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Burlar al Diablo. Napoleon HillЧитать онлайн книгу.

Burlar al Diablo - Napoleon Hill


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tal fe de que el dinero estaba próximo, que ya lo veía en mi posesión.

      En muy pocas ocasiones en mi vida he experimentado esa fe. Era un sentimiento indescriptible. No hay palabras en ningún idioma para describir un hecho que todo aquel que haya pasado por una experiencia parecida podría fácilmente confirmar.

      Me dispuse a seguir de inmediato las instrucciones que había recibido. Todos los sentimientos respecto a una misión imposible habían desaparecido. Uno a uno comencé a recordar los nombres de todos mis conocidos que podrían proporcionarme los veinticinco mil dólares que necesitaba, comenzando por el nombre de Henry Ford y recorriendo toda una lista de más de trescientas personas. Mi otro yo simplemente dijo: “Sigue buscando”.

      La hora más oscura es justo antes del amanecer

      Sin embargo, había llegado al final de mi cuerda. Toda la lista de mis conocidos se había agotado y, con ella, también mi resistencia física. Había estado trabajando, concentrando mi mente en esa lista de nombres durante la mayor parte de dos días y dos noches, deteniéndome lo suficiente para dormir unas cuantas horas.

      Me recargué en mi sillón, cerré los ojos y dormité por algunos minutos. Me despertó algo parecido a una explosión en la habitación. Al recuperar la conciencia, el nombre de Albert L. Pelton vino a mi mente... y con él un plan que supe que sería el plan a través del cual lograría convencer al señor Pelton de que publicara mis libros. Recordaba al señor Pelton sólo como un anunciante en la revista The Golden Rule, que yo había publicado antes.

      Nota de Sharon: causas una impresión en todo aquel que conoces. Nunca sabes cuándo un conocido se puede convertir en un socio comercial. Existe un enorme poder en tus vínculos.

      Solicité una máquina de escribir, dirigí una carta al señor Pelton, en Meriden, Connecticut, y describí el plan justo como me había sido entregado. Él respondió a mi telegrama diciendo que estaría al Filadelfia para verme al día siguiente.

      Cuando llegó, le mostré los manuscritos originales de mi ideología y le expliqué brevemente lo que yo pensaba que era la misión. Recorrió las páginas durante algunos minutos, de pronto se detuvo, fijó su mirada en la pared por algunos segundos, y dijo: “Publicaré tus libros”. El contrato fue firmado, se me otorgó un pago substancial por derechos de autor, los manuscritos le fueron entregados y él los llevó consigo a Meriden.

      No le pregunté entonces qué le hizo decidirse a publicar mis libros antes de haber leído los manuscritos; pero sé que él proporcionó el capital necesario, imprimió los libros y me apoyó para vender miles de colecciones a sus propios clientes localizados en prácticamente todos los países de habla inglesa en el mundo.

      Mi primer cheque de regalías por la venta de mis libros fue por ochocientos cincuenta dólares. Mientras abría el sobre donde éste venía mi otro yo dijo: “¡Tu única limitación es aquella que tú mismo implantas en tu mente!”.

      Nota de Sharon: “¡Tu única limitación es aquella que tú mismo implantas en tu mente!”. ¿Acaso esta afirmación te suena como verdad tal y como me suena a mí? Ha habido tantas veces en que he sido mi peor enemiga y me saboteé a mí misma por falta de confianza. Hill desea que todos descubramos nuestro otro yo, de modo que cada uno logremos alcanzar nuestro máximo potencial.

      No estoy seguro de comprender lo que es este otro yo; pero sí sé que no puede haber un fracaso permanente para aquel hombre o mujer que lo descubre y confía en él.

      Un día después de que el señor Pelton vino a verme a Filadelfia, mi otro yo me presentó una idea que resolvió mi problema financiero inmediato. En mi mente surgió la idea de que los métodos para vender automóviles debían sufrir un cambio drástico y que los vendedores del futuro en este campo tendrían que aprender a vender automóviles, en lugar de servir simplemente como compradores de autos usados, como casi todos ellos lo hacían entonces.

      También me surgió la idea de que los jóvenes que acababan de graduarse de la Universidad y quienes, por lo tanto, no sabían nada sobre los viejos trucos en el mercado de automóviles, serían el material a partir del cual esta nueva generación de vendedores podría desarrollarse.

      La idea era tan clara e impresionante, que de inmediato llamé de larga distancia al gerente de ventas de la General Motors Company y le expliqué brevemente mi plan. También a él le impresionó y me envió a la planta al oeste de Filadelfia de la Buick Automobile Company, de la cual era propietario y gerente Earl Powell, a quien le expliqué mi plan y me retuvo de inmediato para capacitar a quince estudiantes cuidadosamente seleccionados a través de quienes se puso en marcha el plan.

      Mis ganancias por parte de ese retenedor fue más que suficiente para hacerme cargo de todos mis gastos durante los siguientes tres meses, hasta que las ganancias por la venta de mis libros comenzaron a llegar, incluyendo el costo de esa serie de habitaciones que tanto me preocupaba.

      Mi otro yo no me había decepcionado. El dinero que requería llegó a mis manos en el momento adecuado, justo como se me había asegurado que sucedería. Para entonces estaba convencido de que mi viaje a Filadelfia era una misión de tontos, tal y como mi mente había señalado que sería antes de salir de Virginia Occidental.

      A partir de ese momento hasta ahora todo lo que he necesitado ha llegado a mí, y esto a pesar del hecho de que el mundo ha pasado por un periodo de depresión económica, cuando las mínimas necesidades de la vida no siempre habían estado disponibles para todos. Algunas veces el arribo de las cosas materiales que necesitaba llegaron un poco tarde; pero puedo decir con certeza que mi otro yo siempre ha salido a mi encuentro en las encrucijadas con las que me he topado y me ha indicado qué camino seguir.

      El otro yo no tiene precedentes, no reconoce limitaciones ¡y siempre encuentra la manera de alcanzar las metas deseadas! Puede enfrentarse al fracaso temporal, más no al fracaso permanente. Estoy tan seguro de la veracidad de esta afirmación como lo estoy del hecho de haberme comprometido a escribir estas líneas.

      Nota de Sharon: “El otro yo puede enfrentarse al fracaso temporal, más no al fracaso permanente”. ¿Cuántas veces permitimos que un fracaso temporal nos afecte como si fuese un fracaso permanente, en vez de aprender de él y seguir adelante? Tal como Hill lo describe, él mismo enfrentó muchas adversidades durante su viaje, pero cada vez logró encontrar la semilla de mayor beneficio y avanzar hacia mayores éxitos.

      Mientras tanto, espero sinceramente que algunos de los millones de hombres y mujeres que han sido heridos por la depresión comercial y otras experiencias desagradables descubran en sí mismos a este extraño ente al que he llamado mi otro yo y que ese descubrimiento los guíe, como me ha guiado a mí, a una relación más íntima con esa fuente de poder que supera los obstáculos y domina las dificultades, en vez de ser dominados por ellos. ¡Existe un gran poder que descubrir en tu otro yo! Busca con fe y lo encontrarás.

      Nota de Sharon: el trabajo de Hill se publicó durante la Gran Depresión y ciertamente ayudó a millones de personas a encontrar la esperanza y el valor para vivir con la fe de que encontrarían su camino al éxito. Creo que podemos encontrar muchas semejanzas entre su época y la nuestra. Es durante los periodos de gran tensión que encontramos nuestra voluntad y nuestra fuerza interior. Con la actual incertidumbre económica, las personas están eligiendo ––o están siendo obligadas a–– encontrar nuevos caminos para sí mismas y sus familias y muchas de ellas encontrarán un gran éxito. Serán las grandes historias de éxito que estaremos leyendo en aproximadamente dos ó cinco años a partir de ahora. ¿Te encontrarás entre esas historias de éxito o seguirás manteniéndote al margen?

      Fracaso, una bendición oculta

      He hecho otro descubrimiento como resultado de esta presentación con mi “otro yo”, particularmente que existe una solución para cada problema auténtico, sin importar qué tan difícil pueda parecer.

      Nota de Sharon: “Existe una solución para cada problema auténtico, sin importar qué tan difícil pueda parecer.” Si bien es difícil reconocerlo cuando te encuentras en el ojo del huracán, la retrospectiva generalmente confirma que este concepto es verdad.

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