Manual ACSM para el entrenador personal (Color). American College of Sports MedicineЧитать онлайн книгу.
movimiento circular compuesto que implica flexión, extensión, abducción y aducción, configurando una forma de cono.
Desviación radial: abducción de la muñeca en el plano frontal.
Desviación cubital: aducción de la muñeca en el plano frontal.
Oposición: movimiento diagonal del pulgar a través de la superficie palmar de la mano para establecer contacto con el quinto dedo.
Eversión: abducción del tobillo.
Inversión: aducción del tobillo.
Dorsiflexión (o flexión dorsal): flexión del tobillo, de modo que el pie se desplaza en sentido anterior en el plano sagital.
Flexión plantar: flexión del tobillo, de modo que el pie se desplaza en sentido posterior en el plano sagital.
Pronación (pie/tobillo): movimientos combinados de abducción y eversión que dan lugar a descenso del borde medial del pie.
Supinación (pie/tobillo): movimientos combinados de aducción e inversión que dan lugar a elevación del borde medial del pie.
ANATOMÍA MUSCULOESQUELÉTICA
Las tres principales estructuras anatómicas del sistema musculoesquelético que son de interés para el entrenador personal son los huesos, las articulaciones y los músculos. Desde el punto de vista mecánico, la interacción de huesos, articulaciones y músculos determina la amplitud de movimiento (ADM) de una articulación, el movimiento específico permitido y la fuerza producida. La presente sección ofrece una perspectiva general de estas estructuras. Para un estudio más en profundidad de las mismas, el lector puede acudir a una amplia variedad de excelentes referencias (1,16,28,29,33).
Sistema esquelético
El sistema esquelético está formado por cartílago, periostio y tejido óseo. Los huesos de dicho sistema dan soporte a los tejidos blandos, protegen los órganos internos, actúan como fuentes importantes de nutrientes y componentes de la sangre, y sirven como palancas rígidas para el movimiento. En el cuerpo humano hay 206 huesos, 177 de los cuales están implicados en el movimiento voluntario. El cráneo, el hioides, la columna vertebral, el esternón y las costillas forman lo que se considera el esqueleto de la cabeza y el tronco (axial), en tanto que los restantes huesos, en particular los de las extremidades superiores e inferiores y sus respectivas cinturas, constituyen el esqueleto de las extremidades (apendicular) (36). Los principales huesos del cuerpo se ilustran en la figura 3.5.
La estructura ósea puede explicarse tomando como referencia un hueso largo prototípico, como el fémur (el hueso largo del muslo). La porción principal de un hueso largo se denomina diáfisis (fig. 3.6), en tanto que sus extremos son las epífisis. Estas están cubiertas de cartílago articular. El cartílago es una forma semirrígida elástica de tejido conjuntivo, que reduce la fricción y absorbe parte del impacto en las articulaciones sinoviales. La región de hueso maduro en la que la diáfisis se une a cada una de las epífisis se denomina metáfisis. En el hueso inmaduro, esta región comprende la lámina o placa epifisaria, también llamada cartílago de crecimiento. La cavidad medular es el espacio ubicado en el interior de la diáfisis. Dicha cavidad está revestida por el endostio, que contiene las células necesarias para el desarrollo óseo. El periostio es una membrana que cubre la superficie de los huesos, excepto en sus partes articulares. Está compuesto de dos capas, una capa fibrosa externa y otra interna, muy vascularizada, que contiene células destinadas a la formación de hueso nuevo. El periostio sirve como elemento de inserción de ligamentos y tendones, y resulta esencial para el crecimiento, la reparación y la nutrición del hueso (31).
Hay dos tipos de hueso (2): el compacto (o denso) y el trabecular (o esponjoso). La principal diferencia entre ambos estriba en la arquitectura y en la cantidad de materia y espacio que contienen. El hueso compacto está estructuralmente compuesto por osteonas, que cuentan con pocos espacios vacíos. Forma la capa externa de todos los huesos del cuerpo y buena parte de las diáfisis de los huesos largos, proporcionando soporte para la carga de peso. Por el contrario, el hueso esponjoso se caracteriza por ser mucho menos denso. Consiste en un entramado tridimensional de haces o fibras de hueso denominadas trabéculas. Entre ellas se abren espacios, a diferencia de lo que sucede en el hueso compacto. Las trabéculas se orientan de modo que aportan fuerza para resistir a las tensiones que se ejercen normalmente sobre el hueso. En algunos huesos, el espacio entre las trabéculas está lleno de médula ósea, productora de sangre (31).
FIGURA 3.5. Divisiones del sistema esquelético. Tomado de Moore KL, Dalley AF II. Clinical Oriented Anatomy. 4th ed. Baltimore, MD: Lippincott Williams & Wilkins; 1999, con autorización.
Los huesos también se clasifican en virtud de su forma. Los largos (p. ej., fémur, tibia, húmero, cúbito y radio) presentan una diáfisis con conducto medular, en tanto que los cortos (p. ej., carpianos y tarsianos) son relativamente pequeños y cortos. Los huesos planos (p. ej., esternón, escápulas, costillas y pelvis) tienen forma laminar. Por su parte, los irregulares (vértebras, sacro y cóccix) presentan una disposición desigual. Por último, los huesos sesamoideos (p. ej., rótula) se encuentran en los tendones y las cápsulas articulares, y su forma recuerda a la de las semillas de sésamo (38).
Sistema articular
Las articulaciones son los elementos que enlazan los huesos y, junto con los propios huesos y los ligamentos, constituyen el sistema articular. Los ligamentos son componentes de tejido conjuntivo resistente y fibroso que fijan los huesos entre sí. Las articulaciones se clasifican en sinartrósicas, anfiartrósicas o diartrósicas (sinoviales) (31). Las articulaciones sinartrósicas (p. ej., suturas del cráneo) no presentan un grado de movimiento apreciable. Las anfiartrósicas se desplazan ligeramente y se mantienen unidas por ligamentos (sindesmosis; p. ej., articulación tibioperonea anterior) o por fibrocartílago (sincondrosis; p. ej., sínfisis púbica). Las articulaciones sinartrósicas y anfiartrósicas no presentan cavidad articular, membrana ni líquido sinovial (31).
FIGURA 3.6. Anatomía del hueso. Tomado de Willis MC. Medical Terminology: A Programmed Learning Approach to the Language of Health Care. Baltimore, MD: Lippincott Williams & Wilkins; 2002, con autorización.
ARTICULACIONES SINOVIALES
El tipo más común de articulación en el cuerpo humano es el de las articulaciones sinoviales. Estas contienen una cápsula articular fibrosa y una membrana sinovial interna que envuelve la cavidad articular. La figura 3.7 ilustra la singular disposición capsular de la articulación sinovial. Cinco son los rasgos que caracterizan este tipo de articulación (31):
1. Está envuelta en una cápsula articular fibrosa.
2. La cápsula articular envuelve, a su vez, la cavidad articular.
3. La cavidad articular está revestida por una membrana sinovial.
4. La cavidad articular está ocupada por líquido sinovial.
5. Las superficies de articulación de los huesos están cubiertas de cartílago hialino, que ayuda a absorber los impactos y reduce la fricción.
La membrana sinovial produce líquido sinovial, que proporciona una lubricación constante durante el movimiento, a fin de minimizar los efectos de desgaste de la fricción sobre la cubierta cartilaginosa de los huesos que se articulan (31). En ocasiones, las articulaciones están reforzadas por ligamentos. Tales ligamentos pueden ser estructuras separadas (extrínsecos) o engrosamientos de la capa externa de la cápsula articular (intrínsecos). Las fibras de colágeno de los ligamentos están dispuestas de