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Mayas. El ciclo desconocido. Dino AlreichЧитать онлайн книгу.

Mayas. El ciclo desconocido - Dino Alreich


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6:00 p.m.

      El aeropuerto se mostraba muy inquieto. La gente iba y venía acelerada procurando no perder sus vuelos. Entre el desasosiego de la gente se notaba la figura de un famoso personaje dentro del mundo de la arqueología, sin embargo, para muchos en aquel lugar pasaba desapercibido. El Doctor Eugene Smith se encontraba a paso acelerado en el Terminal del aeropuerto. Faltaba sólo media hora para emprender su viaje rumbo a Chiapas, México, en una investigación para el Departamento de Arqueología de la universidad donde trabajaba ya por veinticinco años. Renombrado en su área de trabajo, eran pocos los que conocían el lado oscuro de su persona. Ante la gente, su impresión era de una persona respetable, elocuente y de gran valor académico, pero en las sombras de su vida había una historia misteriosa que contar. El segundo propósito de su viaje a México era el traer consigo a un prospecto. Su víctima nunca tendría la mínima sospecha del trágico final a la cual la conducirían, sin embargo, el señor Smith estaba seguro que la conseguiría, pues era muy raro que no lograra sus objetivos por medio de toda clase de técnicas de manipulación y engaño.

      El cincuentón profesor tuvo la sensación por un momento que alguien le seguía. Por un momento se detuvo.

      –Señor. –le llamó un extraño.

      El Doctor Eugene Smith volteó a mirar a quien le llamaba. Se trataba de un hombre que aparentaba tener algunos sesenta años. Antes que el señor Smith hiciera alguna pregunta el hombre se apresuró a hablar.

      –Señor, ¿es ésta su billetera? –dijo el hombre mostrando la cartera al acercarse.

      Smith no mostró sorpresa alguna, en cambio en su mirada había una expresión de malicia.

      –No lo puedo creer. –contestó Smith fingiendo sorpresa.

      –Señor, usted perdió su cartera en la cafetería. Cuando pude notarla, ya usted había salido y se había adelantado bastante por lo que llevo un rato tratando de alcanzarle. –dijo el hombre entregándole la billetera.

      El Doctor Smith lo miró a los ojos, tomó la billetera y la encontró intacta. Smith mostraba una apariencia ruda y tosca, siempre denotando malicia en su mirada.

      –Señor, cuanto le agradezco que haya actuado de esta manera tan amable conmigo. –reaccionó Smith estrechando conversación con el hombre.

      Smith hizo el gesto de sacar algunos billetes para pagarle a aquel extraño por el buen acto de recobrar su billetera.

      –Esto es por haber obrado de buena fe. –dijo Smith ofreciéndole cincuenta dólares a aquel hombre.

      –No, para nada, no tomaré dinero alguno por este favor. –respondió el hombre.

      –A la verdad que todavía queda gente buena en la sociedad. –comentó Smith–. Dígame, ¿cuál es su nombre? –indagó.

      –Jacob Burke, ese es mi nombre. –contestó.

      –Señor Burke, mucho gusto en conocerle. –dijo Smith con tono amable.

      –Su nombre ya lo sé pues lo leí en las identificaciones de su billetera al abrirla para asegurarme que realmente era suya. –dijo Burke.

      –Señor Burke, le agradezco por el gran favor que me ha hecho al devolverme la billetera. Ahora debo irme pues no quiero perder mi vuelo. –dijo Smith.

      –¿Hacia donde se dirige? –preguntó Burke.

      –Me dirijo hacia México. –contestó Smith.

      –¡Qué coincidencia! –dijo Burke.

      –Que bueno que viaje hacia México, así no estaré sólo en el viaje. –comentó Smith.

      –¿Viaja por negocio o por placer? –indagó Burke.

      –Por negocio, ¿y usted? –preguntó Smith.

      –Me dirijo hacia Chiapas pues me han dicho que hay mucho para ver en esa zona. Con el deseo de despejar mi mente, me decidí a aventurarme en este viaje. –dijo Burke.

      –¿De veras? –inquirió Smith–. ¿Estamos en el mismo vuelo? –preguntó.

      Burke tomó su pasaje y verificó su número de vuelo.

      –¿Es éste su mismo vuelo? –preguntó Burke.

      –Sí, es el mismo. ¡Que bien! –reaccionó Smith–Entonces, nuevo amigo, le invito nuevamente a acompañarme en el viaje hacia México. –le comentó.

      –Me parece interesante su propuesta. –dijo Burke.

      Ambos tomaron el mismo avión rumbo a México. Allí en el avión conversaban.

      –Señor Smith, ¿cuál es específicamente su trabajo? –indagó Burke.

      –Soy arqueólogo. –respondió Smith.

      –¡Wao! Eso sí que es un trabajo interesante. –comentó Burke.

      El sonido del celular del señor Smith interrumpió la conversación.

      El señor Smith hablaba en voz muy baja por su celular. Por alguna razón no quería ser oído por nadie.

      –Objetivo cumplido. –dijo el señor Smith por medio de su celular.

      –Usted es un genio, siempre lo logra. –le contestó una voz femenina.

      –Veré de que manera pudo atraerlo a mi equipo de trabajo, así evitaré perderle el rastro. –dijo Smith–Usted, ¿consiguió la suya? –preguntó.

      –Claro que sí, estoy en eso. El hombre cayó rendido ante mis encantos. Si supiera lo que le espera. –dijo riendo la dama al teléfono–. Bafomet estará muy contento ante nuestras ofrendas. De seguro favorecerá todos nuestros proyectos.

      –Excelente. Nos reuniremos como lo acordamos de antemano el día 31 de Octubre en el altar de Bafomet en el lugar que anteriormente acordamos.–dijo Smith.

      –Allí nos veremos. –acordó la dama.

      –Adiós. –se despidió el señor Smith apagando su celular.

      –Discúlpeme. –se excusó el señor Smith retomando la conversación con el señor Burke–. Y usted, ¿a qué se dedica? –indagó.

      –Soy polifacético pues soy ministro de una iglesia bautista y durante el día soy fotógrafo y camarógrafo para un noticiero de mi país. –respondió Burke–. Vine a este aventurero viaje sólo, por el hecho que mi esposa falleció hace un mes de cáncer, pero se me ha hecho muy difícil superar su ausencia, es por esto que quise venir a México a ver si despejo un poco mi mente y la ocupo en otras cosas. Me han contado que México posee muchos lugares turísticos para ver y creo que esto servirá de terapia para mi mente.

      –Excelente idea. Mire, le propongo algo. Voy de camino hacia la zona arqueológica de Palenque en México. Allí hay diversidad de lugares muy interesantes los cuales usted puede visitar. También necesito de un fotógrafo que me asista mientras realizo las excavaciones junto con mi equipo de trabajo. Necesitaré de su ayuda tanto en el centro arqueológico así como en unas conferencias que debo dar en México. Si usted así lo quiere, bien me puede acompañar. –le propuso Smith.

      –Me parece muy interesante su propuesta y muy difícil de rechazar. Estaré alrededor de un mes en México por lo que accederé a su propuesta. –dijo Burke.

      Burke era un hombre a quien le gustaban las aventuras. Aquella propuesta que le hizo el Doctor Eugene Smith se le presentaba como una gran oportunidad. El destino parecía unir de forma casual a aquellos dos hombres en una amistad, sin embargo había algo más que los designios del destino. Por alguna oscura razón macabra el señor Smith había estado vigilando al señor Burke varias semanas anteriores sin que él siquiera lo notara.

       Un amigo es la persona que nos muestra el rumbo y recorre con nosotros una parte del camino.”

      –Francisco Alberoni

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