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Mentiras De Familia. Dawn BrowerЧитать онлайн книгу.

Mentiras De Familia - Dawn Brower


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y se mudaba a praderas más verdes. Infortunadamente, las praderas no se volvían más verdes. Y como última instancia, Amethyst no echaba raíces y no pertenecía a ningún lugar.

      “Mmmhh, sí, mamá es encantadora”. Eso no era una mentira. Lyoness Keane era hermosa y pudo haber sido modelo si hubiera elegido esa profesión. En cambio, quiso ser mimada y encontró hombres ricos que pudieron hacerse cargo de ella.

      “Estoy seguro de que lo es”, contestó él manteniendo un tono amigable. “Muy bien, vamos a registrarte”. Hizo clic en las teclas de la computadora frente a él. Levantó la vista y preguntó: “tengo que preguntar, ¿tienes algún apodo? Amethyst es muy largo”.

      “No, siempre he sido Amethyst”. Tal vez tuviera un sobrenombre, pero eso implicaría que tenía amigos que lo usaran. Mudarse demasiado no ayuda al respecto. Después de un momento se detuvo intentando contenerse. Ese era parte del motivo de iniciar su revista a una temprana edad. Ella no hizo lo que los niños normales hacían y eso la ayudó a olvidar lo sola que podía estar.

      Él sonrió y le guiñó un ojo, mientras pulsaba algunas teclas más. “Tendremos que remediar eso mientras nos visitas”. Él arqueó sus cejas mientras revisaba la pantalla. “Oh, aquí estás. Veo que te quedarás con nosotros por varias semanas. Si te quedas sin hacer nada que te mantenga entretenida, regresa a verme”.

      Los ojos de Amethyst se abrieron al escucharlo. ¿Acababa de hacerle una propuesta? Antes nadie había coqueteado con ella tan abiertamente. Su anterior coqueteo había parecido incómodo y extraño. ¿Quería ver hasta dónde podría conducir esto? No pudo recordar un momento en el que se sintiera tan atraída por un hombre. Era tan guapo que casi dolía observarlo. Después de varios minutos de silencio, él empezó a divagar, sacudiéndola de regreso al presente.

      “Quiero decir que he vivido aquí toda mi vida y probablemente conozco más de las atracciones locales de lo que encontrarías en los sitios en la red. Dios, estoy arruinando esto. Soy Cooper y me encantaría pasar tiempo contigo mientras estás aquí”.

      Qué adorable que hasta había creído necesario explicarse. A Amethyst le gustó instantáneamente y pensó que disfrutaría llegar a conocerlo mejor. Le dirigió una sonrisa alentadora. “Es un placer conocerte, Cooper”. Ella se sentía confusa…“yo soy Amethyst, pero ya sabes eso”. ¿Qué más podía hacer ella para parecer aún más despistada? “¿Puedes darme la llave de mi habitación ahora?”.

      Él había estado sosteniendo con fuerza la palma de su mano. Si acertaba, Cooper realmente no quería soltarla. Bajó la mirada hacia su mano y murmuró asombrado aclarando la voz: “Ay, sí, eso probablemente será útil. Estás en la habitación trece. Es arriba, en el extremo más alejado del pasillo”. Le entregó la llave y señaló la escalera próxima a la recepción.

      “Gracias”, contestó ella mientras él dejaba caer la llave en su mano.

      “Disfruta tu estancia”. Una desolada mirada ensombreció sus ojos. Por mucho que quisiera conocerlo mejor, no quería darle una impresión equivocada. Ella no aprovechó la oportunidad para poder estar con alguien. Se respetaba demasiado para caer con el primer rostro hermoso que hacía revolver algo en su interior. Amethyst Keane no sería una golfa y eligió no buscar nada con él…sería cuidadosamente pensada su decisión. Él era agradable y sí quería recibir su ayuda más adelante, por lo que le dio cierta esperanza para poder mantenerlo presente. “Tal vez acepte tu oferta”.

      “¿Oh?”, Levantó su ceja con curiosidad.

      “Más tarde me pondré en contacto contigo, después de que haya tenido tiempo de descansar”. Con esas palabras, se dio la vuelta dejándolo a su paso. Amethyst se detuvo y miró alrededor. Ella notó la ingeniosamente decorada habitación principal de la posada. Un pequeño sofá y dos confortables asientos flanqueaban una pequeña mesa frente a la chimenea cubierta de mármol. El mármol a lo largo de la columna de la chimenea exhibía tallados minuciosos. Quiso pasar sus dedos por ellos y estudiar cada aspecto de las columnas, pero pensó que sería mejor en otro momento. Debía hacer cosas más apremiantes antes de que pudiera ceder a sus extraños caprichos. Al darse la vuelta, miró por completo a Cooper y le sonrió antes de encaminarse hacia las escaleras. Al pie de la escalera se volvió para encontrarlo mirándola de nuevo.

      Sí, amigo. Yo tampoco logro tener suficiente cuando te miro.

      Le dedicó una rápida sonrisa antes de decir: “olvidé preguntar. ¿Dónde hay un buen lugar para comer?”.

      Una brillante sonrisa se formó en su rostro, como si hubiera ganado el premio mayor de su vida. El encanto de Cooper irradió con una sonrisa de un millón de vatios. Amethyst inclinó la cabeza y de nuevo pensó en que no podía esperar para conocerlo mejor.

      “Solo hay un par de lugares para comer en el pueblo. Probablemente pasaste por el camino para llegar acá. Hay un pequeño lugar italiano que tiene muy buenas pizzas y pasta. Se llama Giovanni’s. Si quieres algo más tradicional, como una hamburguesa, entonces te recomiendo que visites el North Point Café”.

      Vaya, era una mayor selección de lo que pensaba que habría. Asintió con la cabeza y le dijo: “gracias”.

      Cooper se puso cabizbajo cuando ninguna invitación siguió a su pregunta. “De nada”.

      Debió haber asumido que ella lo invitaría a acompañarla. Tal vez otro día, pero hoy, no se sentía con ganas de tener compañía. Necesitaba tiempo para procesar todo y trazar un plan. Se volvió hacia las escaleras y subió. Cada paso que daba se aproximaba a su habitación, la cual sería su hogar por las siguientes semanas. Hasta ahora, estas vacaciones encabezaban su lista de lugares favoritos visitados. Tan solo esperaba que estuvieran a la altura de sus expectativas.

      CAPÍTULO DOS

      Amethyst subió por las escaleras en dirección a su habitación. Cooper no pudo apartar su mirada de ella, ni intentándolo. Mandó un silencioso agradecimiento a su ángel guardián por haberla enviado a la posada de su familia. Nunca antes una mujer tan encantadora había entrado al lugar. Al principio, su rostro familiar lo había dejado sin palabras y finalmente le tomó cada gramo de control encontrar las palabras. Cuando la vio por primera vez, pensó que tal vez la había imaginado. Ella tenía unos magníficos rizos de medianoche que caían sobre sus hombros. Sus penetrantes ojos verde oliva lo mantuvieron cautivo durante unos breves segundos. Observarla hizo que se preguntara si su posada estaba realmente embrujada, como lo afirmaba la tradición local. Le tomó unos cuantos segundos recordar cómo hablar. Lo puso eufórico darse cuenta de que ella realmente estaba parada frente a él, como una mujer viva respirando y no un producto de su imaginación. Se parecía mucho a alguien que todos creían que había muerto hacía ya muchos años. Amethyst Keane era un enigma y tenía la intención de desentrañar todos sus secretos. Por fortuna para él, ella estaría en el pueblo durante unas cuantas semanas y eso le daría el tiempo para investigar todo acerca de ella.

      La puerta de la posada se abrió de golpe. Cooper levantó la mirada y vio entrar a su mejor amigo, Benjamín Anderson. Ambos habían habitado North Point, los veintiún años de su vida. Cada uno había heredado una parte del negocio de sus respectivas familias. No habían asistido a la universidad. Sus familias tenían expectativas que no requerían ese gasto extra. Aún así, Cooper había estado tomando en línea algunas clases de negocios. ¿Cómo podía esperarse que administrara la posada sin ningún conocimiento real sobre cómo mantenerla abierta y generar ganancia? Sus familias confiaban demasiado en él para mantener las operaciones diarias. Su amigo se encontraba en una situación similar, pero él no había mostrado ninguna señal de querer continuar con su educación.

      Ben dio la vuelta al mostrador y se inclinó. “Oye, Coop, ¿puedes escaparte para salir conmigo en la lancha?”.

      Cooper negó con la cabeza. “Quisiera acompañarte, pero tengo mucho que hacer aquí. Olivia tiene el día libre, así que estoy de guardia toda la noche. Tal vez podamos salir mañana. Sabes que mi papá ya no viene mucho a la posada”.

      Benjamín frunció el ceño antes de decir: “demonios, qué mal. Hubiera sido divertido. No he tenido la oportunidad de salir en la lancha durante este año.


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