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Macarras interseculares. Iñaki DomínguezЧитать онлайн книгу.

Macarras interseculares - Iñaki Domínguez


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Tradicionalmente lo practicaban chicos con pocos recursos, pero con la proliferación de gimnasios de lujo, cada vez se enganchan más personas con un nivel adquisitivo elevado. Traía lo mejorcito que había en “Thai Boxing”. El muay thai era el arte marcial de moda entre personajes callejeros, ya en los ochenta. F. [amigo del grupo] competía y era muy bueno».18

      J.: «Su hermano pequeño, el Punkito, intentó entre otras cosas matar al abogado Rodríguez Menéndez por dinero. Era cocainómano, y pequeñito. Era un hijo puta». R., alias La Carrá: «El Punkito empezó con la coca. Se hizo muy amigo de una gente del gimnasio, que paraba por el barrio y se dedicaba al trapicheo. Punkito le debía una cifra a un tío de esos. Estaba acuciado por las deudas de coca. Por eso se metió en lo de Rodríguez Menéndez».

      J.: «El Punkito se hizo malo de verdad. Lo que le gustaba era pelearse. Los padres eran dos personas bajitas, buenísimas personas. Su padre era un militar, un “chusquero”, que entra a hacer la mili y se queda y no pasa de cabo. Gente apocada. El Punkito tenía mucha ira, porque su hermano había muerto. Pagó un par de años de trullo, por lo del Rodríguez Menéndez». «Punkito era conocido. Si lo pillabas drogado por la calle, ni saludarle, ni decirle buenos días, ni hola, ni adiós, ni nada de nada». Le veías «con la mirada cruzada y mejor no acercarse». «Ese tipo de gente, tan descontrolada, no dura mucho porque no es de fiar. Era muy violento, porque sí. Daba igual que fuese pequeño. Era el más salvaje, el que pegaba primero».

      R.: «Bajaron a casa del O. en Málaga. Venían de Marruecos, para la feria de Málaga. Bajó Punkito con la burra [moto] a Málaga. Hace tantos años no había mucha gente con tatuajes. Era bajito, cuadrado, con cara de mala hostia. Íbamos seis u ocho por la feria y la peña se abría. Era un hervidero, y nos metemos en la caseta del pc. Este era muy facha: “Yo ahí no me meto que esos son comunistas”. Le convencemos para entrar. Va la novia del Punkito a mear y está el típico gracioso malagueño tratando de ligar con las chicas que esperan para ir al baño. Y va la novia del Punkito y le dice al tío, “mira, yo no te voy a decir nada, pero aquel de ahí es mi novio”… El Punkito acojonaba con solo verlo. Además, te la liaba».

      J.: «El Punkito se juntó con una banda que se dedicaba a los vuelcos [a robar drogas a traficantes]. La mujer del abogado Rodríguez Menéndez tenía un amante que era miembro de la banda. La tía le encargó al amante que asesinase a su marido abogado, para quedarse con la herencia. Punkito y el susodicho fueron en moto a cumplir con la misión. El que llevaba la pistola era el amante y el Punkito conducía la moto. Se pusieron a la altura del coche del abogado —en el que iba también la mujer de Menéndez—, y dispararon. Pero el conductor-guardaespaldas del abogado repelió la agresión y le metió un tiro en un glúteo al potencial asesino, y ambos escaparon con la moto a toda prisa. Fueron luego a un médico de confianza para curar las heridas del amante, pero la policía interceptó una de sus llamadas y les pilló a todos. Punkito tuvo que pagar con varios años de cárcel».

      R.: «El Punkito era un salvaje. Estaba todo el día en el gimnasio, con el clembuterol. Estaba en todas las discotecas del mundo. Era portero de discoteca. Era más nazi que punki. Le llamaban Punkito porque metía hostias a todo dios. Pero de punki no tenía nada, eh. De punki no tenía nada. Era un nazi de la hostia». Decía la leyenda que se había suicidado en un ataque de rabia pero, al parecer, no fue así. Según R., «cuando salió del trullo estaba viviendo en la calle Cristóbal Bordiú, en una habitación compartida. Un día quedó con F. para darse una juerga. Salieron ese día y se cogieron una buena torrija. Se puso absolutamente de todo. Y entonces, se fue el hombre a su casa y a la madre le extrañó que llevase tres días sin pasar a verla, porque se pasaba a comer a menudo. Y lo encontraron muerto. Debió de ser un ataque al corazón».

      Como ocurre con tantos otros peleones con los que me he topado al investigar este libro, «Punkito sacó tanta violencia de las hostias que le dieron. Empezó siendo un chaval normal, pero le pegaban los mayores», dice R. En palabras de Fran, el Bicharraco, un informante de Malasaña: «Mucha gente que reparte mucho, les pegaban de pequeños, les hacían bullying. Porque eran buena gente». Al fin y al cabo, los humanos somos animales, y los animales que son maltratados en sus primeros años crecen hasta ser especialmente rabiosos y agresivos. Pensemos en los gatos callejeros, o en esos perros de pelea de los que hablaba R.


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