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Un beso apasionado. Jessica LemmonЧитать онлайн книгу.

Un beso apasionado - Jessica Lemmon


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      –La reunión fue bien. Me he encontrado a Taylor al volver.

      –Ah, estupendo, te estaba buscando.

      Addi parpadeó con los ojos húmedos. Su mirada era de tristeza. Algo o alguien le había roto el corazón. Tal vez estaba equivocado y tenía un novio del que nunca le había hablado.

      Se sentó en una esquina de su mesa y se fijó en una elegante tarjeta color crema junto a un sobre negro. La clase de papel para…

      –¿Una invitación de boda?

      Aquellos tristes ojos azules se alzaron para mirarlo.

      –No, se trata de… una reunión familiar –contestó y guardó la invitación dentro de la agenda.

      –¿Va todo bien?

      –Sí, todo bien –respondió con una sonrisa temblorosa–. Los asuntos de familia a veces son un poco peliagudos.

      –Imagínate si trabajaras con ellos a diario.

      Esta vez la sonrisa de Taylor fue sincera.

      –No podía pasar por delante y fingir que no me había dado cuenta. No soy tan obtuso.

      –Lo siento, no me hagas caso. Estoy bien, de verdad.

      –No pasa nada por llorar.

      En contra de todo sentido común, Bran tomó su mano y sintió su calidez subiéndole por el brazo. Fue como si la atracción entre ellos se desatara. Addi lo miraba como si fuera un depredador.

      Le apretó la mano antes de soltársela y se puso de pie.

      –Si necesitas salir…

      –No, gracias.

      Las lágrimas habían desaparecido y la sonrisa volvía a estar en sus labios.

      –Luego no digas que no te lo he ofrecido –dijo Bran, y señaló la puerta de su despacho–. Ya sabes dónde encontrarme.

      Entró en su despacho y cerró la puerta. Al sentarse en su sillón, leyó la nota pegada en la pantalla de su ordenador: Taylor ha venido a verte. Dice que no es urgente.

      La letra de Addi era cuidadosa y delicada, como lo había sido ella misma un momento antes. Fuera lo que fuese lo que le preocupaba, no le había agradado verla tan afectada.

      Su teléfono vibró al recibir la respuesta de Ta-mmie al mensaje que le había enviado un rato antes. Cuando lo había mandado, no estaba seguro de si quería que le respondiera. Del mismo modo, tampoco sabía si quería leerlo o no.

      Sacó el teléfono, demasiado intrigado para ignorar su respuesta.

      Hace tiempo.

      Mucho tiempo.

      En un esfuerzo por volver a la normalidad, había un asunto del que tenía que ocuparse y del que no había hablado con nadie.

      Su libido errante.

      No había tenido a ninguna mujer en su cama desde hacía mucho tiempo y se había distraído durante una temporada con Addison Abrams, lo cual no era beneficioso para el equilibrio que estaba intentando restablecer en la oficina.

      Esa mañana, la tensión había aumentado. Se había despertado excitado y con una erección, incapaz de pensar en otra cosa que no fuera sexo. Sexo con Addison. Culpaba de todo a la mala racha por la que estaba pasando. Tenía que delimitar claramente su vida laboral y personal. Necesitaba un buen polvo y lo mejor sería encontrar a alguien fuera del trabajo para satisfacer esa necesidad.

      Lo más fácil era ir sobre seguro con Tammie. Después de una ducha revitalizante, le había enviado un mensaje invitándola a una copa.

      Demasiado tiempo. Le escribió, contestándole a su mensaje.

      Unos segundos más tarde, la pantalla se iluminó con su respuesta.

      ¿Qué tal el jueves a las siete? ¿En Vive?

      Vive era un bar clásico y elegante, con sillones de terciopelo rojo y rincones discretos.

      Perfecto. Allí nos veremos.

      Dejó el teléfono sobre la mesa. Acostarse con Tammie no solo aliviaría su necesidad, también le haría viajar en el tiempo hasta antes de la designación del nuevo presidente de la compañía. Por entonces, su lema había sido trabajar duro y vivir intensamente. Durante el último año, lo único que había hecho había sido trabajar y trabajar. En muchas ocasiones, Addi se había quedado con él en la oficina hasta tarde.

      La miró a través de la cristalera. Estaba escribiendo algo en el ordenador y tenía la vista puesta en la pantalla. La atracción que sentía por ella estaba muy viva, pero no estaba dispuesto a permitir que afectara a su relación laboral.

      Quería que se sintiera cómoda en el trabajo y que ni ella ni Taylor se preocuparan por él. Le vendría bien centrar su atención en una mujer a la que solo le interesara acostarse con él.

      Su teléfono vibró al recibir otro mensaje de Tammie. Esta vez, el icono de unos labios rojos.

      Para el viernes por la mañana, aquel asunto con Addi quedaría olvidado.

      «No soy tan obtuso».

      Addison había contenido la risa, pero tenía que darle la razón. No solo se había creído lo de su reunión familiar, sino que después del año que llevaban trabajando juntos seguía sin darse cuenta de lo que sentía por él. Obtuso o no, el hecho de que la hubiera consolado al verla llorar le había tocado la fibra sensible.

      –Justo cuando había decidido olvidarme de él –murmuró para sí.

      Tomó el teléfono y le mandó un mensaje a su amiga Carey. Aunque estaba de viaje en el extranjero por trabajo, necesitaba hablar con alguien.

      –Mi jefe me ha pillado llorando.

      Se recostó en su asiento y fijó la vista en la invitación que había guardado en el bolsillo interior de la agenda. La tarjeta venía en un sobre negro con su nombre y dirección cuidadosamente escritos con tinta dorada. Una enorme tristeza la invadió. Joe era demasiado joven para morir.

      Había recogido la invitación del buzón aquella mañana, la había metido en su agenda y enseguida se había olvidado de ella. Cuando se había acordado y había abierto el sobre, se había sorprendido al encontrarse la invitación para la celebración de vida de Joe.

      Había muerto hacía un mes y había sido incinerado siguiendo sus deseos. Según su familia, lo había dejado todo planeado para cuando muriera. Había seleccionado un grupo de amigos y familiares para asistir a una fiesta privada en un resort en el lago Tahoe. Había dejado pagados los gastos de alojamiento, además de un programa de actividades y el servicio de catering.

      La última vez que había visto a Joe había sido en Navidad. Le había resultado muy doloroso verlo tan frágil. A él tampoco le había gustado que lo viera así.

      –Ni se te ocurra volver, Addi. No quiero que me recuerdes así –le había dicho.

      Había contenido las lágrimas que se había prometido no derramar. Aunque llevaban años sin verse, significaba mucho para ella y resultaba muy duro perder a alguien tan querido.

      Probablemente aquella visita había hecho que lo que sentía por Bran se intensificara. En un momento dado le había hablado de su jefe a Joe, con la única intención de cambiar de tema. Su amigo la había animado a ir a por todas. Había llevado una vida intensa gracias a una familia que nadaba en la abundancia y que lo colmaba de caprichos. Era mucho más fácil ser valiente con una cuenta bancaria más que saneada.

      Al abrir el sobre había sentido el mismo dolor que aquel día de diciembre. Addi era una persona reservada y si Bran no se hubiera mostrado tan atento, se habría sentido avergonzada por haberse venido abajo. Cerró los ojos y recordó su olor cuando se había sentado a su lado.

      «Ya está bien».

      Se


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