Desconocida Buenos Aires. Escapadas soñadas. Leandro VescoЧитать онлайн книгу.
del almacén existe una construcción a la que se accede a través de una arcada. Es el Club Universal. Su interior es una de las entradas al paraíso. Desde el techo cuelgan infinitas guirlandas. La luz dorada del atardecer es ideal para acariciar la magia y la historia del lugar. Aquí, cuando el campo tenía gente, se hacían bailes multitudinarios y hasta se presentaban obras de teatro. El sueño de Matías es que todo esto renazca.
Lo de hasna, comida árabe en la pampa bonaerense
La Angelita. Partido de General Arenales
¿Qué sentís cuando preparás comida árabe?: “Que mi mamá me está mirando”, responde Jadiye Ahmad Selman (Marta Pepe), descendiente de sirios. Vive en La Angelita y durante 30 años fue la profesora de Idioma y Cultura Árabe Islámica en el pueblo. Desde hace tiempo cocina en su restaurante Lo de Hasna. Ofrece típica cocina árabe, “para mí es como rendirle tributo a mis padres, que me legaron una cultura tan rica y profunda”, afirma.
“Siento la presencia de mi mamá. Que ella está feliz viendo todo lo que cocino, que es lo mismo que ella preparó durante tantos años. Desde que comienzo a reunir todos los ingredientes, lo hago con el mismo entusiasmo que ella. Sé que estoy cocinando para gente que no conozco, pero lo hago como si cocinase para mi propia familia, con el mismo respeto y cuidado”. Con estas palabras define Jadiye lo que significa la cocina. Un lugar de culto, su comedor. Un templo donde los aromas de su niñez renacen, los mismos sabores que atraen a descendientes de árabes que recuperan su identidad. La cocina de Jadiye es un puente cultural. Una experiencia emotiva donde es posible ver la materialización del amor.
“Mi mamá, Hasna, siempre decía: todo lo que abandonas, te abandona. Por eso jamás abandoné sus recetas. La cocina es cultura y la cultura se traslada. Yo le enseñé a hacer el pan árabe a mi sobrina, y ella a su vez a su hija de 15 años. Esto lo vamos transmitiendo de generación en generación. Adultos y jóvenes ya saben hacer las recetas de nuestros mayores que llegaron de Siria”, cuenta Jadiye.
En la alquimia de su cocina, cada plato lo prepara como si fuera único. Los kebbi llevan una nuez. “Si tengo que hacer 70, uno por uno, le pongo la nuez, me levanto al alba, madrugo para que todos tengan su nuez”, con esa paciencia crea comida sana, una comida que además cuenta una historia, la de sirios que se fueron de su patria escapando del hambre y de la guerra, llegando a un país lejano, como el nuestro.
Nunca fue fácil. Sus abuelos paternos y maternos nacieron en Siria. Llegaron a Argentina cuando el país lo hacían los que bajaban de los barcos. Su madre vino muy pequeña y su padre era argentino, descendiente de sirios. Se casaron muy jóvenes. “Se socializaron con hermanos españoles, libaneses e italianos”, cuenta. La Angelita era el verdadero crisol de nacionalidades. El idioma español era una rareza. Un objetivo unía a todos: el trabajo. Y trabajando hicieron este pueblo, que hoy se rige con las mismas bases: la inclusión, el sentir comunitario y el respeto.
“La vida transcurrió entre las duras tareas del campo, y el aprendizaje de dos culturas y dos idiomas: el español y el árabe. Mis hermanos mayores solo hablaban árabe y se les complicó en la escuela. La maestra y los compañeros no les entendían, fue muy difícil esa época. Pero aquí estamos, gracias a Dios y a nuestros padres, que nos inculcaron una cultura tan rica, como es la árabe”, afirma.
La cocina siempre estuvo presente en su vida. Jadiye se emociona al nombrar las recetas que hacía su madre. Ese vínculo con la magia del proceso culinario la lleva a aquellos años. “Me levantaba muy temprano y oía el sonido de la Yarrah, ella la llenaba con 40 litros de yogur. Esa vasija la trajo mi abuelo de Siria y aún la tengo. En ella hacía la manteca, el yogur bebible y todos los derivados de la leche. Nada se compraba, mi mamá lo hacía todo”, recuerda. “Valoramos mucho que hiciera todos esos lácteos tan naturales”, confiesa con orgullo. La manteca, la crema, el queso: elementos que hicieron crecer a la familia.
“Yo desperté a esos ruidos, a esos olores, aromas de la cocina árabe. Muchas cosas ricas, muchas palabras profundas”, manifiesta. La observación atenta, el traslado de información que debía guardar en el corazón para que fueran eternas. Su madre, Hasna, era querida y apreciada por su arte, por su artesanal manera de expresar el amor a través de la comida. “¿Quién no ha comido una sfija o un kebbi en la Hasna?”, era común oír en la comunidad. Aquello quedó grabado.
Jadiye, muy conocida como Marta Pepe, tuvo el apoyo de una amiga pintora de Lincoln, Laura Khalloub (quien además realizó el busto del héroe del arabismo Sheij Saleh Al Ali, que está en la entrada al pueblo y decoró el Minbar, lugar de orientación hacia La Meca, para rezar, que está en la Sociedad Árabe en el pueblo). Ese empuje fue necesario para hacer realidad el restaurante. “Mis padres no nos dejaron una gran herencia material, pero sí una enorme herencia cultural. ¿Por qué no hacerles un tributo a ellos, que compartieron todo, la comida, la vida? ¿Y por qué no un lugar de comidas árabes? Como las que hacían mi mamá y mi abuela”, se preguntó.
Tardó seis meses en acondicionar el espacio. Con la misma paciencia con la que cocina, de la misma manera, diseñó el restaurante. Puro corazón. Abrió el 27 de enero de 2019, el día del cumpleaños de su padre, ofreciendo las recetas de su madre. “Lo de Hasna es un lugar de reencuentro porque se ha reencontrado gente de distintos lugares. Muchas emociones intensas, con la tradición árabe como protagonista. El aroma de las comidas, el idioma, la gente llora al ver los platos y yo lo hago con ellos. Comparto esas emociones. Hubo gente que había perdido su identidad árabe y la ha reencontrado acá”, concluye. La cocina así entendida es amor puro. + info: es necesario reservar antes. Se trata de un restaurante de culto. Llamar al 2364518719 / 02353499234