Repensar las desigualdades. Elizabeth JelinЧитать онлайн книгу.
Estado las demandas por el reconocimiento de la diferencia cultural y los derechos de los grupos minoritarios, pierde tal rol inequívoco cuando la ciudadanía toda se tiñe de indigeneidad. ¿Qué sucede cuando todos, incluido el Estado, se vuelven indígenas? Con un análisis del conflicto en torno al parque nacional y el territorio indígena Tipnis, el autor sigue la transformación del gobierno de Evo Morales y de sus contradicciones cuando su utilización del indigenismo como una herramienta del arte de gobernar ha privilegiado a algunos pueblos indígenas sobre otros. De hecho, el despliegue de Morales de una retórica indígena en los foros globales, al plantear una reserva moral del Estado indígena de Bolivia en defensa de los recursos naturales, se contradice con su promoción nacional de las industrias extractivas (gas, petróleo y litio) en nombre de desarrollo. Su gobierno, por consiguiente, incentivó movilizaciones sociales indígenas en contra del despojo de sus derechos, a la vez que favoreció a los pequeños agricultores capitalistas y a los pobres urbanos. Canessa sostiene que “pensar la indigeneidad en los términos discursivos de los desposeídos poscoloniales es sencillamente inútil para el abordaje de estas tensiones y contradicciones”.
Con una vasta experiencia etnográfica en el país, Canessa sugiere que no hay que pensar la indigeneidad como una categoría fija, sino como discursos cuyos sentidos a menudo compiten; además, son discursos que varían según la escala de uso. En el plano global, se entiende directamente como una defensa del medio ambiente, aunque el indigenismo también lo pueden esgrimir tanto Morales (el Estado) como los grupos locales. Es en los planos nacional y local donde surgen los conflictos que muestran sentidos contradictorios sobre qué representa la indigeneidad y para quiénes. Tomando a Bolivia como caso de estudio, Canessa aborda cuestiones más amplias, como algunas consecuencias ambiguas de la transformación global del término “indígena” desde una categoría usada para describir (y desposeer) a los pueblos sujetos en los regímenes coloniales hasta convertirse en una identidad autodeclarada de liberación y derechos. Entre estos extremos, Canessa remarca la necesidad de analizar la diferenciación interna y advierte contra el peligro de “suponer que los pueblos indígenas están siempre y en todo lugar en lo correcto o incluso que son, por definición, los colonizados, nunca los colonizadores”. Concluye con la sugerencia de que, con el fin de abordar las paradojas creadas cuando la indigeneidad trabaja tanto para crear nuevas jerarquías como para desmantelarlas, es necesario indagar en la diversidad de voces y demandas indígenas.
Por su parte, el capítulo de Luis Reygadas explora las desigualdades sociales desde la perspectiva simbólica. Sobre la base de investigaciones antropológicas y sociológicas anteriores, el autor busca ofrecer una respuesta sistemática a la pregunta: ¿cómo forman los símbolos a las desigualdades? Para eso, identifica cinco procesos simbólicos principales de producción, reproducción y cuestionamiento de las desigualdades sociales: creación de categorías y límites; atribución de valores a las categorías creadas; conversión de categorías (diferencias) en desigualdades; creación y distribución de capital social; luchas por la legitimidad de las desigualdades. El autor describe estos patrones simbólicos de reproducción de las desigualdades no como una repetición estática de las asimetrías existentes, sino como campos dinámicos de fuerzas donde los actores que usan estrategias para mantener las distancias sociales compiten con los actores interesados en mitigar las desigualdades. Aunque algunos de estos mecanismos simbólicos ya han sido investigados en estudios anteriores, el esfuerzo realizado por Reygadas de reconstruir críticamente estos procesos en detalle y, además, demostrar cómo se relacionan entre ellos, representa una ampliación importante de los estudios existentes sobre la desigualdad. Así, el capítulo integra procesos simbólicos que tienen lugar en diferentes niveles y esferas sociales (economía, política, instituciones, vida cotidiana) en una matriz de análisis coherente y abarcadora. Visto a través de la lente de esta matriz, se puede determinar con precisión el nexo complejo entre los procesos materiales y simbólicos que configuran las desigualdades existentes.
Parte III. Dinámicas de producción y transformación de las desigualdades
La tercera y última sección del libro refiere a las dinámicas que producen las desigualdades y, además, a los procesos de transformación y las reacciones que estos pueden causar. Dichas dinámicas implican conflictos y disputas desarrolladas en diferentes ámbitos usando múltiples repertorios de acción, desde el escándalo público hasta el cabildeo y la corrupción. Los estudios de caso presentados en esta sección siguen los procesos en que se generan y mantienen las desigualdades, y revelan asimismo su carácter político y disruptivo. Aunque se ocupan de conflictos observados en localidades y Estados nación específicos, comparten una preocupación por interpretar las luchas locales en el contexto de sus interdependencias globales e históricas. Para ello, los capítulos reelaboran conceptos que pretenden trazar la continuidad temporal (capas de desigualdades) y los vínculos transnacionales de los procesos de producción, comercialización y consumo (cadenas globales de materias primas), así como de reproducción social (cadenas globales de cuidado).
Desde una perspectiva sincrónica, los capítulos de esta sección abordan los cambios recientes en la estructura social asociados con las estrategias individuales de movilidad (migración), así como con las políticas públicas (planes de reducción de la pobreza, políticas “multiculturales” y acuerdos neoextractivistas). Este conjunto de transformaciones abrió nuevas líneas de conflicto y nuevas preguntas conceptuales para quienes estudian la desigualdad. Se refiere a las controversias en torno a las políticas que (re)crean diferencias, como la acción afirmativa en Brasil o los derechos especiales a la tierra para las comunidades rurales afrodescendientes en Colombia.
En su capítulo, Jairo Baquero-Melo utiliza el concepto de “capas de desigualdades” para comprender la imbricación de los procesos económicos, políticos y sociales que, históricamente y en la actualidad, produjeron y reprodujeron las desigualdades en la región del Bajo Atrato, en Colombia. Si bien las categorías sociales son fundamentales para analizar la superposición de las desigualdades, para el autor estos procesos afectan múltiples grupos sociales. Más específicamente, en su estudio de caso, señala que si bien la expansión de los derechos multiculturales colectivos a la tierra que se da en Colombia desde los años noventa benefició a los afrodescendientes, otros grupos que a lo largo de la historia también fueron despojados de sus derechos laborales y de acceso a la tierra, como los campesinos mestizos, son menospreciados por la Estado. Ambos grupos comparten una experiencia de conflictos y violencia por la tierra vinculada con la agroindustria global, que sigue reconcentrando la tierra y contrarrestando las fuerzas que promueven la igualdad. Tal “legalización” de la diferencia, como él la concibe, ha sido un resultado contradictorio de las políticas multiculturales. Por lo tanto, para el autor la intersección de las categorías sociales de clase, raza y etnicidad debe considerarse en todos y cada uno de los distintos grupos de desposeídos.
Baquero-Melo sigue los procesos históricos que configuran relaciones asimétricas entre los diferentes grupos sociales a través de las categorías de clase, raza y etnia, desde los tiempos coloniales hasta la Colombia contemporánea, plagada de conflictos armados. Su estudio sobre la región del Bajo Arato, donde los desalojos forzados son parte de la experiencia habitual de campesinos mestizos y afrodescendientes, es un ejemplo de las relaciones entre desigualdad y violencia, implementada como mecanismo que produce y reproduce las desigualdades.
El capítulo de Sérgio Costa toma el caso de Brasil, donde el reciente ciclo de crecimiento económico combinado con el aumento de los gastos sociales llevó a una enorme expansión del consumo, sobre todo de bienes duraderos. Al combinar los enfoques marxista y weberiano en el estudio de las desigualdades y, en particular, las contribuciones de Kreckel (2004) y Therborn (2013), el capítulo busca reconstruir las conexiones entre los cambios recientes en la estructura social brasileña y los conflictos políticos que llevaron a la destitución de la presidenta Dilma Rousseff en agosto de 2016. El capítulo describe una matriz multidimensional, según la cual cinco vectores principales son relevantes para la definición de clases o estratos en dicho país: riqueza, posición en espacios jerárquicos, conocimiento, asociaciones exclusivas/excluyentes y derechos existenciales. Incluso si las distancias sociales medidas en términos de ingresos y otros activos permanecieron intactas, la aparición de un nuevo contingente de consumidores desafió a la clase media establecida, que perdió su monopolio para usar ciertos