Programa completo de entrenamiento. Michael MatthewsЧитать онлайн книгу.
después algo de mayor valor. Así es la naturaleza humana y es la razón por la que tendemos a elegir recompensas menores, pero inmediatas, en lugar de otras mayores, pero a largo plazo. Cuando ponemos nuestra vista en ella, una rosquilla ahora parece mucho más deseable que perder algo de peso más tarde.
Podemos utilizar esta peculiaridad psicológica para ayudarnos a conseguir objetivos a largo plazo, en lugar de impedirlos.
Cuando afrontamos un reto relacionado con la fuerza de voluntad, si pensamos antes en la recompensa futura y cómo ceder ahora supone sacrificar los progresos o parte de ellos, las investigaciones muestran que habrá menos probabilidad de subestimar el futuro y darnos algún capricho28. Cuando afrontes la deliciosa perspectiva de darte un atracón de pizza, si antes piensas que supone abandonar todo progreso hacia el objetivo a largo plazo relacionado con el peso o la composición corporal ideales, de repente se convertirá en mucho menos atractiva.
¿De verdad estás deseando perder toda una semana de progresos hacia el cuerpo que siempre has deseado por una mísera pizza?
MAL DE MUCHOS, CONSUELO DE TONTOS
¿Cuántas veces has oído que pocas personas hacen ejercicio y comen suficiente fruta y hortalizas, y que la mayoría prefieren ver la televisión y atiborrarse de alimentos cargados de azúcar y grasa?
Se supone que este tipo de estadísticas nos aterrorizan, pero para los adictos a las reposiciones televisivas y a la comida basura es música para sus oídos. Les hace recordar la reconfortante realidad de que no están solos, que todos los demás son como ellos. Y si todo el mundo lo hace, ¿cómo puede ser malo?
Tal vez no seas una de esas personas, pero no creas que eres inmune a los mecanismos psicológicos subyacentes. Es reconfortante pensar que sabemos dirigir nuestra propia vida, sin dejarnos influir por cómo piensan y actúan las demás personas, pero esto simplemente no es cierto. Exhaustivas investigaciones psicológicas y de mercado han demostrado que lo que otros hacen ―e incluso lo que pensamos que hacen― tiene un efecto notable sobre nuestras decisiones y conductas, especialmente cuando las personas que observamos se encuentran próximas a nosotros29.
En el mundo de la publicidad, este efecto se conoce como «prueba social» y es un principio bien establecido, utilizado en miles de procedimientos relacionados con influir en nosotros para que compremos. Cuando no estamos seguros de cómo pensar o actuar, tendemos a observar cómo piensan y actúan otras personas y los seguimos, aunque sea subconscientemente. Siempre que justifiquemos conductas como aceptables porque las otras personas lo hacen también, o porque es «normal», estaremos apelando a la prueba social. De esta forma podemos asimilar cualquier cosa, desde soluciones temporales hasta hábitos a largo plazo, y tanto las personas que conocemos como las que vemos en las películas pueden influir en nosotros30.
Por ejemplo, tener amigos y familiares obesos aumenta drásticamente nuestro riesgo de convertirnos también en obesos31. Cuanto más crea un estudiante que otros hacen trampa en los exámenes, más probabilidad hay de que haga trampa (aunque se equivoque en sus cálculos)32, y cuanto más creamos que otros declaran menos dinero en sus declaraciones fiscales, más probable es que nosotros también lo hagamos33.
Las investigaciones han demostrado la naturaleza contagiosa de los hábitos y mentalidades con respecto a muchos otros comportamientos, incluyendo beber, fumar, utilizar drogas, no dormir lo suficiente, e incluso sentirse aislado o deprimido34. Dado que estas circunstancias pueden variar de una persona a otra, quienes nos acompañan tienen en nuestras vidas una influencia mucho mayor de lo que pensamos la mayoría de nosotros.
Aunque beber, fumar o incluso darse atracones no sea algo que hacemos, ver a otros realizar estas actividades puede influir en nosotros y animarnos a ceder también ante los impulsos35. Ver a alguien gastar en exceso podría justificar subconscientemente nuestro exceso de comida. Oír sobre alguien que se salta sus clases podría hacernos sentir bien si nos saltamos nuestro entrenamiento.
No obstante, el lado positivo de esto es que los buenos comportamientos y los buenos estados de ánimo también son contagiosos. Si estamos cerca de personas que se sienten motivadas por objetivos y están felices con su alto nivel de autocontrol, también nosotros podemos «asimilar» esos rasgos36. El simple hecho de pensar en personas con altos niveles de autocontrol ―modelos de autocontrol, si quieres llamarlo así― ha demostrado aumentar la fuerza de voluntad37.
Por tanto, si luchamos por seguir nuestra dieta o rutina de ejercicios, podemos facilitarla uniendo fuerzas con otra persona que se encuentre en la misma situación y pensando en cómo otros han manejado con éxito estos temas. Ni siquiera tenéis que hacer físicamente juntos el viaje; un intercambio habitual de correos electrónicos puede ser suficiente para alcanzar el éxito.
Puede ser sensato también limitar nuestra exposición a ejemplos de personas que no superan los retos a su fuerza de voluntad ―comiendo en exceso y no haciendo ejercicio, por ejemplo―, del mismo modo que ver a otros caer en la tentación puede disparar nuestro apetito y ayudarnos a encontrar razones para saltarnos un entrenamiento nosotros también.
Una vez dicho esto, ver a otros perder el control no tiene por qué debilitar nuestra resolución. De hecho, puede fortalecerla si estamos mentalmente preparados para ver esas muestras de autoindulgencia como amenazas para nuestros objetivos a largo plazo, no como tentadoras invitaciones38.
Puedes «vacunarte» a ti mismo contra estos rasgos de personalidad simplemente pasando varios minutos cada día revisando tus objetivos y cómo podrías verte tentado a ir por mal camino. Imagina cómo será la situación. ¿Cómo te persuadirás? ¿Qué acciones específicas o estrategias relacionadas con la fuerza de voluntad utilizarás para escapar a la trampa? ¿Qué sentirás al tener éxito y mantener las fuerzas? Las investigaciones demuestran que reflexionar sobre estas cosas fortalecerá la voluntad y te ayudará a mantenerte alejado de la gratificación inmediata, cuando sea necesario39.
UTILIZAR LO «BUENO» PARA JUSTIFICAR LO «MALO»
¿Te has dicho alguna vez a ti mismo que fuiste «bueno» cuando hiciste lo que debías hacer, o cuando no caíste en la tentación, pero «malo» cuando aplazaste algo o perdiste la guerra contra los impulsos?
¿Alguna vez has utilizado «buenos» comportamientos a modo de permiso para ser «malo»?
Es probable que hayas contestado afirmativamente a ambas preguntas, y no hay problema en ello. Tienes experiencia de primera mano con la trampa que los psicólogos llaman licencia moral, que destruye insidio-samente la fuerza de voluntad.
Cuando asignamos valores morales a nuestras acciones, se convierten en alimento para nuestro deseo de sentirnos bien (suficientemente) con nosotros mismos, aunque estemos saboteando nuestros objetivos a largo plazo o haciendo daño a otros. Siendo «buenos», reconocemos o «ganamos» el «derecho» a ser un poco (o muy) «malos». Por ejemplo, si haces el entrenamiento, sigues la dieta durante un día y te das una palmadita en la espalda por lo «bueno» que has sido, podrías comer en exceso mañana, pero sintiendo que eres honesto, que estás libre de culpa y sabes controlarte.
Resulta interesante que los «buenos» comportamientos que la gente utiliza para justificar los «malos» ni siquiera tienen que estar relacionados. Los compradores que evitan comprar algo que deseaban es más probable que se sientan justificados para caer en la tentación de una comida determinada40. Cuando se acuerda de su virtud, la gente dona menos a organizaciones caritativas41. Las investigaciones demuestran que cuando se piensa simplemente en hacer algo bueno, aumenta la probabilidad de una conducta inmoral o indulgen-te42. Y en una hazaña incluso más extraña de acrobacia mental, cuando algunas personas imaginan lo que podían haber hecho, pero no hicieron, se sienten virtuosas. Podían haberse comido la tarta de queso entera, pero solo tomaron una porción. Podían haberse saltado cuatro entrenamientos, pero solo se saltaron tres. Podían haber comprado el traje de 2.000 euros, pero al final optaron por el que costaba 700.
Solo para ilustrar lo absurdas que pueden ser las licencias morales, ¿puedes