Amor apasionado - Princesa de incognito. Victoria PadeЧитать онлайн книгу.
soltó un suspiro que sonó a cafetera. Neily se levantó, se acercó a ella para ayudarla a levantarse y dijo:
—Vámonos o te pondrás peor.
—¡Me levantaré yo sola! —espetó—. No necesito bastones ni sillas de ruedas ni cosas así.
Sin embargo, Sela estaba tan débil que no habría podido levantarse sola de la silla. Wyatt lo notó y decidió intervenir.
—Hace tiempo que ninguna mujer hermosa me toma del brazo —declaró—. Tal vez podrías hacerme el honor…
Sela aceptó el ofrecimiento sin dudarlo un segundo.
—Y yo no tenía pretendientes tan guapos como tú desde hace años —dijo la anciana entre risitas.
Sela se giró entonces hacia Neily y añadió:
—No te enfurruñes, niña. Te lo devolveré en cuanto haya terminado con él.
Wyatt sonrió y guiñó un ojo a la anciana. A Neily le pareció tan divertido que soltó una carcajada sin poder evitarlo.
Aquel hombre le gustaba cada día más.
La pizzería local había abierto una sala nueva el fin de semana anterior. Las calles de Northbridge estaban llenas de carteles que lo anunciaban, y después de llevar a Sela al hospital, Wyatt consiguió convencer a Neily para que cenara con él.
Neily pensó que estar con él en un lugar público no sería peligroso y que se encontraría más cómoda entre un montón de gente. Además, quería que hablaran sobre lo que habían descubierto del pasado de Theresa.
Aceptó el ofrecimiento y aparcó el coche junto al de Wyatt, cerca del juzgado. Cuando llegaron a la pizzería, descubrieron que la única mesa libre estaba en un rincón apartado. Pero eso no fue lo peor, el espacio era tan pequeño que sus piernas se rozaban continuamente y ella iba de sobresalto en sobresalto.
No obstante, intentó hacer caso omiso del roce y concentrarse en el asunto de Theresa.
—Sela nos ha ahorrado muchas horas de búsqueda en el sótano del juzgado —comentó, después de que pidieran té helado y pizza—. Parece que tu abuela dijo la verdad con lo de las propiedades de su padre.
Wyatt se encogió de hombros.
—Con mi abuela nunca se sabe.
—¿Querrá recuperar sus propiedades? Si es eso, me temo que será imposible…
—Si es eso —repitió él—. ¿No ha insinuado nada sobre lo que puede ser?
Neily probó su té y esta vez fue ella quien se encogió de hombros.
—No, nada en absoluto. Se limita a repetir que está aquí para recuperar lo que es suyo, pero sin especificar —respondió.
—Sospecho que el dinero que obtuvo con la venta de las tierras fue el que invirtió después en la ferretería de mi abuelo.
—Es muy posible —comentó ella—. A no ser que sus padres también le dejaran dinero u otras propiedades en herencia.
—No, nunca ha hecho el menor comentario sobre ninguna herencia —afirmó Wyatt, tajante—. Pero ahora que lo mencionas, es la primera vez que me pregunto de dónde había sacado el dinero para la tienda.
—¿Sabes a qué se dedicaba tu bisabuelo? —preguntó ella.
—Por lo visto, era un simple carpintero. Supongo que ahorró para comprar esas tierras o que hizo un buen negocio de algún tipo, porque no tenía la impresión de que las cosas le hubieran ido tan bien… Sospeché que algo no cuadraba en la historia al ver la casa de mi abuela. Es muy señorial. Pero le pregunté y me dijo que la había construido él mismo.
—Bueno, imagino que las tierras serían baratas en aquella época. Puede que no le costaran tanto como creemos.
Wyatt probó el té y cambió de tema.
—¿Quién es ese Hector Tyson? Cuando Sela ha hablado de él, me ha parecido que lo conoces y que sigue en Northbridge.
—Sí, lo conozco y sigue aquí. De hecho, todo el mundo lo conoce… es el cascarrabias multimillonario de la localidad —explicó—. Jamás habría imaginado que hizo su fortuna a costa de tu abuela.
—¿De dónde creías que había sacado el dinero?
—Tiene un establecimiento de materiales de construcción. Tal vez parezca poca cosa en comparación con Home Max, pero es la única tienda de ese tipo que hay en la zona. Y aunque los precios de Hector son altos…
—Todo el mundo le compra —la interrumpió—. Es mejor que viajar a Billings o pedir que les envíen los materiales desde allí.
—En efecto —dijo—. Le va tan bien que pensé que era la fuente de su riqueza.
—Ya tendrá unos cuantos años…
—No tantos como Sela. Sólo ochenta y cuatro.
—Es decir, nueve años mayor que mi abuela —calculó—. ¿Crees que hizo algo ilegal para comprarle las tierras?
Neily se volvió a encoger de hombros.
—Si lo hizo abiertamente, debía de ser legal. Tuvo que registrar las propiedades y rellenar todo tipo de papeleo… Además, Northbridge es un lugar muy pequeño y no habría podido estafar a Theresa sin que se supiera.
Wyatt arqueó las cejas..
—Puede que hubiera algo más bajo la apariencia legal de la transacción —comentó él—. Ayer pregunté a mi abuela sobre sus motivos para volver a Northbridge y mencionó a un hombre. No quiso decirme cómo se llamaba, pero insistió en que él le había dicho que todo saldría bien y que ella recibiría su parte.
—Si se refería a Hector, ¿qué pudo hacer que fuera legal y ocultara algo bajo cuerda?
—No tengo la menor idea. Ni siquiera tenemos la seguridad de que el tal Hector sea el hombre al que mi abuela se refería. Podría ser cualquier otro… deberíamos hablar con ella otra vez.
Neily notó que Wyatt siempre hablaba en plural, incluyéndola a ella, en las cuestiones que afectaban a Theresa. El descubrimiento no sirvió precisamente para tranquilizarla, pero en ese momento llegó la camarera con las ensaladas que habían pedido y ella decidió aprovechar la ocasión para cambiar de tema.
—¿Qué es eso que le dijiste a Sela sobre tu visita a la biblioteca?
—Fui a ver si había algo sobre mi abuela o sus padres —respondió tras probar su ensalada—. Pero la venta de las tierras no debió de ser importante, porque en los periódicos de la época no se dice nada al respecto ni aparece ningún comentario que relacione a Hector Tyson con Theresa. Lo único que había era la noticia del nacimiento de mi abuela y una historia sobre la muerte de sus padres.
—Y Sela tenía razón al decir que murieron congelados, ¿verdad?
—Según los periódicos, sí. Mi abuela tenía dieciséis años entonces.
—¿Se marchó inmediatamente de Northbridge?
—Ahora que lo mencionas, no. Ella siempre nos ha dicho que tras la muerte de sus padres se marchó a vivir con una tía suya de Missoula. En el autobús conoció a mi abuelo y se gustaron tanto que se casaron al cabo de tres meses… justo el día en que cumplía los dieciocho.
—En tal caso, pasó por lo menos un año entre la muerte de sus padres y su marcha —reflexionó—. Es extraño que se quedara sola tanto tiempo en Northbridge.
—En efecto. Sus padres fallecieron a mediados de diciembre y ella nació en febrero, luego cumplió los diecisiete al año siguiente. Pero no se marchó a Missoula hasta tres meses antes de cumplir los dieciocho.
—Y supongo que no sabes lo que estuvo haciendo hasta entonces…
—No.