E-Pack Bianca 2 septiembre 2020. Varias AutorasЧитать онлайн книгу.
no reconoció a la mujer vestida de uniforme. Y ella no parecía muy contenta de verla. Miraba a Sasha de forma extraña, como si esperara que hiciera algo inesperado.
Sasha dio un paso adelante y le tendió la mano.
–Hola.
La mujer se puso tensa y miró a Apollo. Él debió de hacerle un gesto porque después volvió a mirar a Sasha y le estrechó la mano diciendo:
–Bienvenida a casa, kyria Vasilis.
Sasha notó que alguien le tocaba la espalda, distrayéndola de la extraña reacción que había tenido la mujer.
–¿No recuerdas a Rhea?
Ella negó con la cabeza.
–Lo siento de veras, pero no.
La mujer le soltó la mano.
Apollo dijo:
–Le mostraré la casa a mi mujer. Dentro de un par de horas comeremos algo ligero, Rhea. En la terraza pequeña.
La mujer asintió y desapareció en la casa. Sasha miró la imponente entrada. Estaba convencida de que nunca había visto aquellos suelos de mármol ni había estado en ese lugar.
Se equivocaba. Había vivido allí. Era evidente que no podía confiar en su instinto.
Apollo le mostró las habitaciones que había alrededor del recibidor circular. Había un salón de uso formal y uno de uso informal. Un comedor para eventos formales y otro, para eventos informales.
Las habitaciones estaban decoradas con elegancia. Eran modernas, pero parecían clásicas. Grandes lienzos cubrían las paredes y había antigüedades entre objetos modernos.
En todas las habitaciones había una puerta que daba a la terraza que ocupaba todo el lateral de la casa. La vista de los jardines era impresionante, pero todavía lo era más la vista de Atenas en la distancia.
Sasha salió a la terraza desde el comedor e inhaló el aroma de las flores. Intentó recordar si había contemplado aquellas vistas en otra ocasión, pero no lo consiguió. Apollo se acercó a ella y Sasha notó que se le erizaba la piel.
–¿Es una casa antigua? –preguntó.
–No. La he construido yo.
–¿Tú?
–No yo, sino mi empresa de construcción.
–¿Eres el propietario de una constructora?
Él la miró y asintió.
–Vasilis Construction.
–¿Es un negocio familiar? ¿Tienes familia?
–Mi familia murió hace muchos años. Mi padre era constructor, pero trabajaba para otra persona, así que, no es un negocio familiar.
–Siento que hayan muerto todos. ¿Qué pasó? –preguntó ella, percatándose de que ninguno tenía familia.
Durante un momento pareció que él no iba a contestar.
–Una serie de eventos desafortunados –Apollo dio un paso atrás–. Deja que te enseñe el resto de la casa.
Sasha lo siguió mientras la guiaba por unas escaleras de la mansión.
Se preguntaba cómo debió ser llegar allí con su marido el primer día. ¿Habría sido todo más acogedor?
Toda la casa tenía un ambiente moderno y clásico a la vez. Pequeños toques de distintas épocas que daban la sensación de atemporalidad.
En el sótano había un gran gimnasio y una sala de proyecciones. También una piscina de entrenamiento y una sauna. Por no mencionar la sala de masaje y tratamientos de belleza que daban a un jardín donde había un par de tumbonas y una hamaca colgada entre dos árboles.
Apollo señaló hacia los jardines.
–También hay una piscina exterior y un vestuario.
Él le mostró su estudio de la primera planta. Una habitación muy masculina con paredes llenas de libros. Después, abrió otra puerta al otro lado del pasillo y dijo:
–Este es tu despacho.
–¿Yo tengo un despacho? –preguntó ella, sorprendida.
Él hizo un gesto para que entrara y ella obedeció. La habitación tenía una alfombra blanca y un escritorio del mismo color. Sobre él, un ordenador.
Las paredes tenían papel de flores y estaban decoradas con fotos de revistas. Había muchas estanterías vacías. Y un puñado de libros.
Una butaca de terciopelo rosa y un reposapiés a juego. Parecía que nadie lo hubiera usado.
–¿Para que utilizaba este espacio?
Apollo estaba apoyado en el marco de la puerta. Tenía los brazos cruzados y la miraba casi con desdén.
–Dijiste que querías montar un negocio de relaciones públicas.
–¿A eso me dedicaba? ¿A las relaciones públicas?
Él se encogió de hombros.
–Cuando nos conocimos estabas sirviendo copas en un evento. No creo que tu conocimiento sobre el tema de las relaciones públicas fuera más allá del sector servicios.
Sasha decidió ignorar su sarcasmo. Lo siguió hasta la segunda planta, donde se encontraban los dormitorios. Él le mostró varias habitaciones de invitados y, al final del pasillo, abrió una puerta y dijo:
–Éste es tu dormitorio.
Ella se volvió para mirarlo.
–¿Mi dormitorio?
–Tu dormitorio.
Sasha sintió que se le secaba la boca. Le dolían los pies por las sandalias de tacón. Y notaba dolor en la frente.
–¿No compartíamos habitación?
Apollo negó con la cabeza.
–No.
Sasha deseaba saber el motivo, pero no estaba preparada para hacer la pregunta. Seguramente, la respuesta explicaría el motivo por el que Apollo la trataba con tanta frialdad y por qué la ama de llaves la había mirado con suspicacia.
Así que, no dijo nada y entró en la lujosa habitación. La alfombra era tan gruesa que los tacones se clavaron en ella. De forma instintiva, Sasha se quitó los zapatos y se sintió aliviada.
Se fijó en que había una cama enorme en el lado izquierdo de la habitación, pero decidió ignorarla y dirigirse hacia la terraza. Allí había una mesa con sillas y una tumbona. Desde ese lugar se veía que la casa tenía otra ala y también la piscina exterior, rodeada de buganvillas.
Los jardines se extendían en la lejanía y Atenas se veía en la distancia.
Tanto lujo era abrumador. Se volvió de nuevo hacia el dormitorio y vio que Apollo estaba más cerca de lo que esperaba.
Al instante, se le aceleró el corazón. La cama quedaba justo detrás de él. Apollo la miraba de manera extraña. Se había desanudado la corbata y desabrochado el botón del cuello de la camisa.
Él pestañeó y cambió la expresión. Dio un paso atrás y se acercó a una puerta.
–Este es tu vestidor y tu baño.
Sasha lo siguió. Se sentía inquieta y un poco mareada. Pero su manera de mirarla pasó a segundo plano cuando vio que el vestidor contenía más ropa de la que ella había visto en su vida. Y zapatos. Y joyas dentro de una vitrina de cristal.
La ropa estaba colgada y doblada y había prendas de todos los colores del arco iris.
Sin darse cuenta, Sasha estiró el brazo para acariciar un vestido de lamé azul oscuro. Después se volvió y, medio asustada y medio asombrada, preguntó:
–¿Todo