo de otras colaboradoras de Demorset decidió abrir su propia revista: Cycle Magazine. Era un momento marcado por las demandas de la igualdad y la bicicleta se había erigido en símbolo de la independencia. El ejemplo de algunas norteamericanas, como Fanny Bullock Workman, cruzando el desierto a pedales, la estampa de cientos de sufragistas manifestándose sobre dos ruedas, los clubs para enseñar a montar y las asociaciones femeninas de ciclistas estaban ayudando decididamente a la causa de la igualdad. Cycle Magazine resultó una acertada apuesta. Poco después, Jane Croly se animó a sacar Home-Maker.

      Había cumplido cuarenta años, tenía una familia, dos revistas, una ocupación y cierto bienestar económico, pero aún quería hacer algo más. El mismo año en el que fue rechazada en la cena ofrecida a Dickens, fundó el primer club profesional para mujeres en los Estados Unidos.

      El Club Sorosis arrancó con doce miembros, entre ellos Josephine Pollard, una exitosa autora de cuentos infantiles y la columnista Fanny Fern. La poeta Alice Cary fue la primera presidenta.

      Para la primera sesión del Sorosis, Jane Croly eligió el restaurante del que había sido excluida meses antes. El 20 de abril de 1869, ella y un grupo de miembros del club interrumpieron el almuerzo «solo para hombres» celebrado en Delmonico’s con su reunión inaugural en el mismo local, aunque en un comedor privado. Allí, entre las lámparas de cristal, los pesados cortinajes y los suelos de mármol, las damas del Sorosis dieron cuenta de las exquisiteces preparadas por Charles Ranhofer, uno de los chefs más reputados del momento. No era un mal comienzo. El éxito de club fue tal que al año siguiente de su apertura ya contaba con 83 socias.

      Varios hombres solicitaron unirse al Sorosis. Sin embargo, recibieron la siguiente respuesta: «Admitimos de buena gana, por supuesto, que el accidente de su sexo puede resultar en su caso una desgracia y no una falta; tampoco queremos arrogarnos nada a nosotras mismas porque tuvimos la suerte de nacer mujeres… Sorosis es demasiado joven para la sociedad de caballeros y se debe permitir que crezca. Poco a poco, cuando haya alcanzado una edad adecuada, digamos veintiún años, puede aliarse con el Club de Prensa o alguna otra organización masculina de buen carácter y prestigio. Pero en los años venideros, su respuesta a todos los pretendientes varones deberá ser: "Principios, no hombres”».

      Sorosis, una palabra latina que significa 'agregación', del griego sōros, define los criterios de inclusión que aplicaron en muchos de los proyectos. Se promovieron actividades educativas en materias como el arte, la literatura o las ciencias y se concedieron ayudas para la capacitación de mujeres inmigrantes. Otras cuestiones como el sufragio femenino o la reforma de las leyes penitenciarias no tardaron en llegar.

      El Sorosis fue uno de los 63 clubs que formaron la Federación General de Clubes de Mujeres en 1890. A principios del siglo xx se expandió a otras ciudades con nuevas sedes y organizó programas de ayuda durante las dos guerras mundiales. Junto con el New England Woman's Club de Boston (también fundado en 1868) inspiró la formación de otros clubs en todo el país. La igualdad iba ganando puestos

      Cabría preguntarse si, con su agitada agenda social, el trabajo periodístico, las dos revistas y sus obligaciones como madre, Jane Croly disponía de tiempo y energía para algo más. Sin embargo, el 19 de noviembre de 1889 abría sus puertas el Women's Press Club de Nueva York con cuarenta miembros. Por fin las mujeres periodistas tendrían un lugar donde reunirse, donde ponerse al día de las últimas noticias, donde disfrutar de una charla, escribir un artículo o simplemente pasar el rato. Uno de esos logros que se deben a personas brillantes como ella.

      El Women's Press Club impulsó proyectos cívicos, becas de periodismo, conferencias, actividades literarias y sociales. Si bien las reuniones regulares se celebraban el segundo y último sábado de cada mes, las salas estaban siempre abiertas para cualquier afiliada. Mesas y sillas plegables fueron los primeros muebles para acoger las reuniones regulares. Con el tiempo, las socias fueron contribuyendo con diverso mobiliario, objetos de porcelana y plata. El club constaba de cuatro espaciosos apartamentos y un baño. Una chimenea, algunas mesas de té, una gran librería, varias alfombras persas sobre los suelos de madera y biombos japoneses acabaron haciendo de él un lugar suntuoso y acogedor. Como ocurrió con el Sorosis, a los cuatro años de su fundación el número de asociadas creció exponencialmente hasta superar las cien. Por allí pasaron grandes figuras del periodismo nacional. Eliza Archard Conner, de la American Press Association, o Florence Finch Kelly, del San Francisco Examiner Journal, fueron algunas de ellas. Jane Croly presidió la institución hasta su muerte.

      La organización se disolvió en 1980, pero las actas, los álbumes de recortes, la correspondencia y el resto de documentos están a buen recaudo en la biblioteca de la Universidad de Columbia.

      Jane Croly siguió activa hasta el final de sus días. Siempre había algo que hacer, noticias por publicar, reuniones que atender. Apoyó la igualdad de derechos haciendo especial hincapié en las nuevas carreras para las mujeres de clase media como la de secretaria, contable, enfermera y dependienta. Para ella la independencia financiera y la igualdad económica eran tan importantes como el derecho al voto.

      Cuando la salud de su esposo decayó en 1879, ella se consagró a cuidar de él.

      En 1889 al poco de enviudar, aceptó un puesto como profesora en la Universidad de Rutgers, New Jersey. Fue la primera profesora estadounidense en enseñar Redacción de Noticias, o lo que viene a ser hoy Periodismo. En 1898 sufrió una aparatosa caída que le rompió la cadera; su gran amiga Ellen Demorest, también enfermó por esa misma época al sufrir un derrame cerebral. Jane Croly nunca se recuperó de aquel accidente. En el invierno de 1900 el frío le provocaba terribles dolores haciéndole sentir como un mueble viejo que crujía. Un día anunció que se retiraba del trabajo periodístico y de su actividad en los clubs.

      Siendo ya anciana, se aventuró a hacer un viaje a Inglaterra para ver de nuevo su país natal. Fue su personal despedida de sus raíces familiares y su última gran aventura. Al poco de regresar a Nueva York sufrió una recaída. Murió de insuficiencia cardíaca el 23 de diciembre de 1901. Está enterrada en el cementerio Evergreen en Lakewod, Ocean County, New Jersey. En la tumba reza la siguiente frase: «Nunca dejé de hacer algo útil para la mujer si estuvo en mi mano».

      Sus logros inspiraron en otras mujeres el deseo de trabajar, de asociarse, de prosperar. Mucho tiempo después, cuando miramos atrás y descubrimos la vida de precursoras como ella, podemos adivinar lo que las movió. La aventura y el romanticismo de una era desaparecida corrieron por sus venas.

      Hoy, caminando muy cerca de Wall Street, en la intersección de South William Street y Beaver Street donde se encuentra el precioso edificio que alberga Delmonico’s, cuyas columnas que flanquean la entrada fueron importadas directamente de Pompeya, recordamos a Jane Cory, una mujer que supo cobrarse la revancha de un desaire levantando uno de los clubs más prestigiosos de Manhattan.

      En 1994, Jennie June para los amigos, fue incluida en el Salón Nacional de la Fama de la Mujer.

      MARY WALTON


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