El Conde De Earlmore. Amanda SiemenЧитать онлайн книгу.
arrogante y presumido podría haberla insultado, pero al menos ella se había aprovechado de el. El saber lo que aún quedaba por venir le hacia mejorar enormemente su estado de animo.
Carstine volvió si atención hacia el campo mientras se relajaba en la montura. Ella pronto se tomaría cumplida venganza.
CAPÍTULO 2
Blake Fox, cuarto conde de Edgemore, guio a su caballo de nombre Cruzado y a su enfadada carga por la carretera hasta Fox Grove Hall. El tenía la intención de llevar a la batalladora, si no guapa mujer hasta la puerta de la sirviente, y después retirarse a su salón de billar para tomarse un bien merecido brandy.
Estaba calado hasta los huesos. Sin duda la mujer también estaba sufriendo. Blake no pudo evitar preguntarse si a ella también le gustaría el brandi. Si dejaba de estar tan enfadada con el, la invitaría a tomar una copa.
El se atrevió a lanzar una mirada a la jinete de Cruzado. Ella se sentaba en lo más alto de la montura, con los brazos cruzados sobre sus amplios pechos y la cabeza recta. Según su apariencia, ella soportaba el aire helado mejor que lo hacía el. ¿Quizás era su enfado lo que la mantenía caliente?
El había oído que la escocesas estaban hechas de otra pasta, aunque nunca se había creído los chismes. No cuando los escoceses que el había conocido no se diferenciaban tanto de sus compatriotas ingleses, pero esta mujer…
Ella era todo fuego y azufre bajo una bonita figura y ojos cautivadores.
La corona de pelo castaño oscuro creaba el efecto de una aureola en lo alto de su cabeza del diablo, mientras su cara con forma de corazón era igualmente engañosa.
El quería que fuese suya.
El descubrió le dejó boquiabierto y volvió de nuevo su atención hacia la carretera. Pero entonces ¿Por qué no tendría el querer a la muchacha? Era sorprendente y una autentica fiera. Sin duda, la mocosa debía de ser muy buena en la cama.
Siempre, por supuesto que la pudiera hacer cambiar su opinión sobre el.
Quitarle el deseo de colgarle y también sus faldas.
Blake se giró para mirarla. “¿Cómo se llama?”
Ella sonrió maliciosamente como si guardara un secreto, y entonces dijo. “Señorita Carstine Greer”.
“Oh, que bonito nombre para mujer igualmente bonita”.
Ella levantó la barbilla un poco más, sus brillantes ojos verdes estaban llenos de indignación.
A pesar de su aparente disgusto por sus halagos, una pequeña sonrisa dio curvó sus labios.
Blake no puedo evitar tomarle el pelo. “Parece que no esta usted acostumbrada a los halagos. Ciertamente es una lastima.”
“Todo lo contrario, milord. He tenido que sufrir de más floridas alabanzas de las que cualquier dama debería soportar.” Carstine le aguantó la mirada, fijamente, pero no totalmente de manera hostil.
En ese momento, el se decidió. La insolente Carstine estaría en su cama para navidad. Ella le suplicaría por sus halagos y se moriría de deseo por sus besos. Ella sería suya, y ciertamente, esta sería una feliz navidad.
Por lo menos una ampliamente placentera.
“¡Dios mío!” ¿Qué ha pasado Carstine?”
Blake se quedó parado al oír el agudo sonido de su la voz de su hermana Minerva. El se giró ligeramente para verla correr hacia ellos.
“¿Por qué vas montada en el caballo de Blake? ¿estas herida?” Gritaba Minerva mientras corría hacia ellos, con sus rizos castaños agitándose con cada zancada.
“Resbalé sobre el hielo y me he torcido el tobillo. Un esguince. “No es nada Dinna tranquila.” Contestó Carstine.
Blake se giró hacia un criado que había seguido a Minerva desde la casa y dijo, “Ayude a la mujer a bajar. Llévela al piso de abajo y cuide de que este bien atendida.”
“¡Al piso de abajo! Gritó Minerva de indignación. ¿Por qué la has mandado ahí? Minerva miró al criado. “El señor se ha equivocado. Por favor, lleva a Minerva a la habitación de invitados y asegúrese de que Madre este informada.”
“¿Habitación de invitados?, Blake levantó una ceja pidiendo explicaciones.”
“Si, su habitación de invitados. Carstine es la invitada de Madre. Su pupila, de hecho.” Minerva entrecerró los ojos al mirarle. ¿Quién creías que era ella?
“Piensa que soy su sirvienta, milady”
“¿Mi sirvienta? Minerva le pegó un manotazo en el brazo. “Serás idiota. ¿No se pensaste en preguntarle quien era?”
La mirada de Blake cambiaba entre Minerva y Carstine. ¿La pupila de Madre? ¿Por qué diantres ella no me lo ha dicho? ¿Y por que iba vestida como la mujer de un pescadero?
El calor le empezó a subirle por la barbilla. Una mezcla de rabia al ser engañado y vergüenza por su error recorrieron su cuerpo. El dio un suspiro mientras volvía su atención hacia Minerva. “Estaba más preocupado por su herida que por su identidad”, confesó Blake.
“Todo lo contrario”, dijo Carstine mientras el sirviente la llevaba hacia las escaleras. “Fue demasiado prepotente para preocuparse. Intenté contárselo, pero no me hacía caso.”
“¡Blake!” Minerva le miró con el ceño fruncido.
Ella miró con expresión dubitativa. Ella le había ganado eso estaba claro. Le había hecho quedar como un idiota y parecía bastante satisfecha por ello. El estaba seguro de que esa mirada petulante desaparecería cuando la tuviera en su cama.
“¡Esto era la guerra!”
Minerva le pegó un codazo devolviéndole a la realidad.
“Discúlpate”, le pidió Minerva.
“Muy bien” Blake se giró hacia Carstine y en tres grandes zancadas, llegó hasta donde ella se encontraba. Más que hablar, el cogió de brazos del criado. Ella inmediatamente puso rígida en sus brazos, pero no quiso hacer un escandalo. “Le pido disculpas por mi error. Déjeme compensarla llevándole a sus aposentos.”. Dijo el en un tono frío y plano.
“Eso no es correcto en absoluto”, gritó Minerva desde detrás suya, pero Blake la ignoró mientras llevaba su carga hacia dentro de la casa solariega.
El sabía que estaba siendo incivilizado, pero en ese momento no le importaba. El arreglaría las cosas después con Minerva. Ahora mismo el tenía una teoría que probar.
Carstine tenía que reconocer que el no era un hombre que ella debiera menospreciar. El era el señor de la casa.
Blake subía las escaleras de dos en dos, manteniendo firme su agarre en Carstine. El exuberante tacto de su cuerpo entre sus brazos creaba el caos en sus sentidos. Su pulso se incrementaba mientras el deseo le poseía amenazando con vencer su buen sentido.
Por su parte de ella su descaro seguía inalterado. Su mirada fría y cuerpo inerte excepto por el zarandeo causado por el movimiento. Esto solo servía para ponerle más de los nervios. El caminaba por el rellano, su mirada volaba entra las puertas que se alineaban a ambos lados del pasillo. ¿Qué habitación? El preguntó entre dientes.
“La tercera por la derecha”, contestó Carstine como si no hubiese nada extraño en la situación. Blake se dirigió precipitadamente hacia la habitación que ella le había indicado, entonces la empujó con la cintura antes de entrar. El se dirigió a la gran cama de doseles. Una vez allí. Una vez allí, el se tomó un momento para acercar la boca a su oreja y susurrar, “Esto no se ha acabado aún, preciosa”.
Antes de que ella pudiera reaccionar la depositó en la cama si fuera un bulto y se dio la vuelta para marcharse.
Como una pequeña y enfadada sombra, Minerva esta detrás suya le cogió por el brazo con la mano y tiró de el. “Tenemos que hablar”.
Blake permitió a su hermana sacarle de la habitación,