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E-Pack Jazmín B&B 2. Varias AutorasЧитать онлайн книгу.

E-Pack Jazmín B&B 2 - Varias Autoras


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como si el hecho de que él llegara a su lado fuera una certeza de la que no podía escapar.

      Ya no había vuelta atrás.

      Un instante más tarde, su figura apareció en el umbral de la puerta que quedaba a la derecha de Daisy. A pesar de que ella no lo podía ver con claridad, estaba segura de que se trataba de Justice. Cerró los ojos y trató de controlar el impulso que la empujaba a arrojarse a sus brazos.

      –¿Cómo me has encontrado, Daisy? –le preguntó la fría y dura voz de Justice, cortando la oscuridad y confirmando así su identidad.

      Daisy suspiró. ¡Qué propio de Justice no respetar las reglas sociales!

      –Hola, Justice. Estoy bien, gracias. Sí. Ha sido un viaje muy largo. ¡Vaya, gracias! Me encantaría algo de beber.

      –Amenazaste con exponerme a los medios de comunicación –dijo él tras una pequeña pausa.

      –No me dejabas entrar. Era el único modo de conseguirlo. Esto es ridículo –respondió mientras se acercaba a él–. Vamos, Justice. Tráenos algo de beber y sentémonos a hablar. Tengo que decirte algo muy importante.

      Cuanto más se acercaba a él, mejor podía verlo. Él había cambiado mucho en los meses que llevaban separados. Una gélida actitud emanaba de él. Era un hombre más duro y reservado que antes. ¿Qué había ocurrido para provocar aquel cambio? No era posible que se hubiera convertido en aquel hombre frío y distante como consecuencia de su encuentro. Para que así fuera, la noche que pasaron juntos tendría que haber significado algo para él y, aunque a Daisy le rompía el corazón admitirlo, hacía mucho que había llegado a la conclusión de que aquellas gloriosas horas no habían dejado huella alguna en él. Si no, al menos había respondido a las cartas que le había enviado.

      –¿Te gustaría tomar algo antes de que te marches?

      Daisy suspiró. Aquel encuentro iba a ser mucho más duro de lo que había anticipado.

      –Sí, gracias.

      Justice la condujo a una impresionante cocina que parecía sacada de una película de ciencia ficción y en la que parecían faltar los electrodomésticos.

      –Luces –dijo él. Inmediatamente, las luces se encendieron.

      –¿Es así cómo se encienden las luces en esta casa?

      –Sí, si tu voz está codificada para que el ordenador te autorice a hacerlo. La tuya no lo está. ¿Agua, té, refresco o algo más fuerte?

      –Agua –respondió tratando de controlar los nervios–. No lo habría dicho, ¿sabes? Me refiero al lugar en el que vives.

      Justice marcó un código en un panel que había en la pared. Con un suave susurro, dos botellas salieron de una puerta que se abrió en la pared. Él le entregó una a Daisy y tomó la otra. La abrió y le dio un largo trago.

      –Lo sé.

      –¿De verdad? –dijo ella. Aquel comentario la ayudó a relajarse un poco. Sonrió–. ¿Cómo lo sabes?

      –Porque Pretorius ha bloqueado tu teléfono móvil y lo seguirá haciendo hasta que yo le ordene que deje de hacerlo.

      –¿Y cuándo se lo vas a ordenar? –replicó ella. La sonrisa se le había helado en los labios.

      –En cuanto mi tío y yo cambiemos de domicilio. Hasta entonces, permanecerás aquí en calidad de invitada.

      –¿Cómo has dicho?

      –Ya me has oído.

      –Pero… pero no puedes hacer eso.

      –Ya lo verás.

      Daisy comprendió que hablaba en serio. El pánico se habría apoderado de ella si no hubiera visto algo que le hubiera dado esperanzas. En aquellos ojos dorados, captó la chispa del deseo.

      Ella decidió ponerlo a prueba.

      –¿Y qué se supone que tengo que hacer mientras me tienes aquí? –le preguntó. En ese momento, la mirada cambió y se hizo más dura e inescrutable–. No puedes hablar en serio.

      –Tú elegiste venir aquí. Al hacerlo, asumiste unos riesgos y las consecuencias de tus actos.

      Daisy se acercó a él hasta que solo hubo unos pocos centímetros de distancia entre ambos.

      –¿Y hacer el amor es el riesgo y la consecuencia que he asumido presentándome en tu casa? Venga ya. Según tú, nosotros nunca hemos hecho el amor. Me parece recordar que me dijiste que era solo sexo.

      Justice esbozó una fría sonrisa.

      –Según tú, sexo maravilloso.

      Daisy estalló.

      –¿Cómo te atreves a decirme esto después de todo este tiempo? ¿Cómo te atreves a decirme que me vas a tener aquí en contra de mi voluntad? Solo porque no has tenido relaciones sexuales desde hace mucho tiempo y yo aparezco en tu puerta, no te creerás que puedes echarme en tu cama y aprovecharte de mí.

      –Sí.

      –¿Sí? ¿Es eso lo único que tienes que decir? ¿Sí? ¿Has perdido la cabeza?

      –¡Una vez más, sí! Perdí la cabeza hace diecinueve meses, quince días, seis horas, veintiocho minutos y doce segundos. Y quiero recuperarla, que es precisamente lo que tú vas a hacer. El hecho de tenerte aquí en mi cama me ayudará a recuperar la cordura. Es una solución perfectamente lógica a un problema completamente ilógico.

      Daisy no recordaba que Justice hubiera estado tan a punto de perder el control. Siempre se había comportado como una persona muy contenida. Aquella vez no. Daisy sabía que si seguía presionándolo, él terminaría por estallar. Decidió que era mejor permitirle que se calmara.

      –Tienes mucha cara dura, Justice –dijo en voz muy baja.

      –Tienes razón. Y eso no cambia el hecho de que tú harás lo que yo te diga.

      –¿Cualquier cosa?

      –Cualquier cosa. Todo…

      –Yo creía que no me deseabas.

      Para alivio de Daisy, Justice no lo negó.

      –Aparentemente estaba equivocado. Supongo que lo estábamos los dos.

      –¿Acaso me estás proponiendo una aventura? Yo me quedo aquí durante el tiempo que tú tardes en encontrar otro lugar en el que esconderte…

      –Yo no me estoy escondiendo.

      –Venga ya –comentó ella con una carcajada.

      –Te equivocas. Estoy protegiendo mi intimidad. Si el público en general supiera dónde vivo…

      –Estoy segura de que no le importaría lo más mínimo. Tal vez a los medios de comunicación, sí, pero sospecho que los únicos sobre los que te tienes que preocupar es sobre otros aspirantes a científicos locos. Por lo tanto, ¿cuál es la verdadera razón?

      Justice dio un largo trago de agua y la miró. Entonces, cambió de tema.

      –¿Cómo me has encontrado?

      –Me han ayudado. Esa es otra razón por la que no me puedes mantener aquí contra mi voluntad. Jett terminará preocupándose y llamará a la policía.

      –¿Jett? –repitió él. Los ojos le ardieron de furia antes de recuperar el control–. ¿Novio? ¿Esposo? ¿Amante?

      Daisy decidió jugar el mismo juego de Justice. Se cruzó de brazos y lo contempló con gesto desafiante.

      –¿Cómo nos encontró ese tal Jett, Pretorius? –preguntó Justice sin dejar de mirarla.

      Para sorpresa de Daisy, una voz respondió:

      –Estoy trabajando en ello.

      –Pues date


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