Amor por accidente. Marion LennoxЧитать онлайн книгу.
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28001 Madrid
© 2000 Marion Lennox
© 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Amor por accidente, n.º 1535 - agosto 2020
Título original: Tom Bradley’s Babies
Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.
Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
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Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.
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I.S.B.N.:978-84-1348-716-8
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Capítulo 1
SI ALGUIEN le hubiera dicho a Tom que al terminar el día habría asistido al parto de nueve criaturas, se habría dado la vuelta y se habría encaminado a Darwin.
Pero no podía volver. Estaba en medio de un diluvio y lo más prudente era esperar a que escampara. Pero estaba de vacaciones y tenía que tomar aquel vuelo para marcharse cuanto antes.
De pronto, un perro apareció delante del coche y tuvo que dar un volantazo para esquivarlo. Entonces, el deportivo comenzó a patinar sobre el asfalto mojado y fue a chocarse contra una camioneta que marchaba en dirección contraria.
Rose ya casi había llegado y quería irse a la cama cuanto antes. Sabía que lo más prudente era esperar a que dejara de llover. Su vieja camioneta no era nada segura con el asfalto tan mojado, pero solo el cielo sabía cuándo escamparía, y a ella le dolía mucho la espalda.
De pronto, un coche apareció de la nada.
Vio que un perro se cruzaba y que el coche derrapaba e iba directo hacia ella, resbalando sobre el asfalto mojado.
No pudo hacer nada para evitar el golpe, así que cerró los ojos, pisó a fondo el freno, y esperó el inevitable golpe.
–¿Está usted bien?
Era una voz de mujer. Tom abrió un ojo y se encogió. Luego abrió el otro ojo y volvió a encogerse.
La lluvia seguía golpeando contra el parabrisas de su coche y pudo ver a través del cristal el rostro de una mujer. ¡Y menuda mujer!
Aquella mujer era maravillosa. Sus enormes ojos eran de color gris perla y su rostro estaba ligeramente cubierto por pequeñas pecas que lo hacían aún más atractivo. Tenía el cabello de color castaño y estaba empapado por la lluvia.
Él no había visto demasiadas mujeres así de empapadas que le parecieran tan atractivas como aquella.
Intentó sonreírle para tranquilizarla.
¿Qué le había preguntado? ¿Que si estaba bien? Decidió contestarla.
–Umm… creo que sí.
–¿Está usted seguro?
Tenía la visión borrosa, pero fue aclarándose poco a poco. La lluvia, que seguía cayendo copiosamente, lo ayudó a despejarse y consiguió enfocarla. La mujer parecía muy preocupada, pero también parecía exhausta.
–Su coche se chocó contra mi camioneta –dijo con voz preocupada. Una voz tan bonita como su rostro.
Tom trató de pensar qué decir, pero el golpe debía de haberlo vuelto estúpido, porque lo único que podía hacer era sonreír. Y no era normal sonreír cuando su coche acababa de estrellarse.
Tom había alquilado aquel Alfa Romeo para su estancia allí y en aquel momento estaba empotrado contra… Tom se fijó en que se había chocado contra una camioneta Dodge.
¡Santo Dios!
¿Seguro que se encontraba bien? Movió los pies para ver si notaba algún dolor. Y al ver que no le dolían, pensó que quizá fuera porque los había perdido con el choque.
–El coche está echando humo –le advirtió ella–. Quizá sería mejor que saliera usted.
Sí, efectivamente. De pronto, Tom se dio cuenta de la gravedad del asunto. Si él entendía de algo, era de incendios. Tenía que salir de allí cuanto antes. Pero…
–No creo que pueda salir por su puerta. Su coche está empotrado en la camioneta. Creo que tendrá que intentar salir por el otro lado.
Él trató de mover las piernas y vio que estaban ilesas. Luego, vio que el rostro de la mujer aparecía detrás del cristal del copiloto.
–¿Puede usted llegar hasta aquí?
–Creo que sí.