Cazadores de la pasión. Adrian AndradeЧитать онлайн книгу.
garantizarse su seguridad de desplazarse. Eventualmente son estudiados por el personal responsable dentro de las instalaciones del instituto mientras otros permanecen bajo el custodio de voluntarios.
—¿Voluntariados?
—Debido a la demanda de muchas piezas, nuestras instalaciones no son suficientes para almacenar todo lo hallado por tanto tenemos un programa de custodios, descuiden son personas altamente calificadas y de confianza.
—Interesante —concluyó Obeth.
—¿Alguna otra inquietud?
El silencio volvió a reinar.
—El futuro siempre está en la mente de todos, pero no es más que una ilusión porque su naturaleza es inexistente. No ha sucedido todavía y no sabemos si vaya a suceder de esa forma anticipada o imaginada. Es impredecible, más tenemos la alternativa de obtener una noción mediante la exploración de nuestro pasado. Como podrán darse cuenta, ahí está la clave —Alex señaló alrededor de Teotihuacán—. Los aztecas bautizaron esta zona como la Ciudad de los Dioses y tras décadas de persistentes estudios, investigaciones y excavaciones, se han hecho grandes descubrimientos gracias al avance de las tecnologías. No obstante, adquirir estas herramientas viene de un alto costo. Por consiguiente, si deciden unirse a esta noble cruzada, obtendrán no sólo un incremento en sus inversiones sino poseerán los orígenes de la humanidad como también los de sus secretos para construir un mejor futuro.
—Excelente elección de palabras, Licenciado Romero.
Alex aguardó en silencio ante la presencia del Dr. Tessier.
—Caballeros, es hora de reanudar las negociaciones, si son tan amables de seguirme.
Los inversionistas acudieron con el Dr. Tessier mientras Alex permaneció atento a las indicaciones de Gerardo, su jefe directo.
—Te puedes retirar a comer, pero regresarás a cubrir los siguientes dos turnos.
—¿Qué? ¡Hice todo lo que me pediste!
Gerardo le arrojó la cartera a sus pies.
—El ingreso a la última cámara fue cancelada porque casualmente la abertura se colapsó, así de la nada; pero ambos no creemos en casualidades ¿verdad Alejandro?
—Lo Siento —dejó escapar con insinceridad.
—Eso está por verse.
Alex deseaba haberse revisado sus bolsillos antes de haber emergido del Templo de la Serpiente Emplumada, si no fuese por la distracción de Caleb, quizás y se hubiera librado de este importante detalle, pero ya no era posible cambiar dicho tropiezo.
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