Peces y dragones. Undinė RadzevičiūtėЧитать онлайн книгу.
¿Cómo que por la cabeza?, pregunta Castiglione.
¿No llevan trencita?, pregunta Castiglione.
Llevan un gorrito blanco, dice el padre Ripa.
***
El emperador se ha vuelto loco.
Dice el padre Ripa.
Su Excelencia, aunque no nos esté permitido llamarlo así, quiere alojar a los jesuitas portugueses y franceses en una misma casa.
Eso es absolutamente imposible, dice Castiglione.
Sí, absolutamente imposible, dice el padre Ripa. Cualquier cosa menos con esos ichingistas3.
***
Los portugueses lo llaman «oportunismo».
Todos esos esfuerzos franceses.
Por estudiar el I Ching.
Por buscar en los textos clásicos chinos héroes bíblicos o sucesos bíblicos.
Y no solo buscarlos.
También por encontrarlos.
Los franceses intentan demostrar que los chinos ya conocían la Revelación, dice el padre Ripa.
***
En los colegios de los jesuitas todos los alumnos tienen un rival personal.
Cada clase está dividida en dos bandos que compiten entre sí.
Para que nadie caiga en el pecado de la pereza.
Para un jesuita, la competición es un estado natural.
La buena noticia esta vez es que el emperador ha hecho llegar los regalos de Año Nuevo para las misiones jesuitas de ambos países —la francesa y la portuguesa— por separado.
Muchos cestos de carne de corzo, de conejo, de faisán y de pescado.
¿También tendones de corzo?, pregunta Castiglione.
Sí.
No hay por qué sorprenderse, son la segunda exquisitez de palacio.
¿Y cuál es la primera?, pregunta Castiglione.
La sopa de nido de golondrinas es la tercera, dice el padre Ripa.
¿Unas setas que parecen la cabeza de un mono?
Pregunta Castiglione.
El anciano emperador de la dinastía Qing es demasiado viejo, dice el padre Ripa.
Demasiado viejo para convertirse.
***
Ha llegado el enviado del papa Clemente XI.
Ambrosius Mezzabarba.
Se comenta ya en la Ciudad Prohibida y en la Misión jesuita: Mezzabarba está allí para mitigar el conflicto surgido por los «ritos chinos». Se dice también que trae consigo «ocho permisos».
Ocho permisos para los ritos chinos.
Con ocasión de su visita metieron en prisión a Teodorico Pedrini.
Se negó a firmar el último documento presentado por Mezzabarba: Diario de los mandarines.
Y no lo metió en prisión el cuarto emperador de la dinastía Qing.
No.
Sino aquellos que ya hacía tiempo que debían haberlo hecho, dice el padre Ripa.
El padre Teodorico Pedrini está preso en la residencia de los jesuitas franceses.
Ni siquiera el anciano cuarto emperador de la dinastía Qing puede hacer nada.
O a lo mejor es que empieza a aburrirle la música.
Y a lo mejor le duele ya la mano derecha.
De tanto clavicordio.
No todo iban a ser malas noticias.
El cuarto emperador de la dinastía Qing ha permitido que Mezzabarba se lleve los restos de De Tournon.
De Tournon fue el primero.
El primer enviado del papa que intentó dialogar con el cuarto emperador de la dinastía Qing sobre los «ritos chinos».
El diálogo no tuvo éxito.
Por culpa del propio De Tournon.
Él tampoco sabía comportarse, dice el padre Ripa.
Igual que la mayoría de los enviados del papa.
Es por eso que el cuarto emperador de la dinastía Qing lo metió preso. Y allá encerrado murió De Tournon.
El padre Ripa habla con solemnidad, pero no puede disimularlo: está contento.
No vale la pena regresar ahora, dice el padre Ripa.
El emperador es ya un anciano.
Y muy pronto podremos emprender un nuevo intento desde cero.
3
En el momento en que el quinto emperador de la dinastía Qing subió al trono, volvió la esperanza.
Todos los jesuitas se pusieron muy nerviosos.
Incluso los franceses estaban nerviosos.
Los nervios en la Misión decayeron a los pocos meses.
¿Es el quinto emperador demasiado mayor o no es demasiado mayor?
La pregunta sigue sin respuesta.
Si es demasiado mayor, que deje al menos que eduquen a su joven príncipe.
Castiglione también se puso nervioso.
Los nervios siguieron ahí y no le abandonaron hasta pasados cuatro años.
Hasta ahora que el quinto emperador de la dinastía Qing lo ha trasladado al taller de los pintores.
Así que Castiglione ha decidido esperar.
Esperar y no escribir al general.
***
Giuseppe Castiglione ya desenrolló una vez y midió el rollo de seda destinado al cuadro Cien caballos.
Casi ocho metros de longitud.
Solo ha sido poco a poco que Castiglione ha llegado a comprender del todo el encargo y los deseos del quinto emperador de la dinastía Qing. El emperador intenta con todas sus fuerzas ser chino y apoya incluso el confucionismo para ocultar su naturaleza medio mongola ante los demás y ante sí mismo. Pero no por eso deja de ser medio mongol.
Y el caballo es lo más importante en la vida de todo mongol.
A Castiglione le han contado, incluso: los oficiales del ejército mongol les cortaban los pies a sus soldados.
Para que nunca más pudieran bajarse del caballo.
No se puede decir lo mismo de los chinos.
El principio de la centena no es nuevo en la pintura china.
Uno de los ancianos paisajistas chinos le habló una vez a Castiglione del célebre cuadro llamado Infancia.
Que representaba a cien niños.
Y lo importante aquí no es el número.
Uno de los pintores de caballos más famosos de la dinastía Sung pintó más de mil caballos, copiando la obra de otro pintor de caballos de la dinastía Tang.
Eso fue hace más de seiscientos años.
Ese pintor de la dinastía Tang también fue el más famoso de su tiempo.
Si acaso el pintor de la dinastía Sung hizo una copia exacta o mejor que la original: no está claro.
Después de la copia, el primer cuadro desapareció