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Deseo en la toscana - Sin piedad - Un magnate despiadado. Susanne JamesЧитать онлайн книгу.

Deseo en la toscana - Sin piedad - Un magnate despiadado - Susanne James


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en casi todos los sentidos.

      –¿En serio? No es ésa la impresión que me ha dado –temblorosa, Laura se volvió para que Fabian no viera la humedad que había empañado sus ojos. Él quería creer que podía vivir sin amor, pero ella sabía que no era posible. Vivir sin amor era lo mismo que relegarse a vivir media vida. Y después de lo que había vivido, ella quería mucho más que eso–. Además, estás hablando como si ya hubiera aceptado tu proposición, y no es así.

      –En ese caso, te pido disculpas si sientes que te estoy presionando –Fabian apoyó las manos en los hombros de Laura y le hizo volverse. Casi pareció sorprendido al ver la emoción que reflejaba su rostro–. Esperaré a que me des tu respuesta después del concierto, como habíamos acordado.

      Un inesperado golpe de viento agitó con fuerza las cortinas blancas de la entrada a la terraza y la tensión reinante pareció aumentar.

      –Creo que esta noche va a llover –murmuró Laura, nuevamente acalorada al sentir el contacto de las manos de Fabian–. Puede que incluso haya una tormenta –el contacto físico con Mark nunca le había hecho sentirse así, ni siquiera al principio de su matrimonio. Y al final apenas había sido capaz de soportar que la tocara…

      –Si te asustan las tormentas, mi dormitorio está un poco más adelante del tuyo en el pasillo.

      –No me asustan –dijo Laura a la vez que se apartaba de nuevo de él y pasaba una mano por su pelo–. De hecho, me gustan. De pronto me siento muy cansada… me gustaría retirarme. Nos vemos por la mañana.

      –Tengo algo que decirte antes de que te vayas. Mañana necesitarás un vestido elegante y con clase que ponerte. Le he pedido a un amigo diseñador que vive en Milán que traiga una selección de vestidos para que elijas uno. He calculado tu talla y me enorgullezco de tener un buen ojo para el detalle.

      Sorprendida y avergonzada ante la idea de que Fabian hubiera estado estudiando su figura, Laura se quedó mirándolo un momento antes de hablar.

      –¡No tenías por qué haberte molestado!

      –Sí. Este acontecimiento no es una fiesta cualquiera y mi anfitriona debe llevar un vestido de alta costura.

      –Estoy de acuerdo, pero deberías haberme mencionado antes ese detalle. La idea de recibir a todas las personalidades que van a venir y de presentar a los cantantes no hace que me sienta precisamente cómoda. ¡No esperaba algo así!

      –Pareces insistir en querer ocultarte –dijo Fabian, exasperado–. Tu cuerpo, tu talento… ¿qué más tratas de ocultarme?

      Laura pensó de inmediato en Mark, en por qué chocó su coche aquella noche terrible, y sintió que la sangre se le helaba en las venas. Deslizó instintivamente una temblorosa mano por la parte delantera de su vestido color crema.

      –Buenas noches, Fabian –murmuró, y se alejó antes de que pudiera detenerla.

      Capítulo 6

      LAURA? Te presento a mi buen amigo Dante Pasolini. Ha traído algunos vestidos para que te los pruebes.

      Fabian había tenido dificultades para persuadir aquella mañana a Laura para que dejara el trabajo. Su dedicación era encomiable, pero casi había estado a punto de perder la paciencia ante lo reacia que se había mostrado a ver los vestidos que Dante había seleccionado para ella.

      Laura se quedó claramente desconcertada cuando, tras estrechar la mano del viejo maestro de la alta costura, éste la besó sonoramente en ambas mejillas y luego la apartó un poco sin soltarle la mano para mirarla de arriba abajo con ojo experto.

      –¡Es perfecta, Fabian! –dijo en inglés–. ¡Cómo una Grace Kelly joven! Hoy me has facilitado la tarea. Vamos, signorina… Mi cueva de Aladino de diseños exquisitos la aguarda. Tú espera aquí, Fabian. Te iremos enseñando los vestidos uno a uno.

      Fabian notó de inmediato lo incómoda que se sintió Laura ante aquella idea, pero no pensaba irse. Era como cualquier italiano en lo referente a la belleza, y quería asistir a aquel particular desfile de moda preparado por Dante. De manera que se sentó en un sillón de respaldo alto e ignoró el silencioso ruego de Laura. Mientras ésta y Dante desaparecían en la habitación contigua, Fabian pensó en el concierto que se avecinaba y sintió renacer el viejo resentimiento contra su padre. Hacía tiempo que debería haber tomado la decisión de no volver a celebrar aquel concierto, pero se resistía a hacerlo por la sustanciosa suma de dinero que se solía recaudar para la residencia infantil. De no ser por eso, hacía tiempo que aquel acontecimiento anual habría dejado de tener lugar.

      No le asustaba no cumplir al pie de la letra las instrucciones del testamento de Roberto. A fin de cuentas… ¿qué podía hacer su despótico espíritu al respecto? ¿Perseguirlo desde su tumba?

      Pero sólo tenía que pensar un instante en los niños para comprender que no iba a ser capaz de anular aquella tradición. Con gesto resignado, pasó una mano por su pelo y dirigió sus pensamientos hacia el futuro. Con un repentino anhelo, pensó en cómo serían sus hijos cuando los tuviera. No dudaba de que tenerlos aportaría un significado y un propósito a su vida… algo que deseaba hacía tiempo. El trabajo, el dinero y la admiración eran algo vacío en comparación con aquello, y la satisfacción que reportaban era momentánea y pasajera.

      Distraído con sus pensamientos, le llevó unos segundos fijarse en que Dante estaba en el umbral de la puerta haciéndole gestos con expresión preocupada. El anciano modisto le contó rápidamente lo que sucedía y Fabian lo siguió a la habitación contigua.

      Laura estaba ante un ventanal, de espaldas a él. El vestido largo, rojo y sin espalda que vestía realzaba a la perfección el contorno de su cuerpo, a pesar de que sus curvas, más que voluptuosas, eran el epítome de la gracia y la elegancia. Por un momento, Fabian se quedó como hechizado. Con el brillante halo de su pelo, su delicada piel y aquel vestido, iba a atraer muchas miradas aquella noche. Pero cuando avanzó hacia ella notó que estaba disgustada.

      –¿Laura?

      –Este vestido es demasiado atrevido –dijo ella, claramente emocionada–. No puedo ponérmelo.

      Fabian apoyó las manos en sus hombros y le hizo volverse.

      –Lo único que quiero es que te sientas guapa con el vestido que elijas. Lo último que querría sería que llevaras algo con lo que te sintieras incómoda –dijo con suavidad, y sintió que su estómago se encogía al ver el brillo de lágrimas en sus ojos. Al notar que se cubría el pecho con los brazos y que tenía las manos apoyadas en su esternón, bajó la mirada hacia éste–. Enséñame.

      Indecisa, Laura bajó los brazos y Fabian vio la cicatriz que violaba la delicada piel nacarada entre sus pechos.

      –Me la produjo un trozo de metal suelto en el accidente… lo mismo que ésta –Laura se llevó brevemente la mano a la frente. Carraspeó y trató de sonreír–. Lo siento, Fabian, pero me temo que no voy a dar la impresión que te gustaría con estos preciosos vestidos. Debería habértelo dicho ayer.

      –No te eches la culpa. Apenas te di oportunidad de hacerlo, ¿verdad?

      Dante apareció de pronto junto a ellos.

      –Esto no tiene por qué ser el fin del mundo –dijo con expresión decidida–. ¡No se me conoce como «el maestro», por nada! Tengo accesorios suficientes para crear magia mejor que cualquier ilusionista. Y he traído otros vestidos menos atrevidos que sentarán de maravilla a la preciosa Laura y que no le harán sentirse incómoda con sus pequeñas cicatrices. La vida nos golpea a todos, signorina –dijo, con un destello de humedad en la mirada–. En algunos casos el resultado es visible y en otros no. Pero no debemos permitir que destruyan nuestra capacidad de disfrutar de la vida… ¿verdad?

      Laura miró brevemente a Fabian, se frotó las lágrimas de los ojos y sonrió a Dante. Al ver el gesto, Fabian sintió por un desconcertante momento que su corazón latía con más fuerza.

      –Tiene


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