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E-Pack Jazmín B&B 2. Varias AutorasЧитать онлайн книгу.

E-Pack Jazmín B&B 2 - Varias Autoras


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me parecía que era lo único que controlaba.

      –Mi hermana no se dedicó a pelearse, pero tomó drogas durante un tiempo. Por suerte, salió de aquello, pero no pudo soportar que mi padre enfermara. A los dieciocho años se fue a Los Ángeles. Es actriz, o trata de serlo. Ha hecho un par de anuncios y trabajado de extra en el cine. Básicamente, es camarera.

      –¿Qué le pasa a tu padre?

      –Tiene Alzheimer. Está en la fase final.

      –¿Cuántos años tiene?

      –Cincuenta.

      –Vaya, es muy joven para tener Alzheimer.

      Ella asintió.

      –No es habitual, pero a veces sucede. Comenzó a mostrar síntomas a los cuarenta y siete, y la enfermedad avanzó muy deprisa. Lo medicaron de diversas formas, pero nada funcionó. No creo que pase de este año.

      –Lo siento.

      Ella se encogió de hombros y bajó los ojos.

      –La verdad es que murió hace meses, al menos en lo que realmente importa. Solo es un cuerpo que sigue funcionando. Y sé que odia vivir así.

      Parecía tan triste que él tuvo deseos de abrazarla o hacer algo que la consolara, pero no le pareció adecuado. Así que lo único que le quedaban eran las palabras y las experiencias compartidas, ya que sabía lo doloroso y traumático que era perder a un progenitor.

      –Cuando mis padres tuvieron el accidente de coche, él murió en el acto, pero ella sobrevivió y quedó en coma, pero con muerte cerebral. Mi hermano, Ash, que tenía dieciocho años, tuvo que tomar la decisión de dejarla morir.

      –¡Qué terrible!

      –Yo era demasiado joven para entender verdaderamente lo que había sucedido, y pensé que mi hermano lo había hecho porque estaba enfadado con ella o porque no la quería. Solo cuando crecí, entendí que no había esperanza.

      –He firmado un documento de muerte digna para mi padre. Me resultó muy difícil, pero sé que es lo que él quiere. En mi trabajo he visto a padres teniendo que tomar decisiones imposibles. Se me desgarraba el corazón.

      –Entiendo que en un trabajo así acabaras quemada.

      –No me malinterpretes. Me encanta ser enfermera y saber que ayudo a los demás. Pero te agota emocionalmente.

      –¿Crees que lo echarás de menos?

      Ella sonrió.

      –Me parece que el cuidado de las mellizas no me va a dejar tiempo.

      Él esperaba que fuera así. Tal vez no había sido buena idea que librara tan pocas horas. Sabía por experiencia propia lo duro que era cuidar de las mellizas las veinticuatro horas del día. Unas cuantas horas los domingos y un fin de semana al mes no era mucho tiempo libre.

      –¿No crees que será demasiado?

      –¿Cuidar de las niñas?

      –Al aceptar este empleo, abandonas tus relaciones sociales.

      –Lo hice cuando mi padre enfermó y no pudo cuidar de sí mismo. No podía estar solo, así que tenía una persona que lo cuidaba mientras yo estaba trabajando y, cuando volvía a casa, me ocupaba yo de él.

      –¿Esa persona iba todos los días? Sería caro.

      –En efecto. Los ahorros de mi padre se esfumaron en unos meses, pero no quería que fuese a una residencia y estuvo conmigo hasta que fue posible. Pero, al final, ya no podía atenderle como era debido.

      –¿Cuándo salías a divertirte?

      –Siempre he sido muy hogareña.

      –¿No tienes novio?

      El ceño fruncido de Sierra le indicó que había tocado un tema delicado. Y, además, no era un asunto de su incumbencia.

      –Me dirás que no me meta donde no me llaman.

      –No importa. Las cosas ahora mismo son un poco complicadas. No me siento emocionalmente capacitada para tener una relación, aunque para alguien como tú sea difícil de entender.

      –¿Alguien sin ningún tipo de moralidad?

      Ella lo miró con los ojos muy abiertos.

      –No, me refería a…

      –No pasa nada –respondió él riéndose–. Hace unos meses, probablemente no lo hubiera entendido.

      Salir con mujeres y con amigos formaba una parte tan intrínseca de su personalidad que no hubiera comprendido la idea de llevar una vida tranquila y sin sobresaltos. Desde la pérdida de su hermano, su actitud y su comprensión de lo que era importante de verdad habían cambiado.

      –Las prioridades cambian –afirmó.

      Ella asintió.

      –Así es. Se ven las cosas de cierta forma y, de pronto, uno se da cuenta de que no es eso lo que quiere.

      –Te entiendo perfectamente.

      –Las quieres mucho.

      –¿A las mellizas? –él sonrió–. Sí. ¿Cómo no voy a hacerlo? No entraba en mis planes, pero quiero lo mejor para ellas. Se lo debo a Ash. Se sacrificó mucho para criarme. Tuvo que aplazar sus estudios en la universidad y trabajar en dos sitios, y te aseguro que yo era un niño muy difícil. Hay quien cree que, como las mellizas no eran hijas biológicas de Ash, no tengo ninguna responsabilidad hacia ellas. Incluso la madre lo piensa.

      –¿A qué te refieres?

      –Su abogado se puso en contacto con el mío. Parece ser que ella vio en el telediario que Ash y Susan habían muerto y quería que le devolvieran a las niñas. Supongo que creyó que no serviría para padre.

      –¿Y no te lo pensaste?

      –En ningún momento. E incluso aunque hubiera creído que no estaba capacitado para ocuparme de las niñas, ¿por qué iba a dárselas a alguien que no las había querido desde el principio?

      Ella volvió a fruncir el ceño.

      –Tal vez ella las quisiera, pero no pudiera quedarse con ellas. Tal vez creyera que lo mejor para las niñas era darlas en adopción.

      –¿Y eso cambió en cuestión de cinco meses? ¿Cree esa mujer que puede ofrecerles más que yo? Conmigo nunca les faltará de nada. Tendrán todo lo mejor. ¿Podría ella hacer lo mismo?

      –¿Así que supones que, como no es rica, no sería una buena madre? –preguntó ella en tono cortante.

      –La verdad es que no sé por qué las dio en adopción, pero no importa. Mi hermano las adoptó y las quería como si fueran de su propia sangre, y deseaba que las educara yo. Cumplo con sus deseos.

      –Perdóname, no quería ser brusca, pero es que, por mi trabajo, he conocido a muchas madres jóvenes a quienes han juzgado mal. Es una reacción instintiva defenderlas.

      –Por no mencionar que sin duda conoces mi reputación y dudas de mi capacidad para educar adecuadamente a las niñas.

      Ella negó con la cabeza.

      –No he dicho…

      –No ha hecho falta –era increíble la cantidad de gente que no creía que sería un buen padre.

      Pues les demostraría que estaban equivocados.

      –Como ya te he dicho –declaró con voz firme–, las prioridades cambian. Para mí, las niñas son lo primero, y siempre será así.

      A SIERRA le resultaba difícil de creer lo insolente que había sido con Coop la noche anterior.

      Revivió la conversación mentalmente mientras preparaba a las niñas para que


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