Diario de Nantes. José Emilio BurucúaЧитать онлайн книгу.
por escrito la doble faz política del derecho: acompaña los movimientos del poder y también existe para ponerles freno. El padre Suárez sistematizó el derecho de resistencia a la opresión y de alzamiento en caso de ruptura evidente del pacto por parte del gobernante. He aquí que Rousseau, contrariamente a cuanto dice la Vulgata académica, nunca desequilibró aquella relación de opuestos descripta por los romanos. Lo cual se advierte en los proyectos de Constitución para Córcega y Polonia que redactó y, más aún, en su Lettres écrites de la montagne. Huitième lettre, 1764: “No hay libertad sin ley”. Jean-Étienne-Marie Portalis, uno de los redactores del código civil napoleónico, se pronunció en el mismo sentido en su Discours préliminaire du premier projet de Code civil, de 1801. Por otra parte, el Digesto, desde su primerísimo capítulo, estableció la diferencia clara entre lo público y lo privado y enseguida vinculó lo público a la esfera de lo sagrado, “in sacris, in sacerdotibus, in magistratibus consistit” [está en las cosas sagradas, en los sacerdotes y en los magistrados]. La Declaración de los derechos del hombre, de agosto de 1789, concentró la sacralidad de lo público en el respeto de esos derechos, regulado por las leyes. El impulso nacido de ese acto de la Asamblea francesa llegó hasta la Constitución alemana de 1949, cuyo artículo primero reza: “La dignidad del ser humano es intangible”, sacer decían los romanos acerca de la intangibilidad del tribuno de la plebe.
Supiot señaló la revolución que significó la prédica de san Pablo sobre la fuerza de la ley. En su Epístola a los Gálatas, el apóstol asegura que, con Cristo, los hombres se apartan de la ley con el objeto de guiarse sólo por la fe (3, 23-28). Al dirigirse a los Romanos, sabedor de que los destinatarios de su carta eran personas apegadas al derecho, Pablo se corrige y agrega que la caridad cristiana es la ley en su plenitud. El problema, por supuesto, radica en saber no sólo qué es la caridad, sino cómo se la distingue verdaderamente tras la abolición de la ley por la venida de Cristo. Alain piensa que se trata del mismo nudo entre perfección humana y social y realidad de los comportamientos al que habríamos de enfrentarnos tras el triunfo de la revolución socialista. Así lo manifestaron Marx en las “Glosas marginales...” dirigidas al partido obrero alemán (1875), Engels en el Anti-Dühring de 1877 y Lenin en El Estado y la Revolución de 1917. En todos los casos, la ley sería innecesaria después de la revolución. Claro que se ha abierto otra línea, la de la vigencia real de la ley del más fuerte, nos guste o no, que mejor sería aceptar, según muchos colegas, sin máscaras ni disimulos. Hitler no tuvo escrúpulos en hacerla pública: “El derecho es una invención humana. Dios sólo conoce la fuerza”. En 1932, Carl Schmitt no anduvo demasiado lejos en su libro El concepto de lo político, donde estableció que la oposición amigo-enemigo es ese fundamento constitutivo y protector de las sociedades; la guerra se transforma en la actualización máxima de aquella disputa. Julien Gracq, escritor tan caro a esta ciudad, dijo irónicamente que el establecimiento del orden por la fuerza es el último orden que ha de conocer la humanidad.
Con David Hume, se inició la expansión del derecho privado como fuente de la ley racional. Los tres principios básicos de la convivencia, según lo escrito en el Tratado de la naturaleza humana por aquel escocés insigne, proceden todos del derecho privado: estabilidad de la propiedad, su transferencia por consentimiento, respeto de las promesas y de la palabra empeñada (que, si bien concierne también a los gobernantes de lo público, es mucho más importante para la sociedad cuando lo cumplen los individuos) (Tratado..., Libro III, Parte II, Sección XI). Es simplemente catastrófico que esta línea de pensamiento, comenzada en la mente brillante y generosa de Hume, haya ido a parar a Hayek y al anarquismo antiestatista liberal a ultranza. Advirtamos que Hayek anunció, en su libro Los fundamentos de la libertad (1960), la caducidad de la definición del derecho romano: suum cuique [lo suyo a cada uno]. Desde otra perspectiva, para nada perversa, Norbert Wiener, autor de Cibernética y sociedad. El uso humano del ser humano (1950), profetizó la supresión de las leyes por la retroalimentación y retroacción de las máquinas informáticas, punto clave en la lucha de los hombres contra los efectos de la entropía (pelea perdida de antemano, según bien se sabe, a menos que el universo se detenga y empiece a contraerse, retroceso que hoy parece no se producirá nunca). La consecuencia de la hegemonía creciente de esta línea conceptual respecto de la ley, que ahora se entiende ha de ser introyectada en los individuos de manera que, si no obedecen, es porque están enfermos, pues bien, esa supremacía intelectual se exterioriza en un cambio de vocabulario donde se descubre la desaparición de la distancia entre el sujeto y la ley (ay, Warburg, menos mal que te fuiste para no ver esta deletérea abolición de la distancia). Transcribo tales transformaciones del “gobierno” a la “gobernanza”, que Victor Klemperer hubiese descubierto de inmediato, pues creo que me serán muy útiles en la nueva fase de Peronópolis que se avecina:
Gobierno | → Gobernanza (¡me cago!, siempre sospeché de esta palabreja) |
pueblo | → sociedad civil |
soberanía | → subsidiariedad (hasta el vocablo es un engendro lingüístico) |
libertad | → flexibilidad |
territorio | → espacio |
justicia | → eficacia |
juicio | → evaluación |
regla | → objetivo |
reglamentación | → regulación |
representación | → transparencia |
trabajador | → capital humano |
sindicatos | → partners sociales |
negociación colectiva | → diálogo social |
A las que me permito agregar:
acción | → táctica |
plan | → estrategia |
(para no olvidar que hay un componente importante de militarización de la sociedad en este asunto) | |
historia | → memoria |
crítico | → curador |
(para referirme a mi área muy restringida de actividades) |
De tal suerte, tiende a estimularse que los desequilibrios de la gobernancia (en el tratado europeo sobre el particular, por ejemplo) den lugar automáticamente a mecanismos de corrección.
Prevalencia del management y de la movilización del trabajador, de eso se trata, pero en un grado nunca visto antes fuera del horizonte de la guerra. En su novela El trabajador, de 1932, Ernst Jünger fue el primero en hablar de la movilización total de seres humanos y recursos que trajo consigo la Primera Guerra Mundial. Hoy, son las empresas, no más los Estados, las encargadas de promover y poner en marcha las movilizaciones totales. Supiot aludió al caso de Amazon y citó al primer ministro David Cameron, quien, probablemente sin darse mucha cuenta de lo que decía, afirmó: “Estamos en una carrera global y debemos nadar”. Que estamos en una suerte de charco profundo, no hay duda. Pero el ministro Cameron no dijo hacia dónde hay que nadar. Eso es, en definitiva, el “vivir juntos”: nadar todo el tiempo sin saber adónde vamos. Alain cree que nos hemos introducido en un nuevo feudalismo a través del vasallaje arborescente, tributado a los jefes sucesivos de las empresas, que nos propone y nos impone el management universal. “Coalitions of the willing” nombró a las nuevas formas de dominio el documento de la National Security Strategy of the USA, en el año 2002. El hecho de que la Comisión Europea haya impuesto a Grecia no sólo condiciones draconianas de devolución de la deuda, sino que haya obligado a sus representantes a admitir públicamente