Los Registros Akasicos segun Edgar Cayce. Kevin J. TodeschiЧитать онлайн книгу.
han producido en otras personas. En lugar de estar predestinados, los individuos siguen controlando sus vidas (y sus percepciones) a través de la forma en que eligen responder a las situaciones que ellos mismos han atraído. En últimas, todas las experiencias son para el crecimiento personal de cada quien.
Vale la pena anotar que el crecimiento del alma puede ocurrir incluso cuando un individuo haya elegido la opción «errada». Por ejemplo, en un caso que será estudiado más a fondo en el capítulo siguiente, una mujer (1523) obviamente había tomado la decisión errada cuando se casó con su primer marido. Sin embargo, esa decisión los capacitó a ella y su marido para que superaran ciertos modelos de conducta que se habían originado doscientos años atrás. Aunque había que vérselas con la memoria (o karma) del pasado, se habría podido superar en una forma más fácil. Resulta interesante anotar que las lecturas a menudo sugieren que es mejor tomar una opción errada, que ser indeciso y no hacer nada, porque el desarrollo del espíritu solamente es posible a través del movimiento, crecimiento y actividad.
En la cosmología de Cayce, el caudal de experiencias del pasado de cada alma actúa como memoria subconsciente en el presente. Si el alma consigue encarar esa memoria—la cual se manifiesta a través de los deseos, sentimientos, atributos e incluso los miedos de cada quien—es posible superar defectos y debilidades, así como expresar talentos y capacidades.
En cuanto a las relaciones personales, Edgar Cayce afirmó que jamás conocemos a alguien por casualidad, y nunca nos conectamos con otra persona emocionalmente (en forma positiva o negativa) al momento de conocerla. Las relaciones constituyen un proceso experimental y de aprendizaje. En otras palabras, recogemos nuestra relación con otra persona exactamente en el punto que quedó la última vez. Por ejemplo, a dos individuos de los archivos de Cayce (los casos 288 y 294) se les dijo que «estos dos han estado juntos» (294-9), y han experimentado todas las relaciones imaginables desde padre e hija, empleado y empleador, madre e hijo, hasta marido y mujer. En otro caso (1222-1), se le dijo a una mujer que en parte la razón por la que su marido era tan dominante y exigente era porque en una vida anterior él la había comprado. Dijo Cayce: «¡Él la compró a usted! ¿No actúa a veces así?». A lo que la mujer respondió: «¡Sí, en efecto!». La naturaleza y el desarrollo de todas las relaciones son una parte de toda la información contenida en los registros akásicos.
Un giro interesante del concepto de que las personas siempre se están encontrando con la memoria que previamente construyeron en sus relaciones de unas con otras es que en realidad no existe karma entre las personas. Karma sólo existe con el propio ser de cada quien. Estos patrones de comportamiento y memoria están almacenados en los registros de uno mismo. El reto conceptual, sin embargo, es que las personas parecen avenirse más efectivamente con su propia memoria kármica, o «encontrarse a sí mismas», a través de su interacción con otras. Es esta interesante dinámica de encontrarse uno mismo a través de las relaciones con otros lo que a menudo hace que los individuos perciban a esos «otros» como base de sus frustraciones y provocaciones en lugar de asumir su responsabilidad personal.
Con todo, a pesar del hecho de que el karma pertenece a cada quien, cada alma es atraída constantemente hacia determinados individuos y grupos que los capacitarán para encontrarse con ellos mismos en circunstancias y relaciones. A su vez, esos individuos y grupos son atraídos a personas específicas en un esfuerzo por avenirse con su propia memoria kármica.
Este concepto de patrones cíclicos con grupos de personas se comprueba entre los contemporáneos de Cayce. A un buen número de personas de las que recibieron lecturas, con frecuencia se les habló de vidas en la historia que tuvieron su curso en la Atlántida, el antiguo Egipto, Persia, Palestina, Europa, América colonial, y después, como contemporáneos de Cayce, en la primera mitad del siglo veinte. Debido a este modelo, y al número de personas que solicitaron lecturas de vidas pasadas para ellos mismos y sus familias, algunas relaciones individuales se pueden rastrear hasta miles de años atrás.
En el esfuerzo por comprender la dinámica del karma de grupo que puede estar en juego en nuestras propias vidas, es posible recopilar percepciones en las experiencias de otros. Las experiencias de esas personas y el desarrollo de sus relaciones a través del tiempo nos pueden facilitar algunas percepciones interesantes de cómo funciona este proceso de avenirse con los registros akásicos del pasado, así como la dinámica conexión entre el libre albedrío y la memoria kármica. Al explorar la biografía de otras personas y compararla con la historia de sus almas podríamos descubrir el karma en acción. El proceso de vida y muerte, renacimiento, y desplazamiento hacia la individualidad, es parecido para cada uno de nosotros. Comparar los registros y la historia del alma de otros puede capacitarnos para tomar desiciones más informadas a medida que encaramos nuestra propia memoria kármica y nos encontramos con patrones de comportamiento del pasado.
Con eso en mente, uno de los casos más fascinantes de los archivos de Cayce es el de una mujer de veintinueve años de edad que recibió su primera lectura en junio de 1938. Lo que distingue este caso de cientos de otros es que a lo largo de los siguientes seis años y medio (antes de la muerte de Cayce en 1945) esta mujer obtuvo la asombrosa cantidad de ochenta y tres lecturas para diecisiete miembros de su familia. Estas lecturas la capacitaron para entender cómo se relacionaban algunos de sus problemas actuales no sólo con el presente, sino con un período que había tenido lugar más de cien años atrás; ¡antes de que siquiera hubiera nacido! Más aún, descubrió que la mayoría de su grupo familiar había estado «enredado» durante miles de años. Estos eventos y experiencias continuaron anotándose en los registros akásicos, lo que originó el impulso y la razón para muchas de las actuales experiencias de la mujer.
2
Caso: La familia de Anna Campbell
(Nota: Los nombres del caso 1523 y de los miembros de su familia se han cambiado para mantener la confidencialidad.)
En 1938 una mujer de veintinueve años visitó a Edgar Cayce en busca de una lectura psíquica (caso 1523). Estaba desesperada y lo consideraba su última esperanza. Se sentía agotada física y mentalmente. Su matrimonio no marchaba bien, y no se le ocurría qué hacer al respecto. Se debatía entre divorciarse de su segundo marido o quedarse con él. Aunque se sentía infeliz en esa situación, una parte de ella esperaba que su matrimonio funcionara para cumplir su sueño de tener una familia.
Sin embargo, no fue la consejería matrimonial lo que motivó su visita al señor Cayce, sino una dolencia física. Temía que su problema requiriera cirugía y la dejara incapaz de concebir. En su desastroso primer matrimonio, un embarazo tubárico provocó la extirpación de la mitad de los tubos de Falopio. Había empezado a experimentar síntomas físicos similares, y revivieron sus temores de que un segundo embarazo tubárico acabara con sus posibilidades de concebir un bebé. Deseaba ser madre, más que nada en el mundo. Otros miembros de la familia habían estudiado carreras universitarias y su hermana estaba haciendo una maestría, pero no Anna, desde que podía recordar, su sueño había sido uno: «tener seis hijos y envejecer con ellos». Esperaba que una lectura psíquica le ayudara a evitarse otra operación.
La historia de la vida de Anna era desconocida para Edgar Cayce al momento de la lectura. Pero una perspectiva general de la misma nos permitirá comprender mejor su situación, así como su conexión con el pasado.
Anna había nacido a principios del siglo veinte, en un pequeño pueblo. Tan pequeño, de hecho, que medio siglo más tarde fue anexado a las comunidades que lo rodeaban y literalmente desapareció. Sus padres eran granjeros, pero su madre provenía de Kentucky y de un origen mucho más refinado y elegante que el de su padre, hecho que pareció molestarlo durante buena parte de su vida. El padre había sido uno de los últimos colonizadores, profundamente arraigado en la tierra y en el conocimiento de lo que ésta podía proveer para su familia.
Ella era una de los seis hijos que llegarían a la edad adulta y la mayoría del tiempo se llevó bien con todos sus hermanos a excepción de su hermana mayor. Desde que podía recordar, entre las dos había existido antagonismo, celos y desconfianza. Aunque sus padres habían creado un entorno bastante bien estructurado—había estudios y labores que realizar—,