El continente vacío. Eduardo SubiratsЧитать онлайн книгу.
título dentro de su demarcación que los Reynos de Castilla, antes parece que en las Yndias con mayor»,42 a saber, el título de la cruzada de la cristianización.
En su biografía de Hernán Cortés, José Luis Martínez recuerda asimismo la proximidad de las legitimaciones de la guerra santa contra los indios y el significado cristológico de su impulso conquistador y fundacional con respecto al espíritu de Las siete partidas de Alfonso X. «Por acrecentar los pueblos su fe» y «servir et honrar […] a su señor» son los dos temas dominantes en aquellos documentos, asimismo recurrentes en las estrategias legitimadoras de la Conquista.43 Citando a Frankl, autor que suscribe, asimismo, que Cortés se revela «como el gran creyente de la idea de la poderosa monarquía social esbozada en Las partidas, como hombre de esencial orientación política».44
Solo a partir de esta continuidad política y teológica de las guerras contra el islam sobre el proceso colonizador americano es posible revelar su significado interior y su sentido espiritual. Podemos llamar lógica de la colonización a aquel proceso discursivo e institucional por medio del cual se instauró un principio de dominación y dependencia sobre las comunidades y la existencia individual del indio. Proceso que comprende la «conquista espiritual», es decir, lo que se ha llamado vaga e impropiamente «evangelización» (puesto que los breviarios, catecismos y confesionarios son, en rigor, libros doctrinarios, no libros sagrados). Las estrategias misioneras de América que comprenden desde la política sacramental hasta el sistema de impuestos eclesiásticos, y desde la propaganda de la fe hasta los sistemas punitivos de herejías, idolatrías y heterodoxias, constituyen sin duda alguna el centro axial de este discurso colonizador. La razón colonial es, en primer lugar, una teología de la colonización.
Las palabras de un Martín Fernández de Enciso declarando América tierra de promisión, potestad otorgada por Dios a España para legitimar en su nombre la apropiación de tierras y la esclavización inmediata de sus habitantes, ilustran esta dimensión teológica de la conquista.45 Las frases grandilocuentes de Sepúlveda sobre la muerte y el dolor infligido sobre indios como acto de caridad cristiana son testimonio de la misma dimensión moral de la conquista. En el mismo orden de cosas, pueden citarse las estrategias de conversión definidas por Acosta como esclarecimiento y defensa de la libertad de los indios, un concepto racional de libertad que suponía, como condición epistemológica absoluta, la abstracción o la «extirpación» de su anterior «servidumbre» a sus tradiciones y formas de vida.
Teología de la colonización definida en primer lugar por la bula Inter caetera: «ac barbaricae nationes deprimatur et ad fidem ipsam reducantur [principio de depresión y vasallaje por la guerra]; populos […] ad christianam religionem suscipiendum inducere velitis et debeatis [el objetivo de propaganda e adoctrinación subsiguiente al allanamiento militar y la sujeción política]; ad instruendum […] in fide catholica et bonis moribus imbuendum»,46 el principio civilizador, o sea, transformador de las formas de vida bajo el nuevo orden, subsiguiente al vasallaje y la conversión. Principio de vasallaje o sujeción por medio de la violencia y la guerra, de la persecución y la tortura; subsiguiente principio de subjetivación a través del bautismo compulsorio y masivo, y a través del nuevo nombre y la nueva ley que el bautismo instaura; finalmente, principio de propaganda, catequesis y vigilancia como momento supremo que confiere valores, significados, contenidos nuevos a un proceso al mismo tiempo destructivo y abstracto, brutal y sublime de sujeción y subjetivación, de destrucción y aculturación: esos son los periodos o etapas históricos y lógicos que se suceden a lo largo de la colonización americana.
27 Cf. Bartolomé de las Casas, Tratados (México: FCE, 1965) t. 2, 1279.
28 Observo esta yuxtaposición o sobreposición de campos semánticos entre palabras que hoy tendrían una diferenciada definición conceptual ya en las primeras páginas prologales del tratado de Juan de Ovando, De la Gouernacion spiritual de las Yndias (1571) (Barcelona, 1977), 129.
29 «11 de Octubre […] Ellos andan todos desnudos […] muy bien hechos, de muy fermosos cuerpos y muy buenas caras […] ellos no traen armas ni las cognosçen […] no tienen algún fierro […] ellos deben ser buenos servjdores y de buen yngenjo […] y creo que ligeramente se harían chpistianos, que me pareció que ninguna secta tenjan […] 21 de Febrero […] bien dixeron los sacros theólogos y los sabios philósophos que el Parayso Terrenal está en el fin de Oriente». Cristóbal Colón, Los cuatro viajes. Testamento, ed. por Consuelo Valera (Madrid: Alianza, 1986), 63 y 194.
30 El concepto de «hallazgo» y de «descubrimiento» es cuestionado por Francisco de Vitoria en su tratado Relectio de Indis: «Pero como aquellos bienes no carecían de dueño, no pueden ser comprendidos en este título (el derecho del descubrimiento. Al principio no se alegaba otro, y con este solo título se hizo al principio Colón, el genovés, a la mar)» (Madrid, 1989), 85 y ss.
31 Esta bula define explícitamente la empresa colonizadora como cruzada, en la misma medida en que invoca a los reyes españoles a asumirla bajo el mismo espíritu que la última fase de la Reconquista: «a imitación de los reyes vuestros antecesores de clara memoria, propusisteis con el favor de la divina clemencia sujetar las susodichas islas y tierras firmes, y los habitantes y naturales de ellas reducirlos a la fe católica». Cf. traducción castellana de la bula en Las Casas, Tratados, t. 2, 1284 y ss. Cf. versión latina en Francisco Javier Hernáez, Colección de bulas, Breves y otros documentos relativos a la Iglesia de América y Filipinas (Vaduz: Kraus Reprint, 1964), 12.
32 Después de Al-Andalus Jerusalén: tal la consigna de la Hermandad de los Caballeros de Ávila en 1172. «Aunque los papas estimaban que los españoles debían luchar con los musulmanes en España y no en Tierra Santa muchos españoles pensaban con Alfonso que una vez que se pusiese punto final a la Reconquista había que cruzar el mar para lanzarse sobre el mismísimo corazón del Islam». Cf. Derek W. Lomax, La reconquista (Barcelona: Crítica, 1984), 110. La sagrada Tenochtitlán se convirtió en el sucedáneo de la Ciudad Santa.
33 Vasco de Quiroga, De debellandis Indis, ed. de René Acuña (México: UNAM, 1988), 152-153, 155 y 177.
34 Alain Milhou, Colón y su mentalidad mesiánica en el ambiente franciscanista español (Valladolid: Casa-museo de Colón 1983), 41 y ss.
35 Georg Friederici, El carácter del descubrimiento y de la conquista de América (México, 1973), 323 y ss.
36 Cf. Lewis Hanke, Estudios sobre Bartolomé de las Casas y la lucha por la justicia en la conquista española de América (Caracas: Universidad Central de Venezuela, Ediciones de la Biblioteca, 1968), 92.
37 En este sentido peca de ingenuidad Lewis Hanke al estudiar tan minuciosamente las causas de la ineficacia, en un sentido moral se entiende, de los muy eficaces Requerimientos en aspectos como la falta de intérpretes adecuados u otras dificultades técnicas de esta clase de pronunciamientos.