knifer. Adrian AndradeЧитать онлайн книгу.
y Edgar rieron al ver al típico yo.
—No lo tomes personal compañero, Chris es verdaderamente un bastardo, pero mientras estés a su lado, estarás en buenas manos —aseguró Jack.
Entretanto Jack y Edgar se pusieron a platicar con el novato, yo fui a recostarme en la cama inferior de la litera. A pesar de cerrar los ojos, me encontraba atento de la conversación ajena.
—¿Cómo se conocieron?
—Edgar y yo éramos de la Cuarta División de Marines asignados a la batalla de Iwo Jima y Chris vino por petición personal, nos lo encontramos solo dentro de una de las cuevas de la isla y decidimos permanecer a su lado. Después de capturarse la isla, nos transfirieron a su Primera División para mantenernos juntos.
—He escuchado que ha rechazado varios relevos ¿por qué querrá seguir luchando?
—No tenemos idea —confirmó Edgar—, conociéndolo como es, nunca lo sabremos.
—Me sorprende que siga siendo soldado de primera clase.
—No estoy aquí para escalar rangos —interrumpí—. No me dejan dormir con tanta basura que sale de sus bocas.
Me levanté de la litera y salí al pasillo, Edgar me siguió muy de cerca.
—Perdona por lo de hace rato en la cubierta —me susurró.
—El miedo y la culpa son emociones que definen a un débil de carácter —dije citando a Blake—, pero una persona de carácter fuerte también tiene miedo, la diferencia radica en la forma en que enfrenta sus miedos. No huye ni se paraliza, enfrenta las situaciones de riesgo con audacia y las resuelve de una forma superior ¿Comprendes?
—Oh —suspiro—, esperaba algo más crudo como un no me importa o un vete al carajo, ya sabes por cómo eres, pero gracias por esta inesperada respuesta, creo poder comprenderlo.
—Bien por ti, porque realmente no me importa un carajo lo que hagas, digas y pienses.
No podía explicar lo anterior, era como si el novato hubiera causado sensibilidad en mi frialdad emocional. ¿Acabo de revelar dos líneas de sabiduría a un soldado equis? —me cuestioné. Obviamente sólo había una forma de cuidar mi reputación y era el gran cierre. Lo cual funcionó porque Edgar regresó más confundido al dormitorio.
En el momento en que me recargué a la pared, la alarma comenzó a sonar. Era el llamado para tomar nuestras cosas e ir a cubierta para comenzar a subir en las lanchas de desembarco. Comencé a sentir nervios de nuevo, pero los ignoré comenzando a usar el odio y la frialdad.
El Desembarco
Apresuradamente me dirigí a la cubierta seguido de Jack, Edgar y el novato quien no dejaba de soltar sus armas y municiones. Seguramente se encontraba nervioso por el infierno al cual nos acercábamos. Jack y Edgar decidieron esperarlo mientras yo me adelantaba.
Antes de formarme en las filas para subir a los transportes, fui interrumpido inesperadamente por el sargento de mi sección Bail Parker, hombre en sus cuarentas, alto, delgado y completamente serio como suelen serlo la mayoría de los oficiales.
—Soldado Copeland, necesito conversar contigo en privado.
En un principio me pareció inusual su petición, pero fue porque no me había dado cuenta de que el resto de mis compañeros se encontraban detrás de mí ¡Como detestaba esa cualidad de ellos! Por muy mal que los tratara, siempre permanecían cerca y ahora el novato también. ¿Desde cuándo mis esfuerzos directos se habían debilitado?
—Acompáñame adentro.
—Sí Señor —fingí orgullo.
—No nos moveremos de aquí —afirmó Jack—, te esperaremos.
Antes de que pudiera responderles con un gesto de inconformidad ante su impotencia por separarse de mí, el Sargento se me adelantó.
—No será necesario, el soldado Copeland no los acompañará.
—Pero… —fue interrumpido Jack al instante.
—¡Sólo acudan a las lanchas!
Mis compañeros se quedaron más confundidos y apenados por haber cuestionado al Sargento. En mi caso, me sentí feliz de quitármelos de encima, aunque sentía curiosidad de tal goce.
—¿Se puede saber por qué no los acompañaré?
—Por supuesto, sígueme.
Tuve la oportunidad de voltear y en esa maniobra miré a Edgar con su rostro caído, Jack con insatisfacción y al novato moviendo su cabeza continuamente. La manada traspiraba miedo, mucho miedo. A ese ritmo, el novato se convertiría en presa fácil para el enemigo. Decidí no dedicarle atención porque no me importaba su destino en lo absoluto. La culpa era del sabelotodo que se atrevió a insertarlo en mi equipo.
—No debes ayudar a los demás a salir adelante, porque la debilidad es como una enfermedad, se contagia con facilidad. En el momento de ayudar, te volverás débil y volverás más débil a la otra persona. Para que uno crezca y madure, debe desarrollar la capacidad de resolver sus propios conflictos internos. Tu Christian, debes convertirte exactamente en esa persona capaz de resolver sus problemas sin necesitar de otros. Al lograrlo, las recompensas serán mucho más de las anticipadas.
—Pero no es algo extremista actuar de esta forma —comenté ante el raciocinio de Blake.
—Tanto en guerra como en paz, nunca lo es.
—No hay guerra Blake, sólo una dictadura y se encuentra dentro de Alemania. Dudo de su alcance. Además, sólo busco vengar la muerte de mi padre, por favor ayúdame como quedaste.
—Paciencia Christian, será vengado como te lo prometí.
—Ya me enseñaste a defenderme, me ayudaste a forjar un carácter recto, pero por qué insistes en prepararme para una guerra que no sucederá.
—Está en movimiento, muchacho. La guerra se acerca y combatirás dentro de ella. Es inevitable —guardó silencio—. Tengo dos promesas por cumplir, primero ayudarte a matar al asesino de tu padre y segundo, Thomas me hizo prometer enseñarle lo necesario a su hijo para sobrevivir, pero no puedo forzarlo si éste es débil para aceptarlo; sólo lo volvería débil mediante la compasión y evitaría que descubriera en el proceso su verdadero potencial.
Me sorprendí tanto de la conciencia de Blake al referirse de mí en tercera persona, entonces así comprendí a lo que se refería.
—De uno depende salir adelante —mencioné con cierta duda.
—Así es Christian, al final de cuentas uno siempre estará solo.
—Tú estás aquí.
—De la misma forma que estuvo tu padre, nada es eterno. Esta vida está llena de sorpresas, habrá personas que sólo querrán ver que tanto te pueden sacar provecho, personas que ayudarás y te darán la espalda en cuanto los necesites, personas más valientes que uno mismo pero tontos por no cuestionar en lo que se meten. Tú no seas tonto, si vas a negarle el derecho de auto-descubrirse a un maldito infeliz, hazlo pero obtén ventaja de ello; no existe una acción que no sea egoísta, todas las acciones desde humanitarias hasta de amistades buscan un privilegio, un favor, algo que reclamar a futuro. En tu posición, gánate su confianza y estarán a tu disposición para utilizarlos.
—¿Qué pasa si realmente me vuelvo amigo de una de estas personas?
—Sufrirás el mismo destino de tu padre. Mira Christian, tu padre se hizo de un amigo en específico durante la gran guerra, lo ayudó y lo salvó de la muerte en varias ocasiones. Tras finalizar la guerra, ambos fueron llamados por el Gobierno para mantener la paz a través de medios extraoficiales. En la noche del atentado, ese mismo amigo lo mató a sangre fría y sin mostrar remordimiento. Tantas veces le salvó la vida que no se tocó el corazón de regresarle el favor.
Me quedé perplejo, era la primera vez que me revelaba que