Ciudadanía global en el siglo XXI. Rafael Díaz-SalazarЧитать онлайн книгу.
en aimara, es una alternativa al desarrollo, tangible, concreta, que está incorporada en las Constituciones de Bolivia y de Ecuador y que, en Colombia, algunos movimientos y asociaciones indígenas y afrodescendientes, algunas comunidades campesinas también están empezando a reivindicar. Surge de las cosmovisiones de los pueblos andinos, acentúa la importancia de la vida comunitaria, los saberes tradicionales, el respeto por la vida humana y la necesidad de armonizar esta con el respeto a la naturaleza.
La visión feminista defiende integrar producción y reproducción como procesos indisociables de la economía, de la generación de riqueza y de condiciones de vida digna en términos materiales e inmateriales. Amaia Pérez Orozco llama buen vivir a “la noción éticamente codificada y democráticamente discutida de vida vivible en condiciones de universalidad e igualdad en la diversidad” (Pérez Orozco, 2014, 79). Y Magdalena León, coordinadora de la Red Mujeres Transformando la Economía (Remte) de Ecuador, una de las que ha trabajado la noción de buen vivir desde la perspectiva feminista, escribe:
Ya no se puede eludir que son inaplazables cambios de fondo en los modos de producir, de consumir, de organizar la vida. Postulados feministas de una economía orientada al cuidado de la vida, basada en la cooperación, complementariedad, reciprocidad y solidaridad, se ponen al día. No son solo propuestas de las mujeres para las mujeres, sino de las mujeres para los países, para la humanidad.
León, 2008, 36.
La cosmovisión de los pueblos originarios, en este caso de la zona andina, converge pues con las propuestas de la economía feminista, la economía ecologista y la economía solidaria, al colocar en el centro de sus prioridades la vida, no el mercado; la solidaridad, reciprocidad, complementariedad y cooperación frente al egoísmo y la competitividad. Vemos también que para la transformación hacia el paradigma del buen vivir, las mujeres son agentes necesarios: sus vidas, experiencias, aportaciones y trabajos invisibilizados e impagados ligados al cuidado, son clave. Por eso creo que es fundamental y necesario que la educación para la ciudadanía global incorpore esta perspectiva.
En la encrucijada en la que se encuentra la constitución de la ciudadanía global, debido a las diversas formas de concebirla y de practicarla, las reflexiones planteadas en este artículo, en el que ofrezco perspectivas desde teorías y propuestas procedentes de pensadoras feministas y movimientos de mujeres, pueden contribuir a orientarla hacia la construcción de un mundo alternativo al existente. La mirada de las mujeres en asuntos internacionales que están en el centro de la ciudadanía global es muy relevante (Magallón, 2012). La conciencia ecofeminista debería incorporarse a nuevos desarrollos curriculares en las escuelas y a la formación de las personas que pertenecen a movimientos de educación no formal que se configuran desde la ciudadanía global (Magallón, 2018; Puleo, 2011, 2019; Shiva y Mies, 2006). Desde una conciencia ecofeminista, hemos de superar un tipo de humanismo que ha puesto en el centro a un ser humano reducido a varón, blanco, occidental, de clase media. Y construir un humanismo relacional que introduzca un nuevo centro: los humanos excluidos y la naturaleza.
Una buena conclusión de lo que he querido expresar sobre aspectos tan decisivos para una ciudadanía global en este capítulo, puede ser lo que escribí en un cuaderno de Cristianismo y Justicia:
Muchas mujeres están siendo cooptadas por la cultura dominante, por el modelo de varón dominador. Y es que no somos mejores que los hombres, somos tan consumistas y responsables como ellos del deterioro de la naturaleza. Pero al haber sido excluidas de la toma de decisiones y socializadas en el valor del cuidado, hemos generado una forma de priorizar que conforma un paradigma propio, visiones más respetuosas con la naturaleza y también contrarias a la guerra. Es en la tradición feminista donde anida lo que podemos ofrecer, un bagaje de pensamiento, un paradigma propio. Hay que escuchar a las mujeres y no solo mirarnos como víctimas. Somos seres con agencia y tenemos una palabra que ofrecer […] Pensar en las siguientes generaciones y proyectar en ellas un sentimiento amoroso puede permitirnos salir de una cierta desesperanza y dar sentido a nuestro estar en el mundo, dar sentido a seguir cuidándonos y cuidando el planeta que nos ha sido dado.
Magallón, 2018, 28.
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