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Ensayos de hermenéutica. Julio Amador BechЧитать онлайн книгу.

Ensayos de hermenéutica - Julio Amador Bech


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34). La hermenéutica está: “temporalmente antes, por lo que toca al ser y fácticamente, que la puesta en obra de toda ciencia” (2000a: 34). En tanto que es la experiencia de la facticidad, sobre la cual se levanta todo preguntar-responder, la experiencia hermenéutica constituye el suelo previo de toda ciencia, la antecede.

      Las relaciones de fundamentación ya expuestas de los modos de estar-en-el-mundo constitutivos del conocimiento del mundo, muestran claramente lo siguiente: en el conocimiento el Dasein alcanza un nuevo estado del ser respecto del mundo ya siempre descubierto en el Dasein. Esta nueva posibilidad de ser se puede desarrollar en forma autónoma, convertirse en tarea y asumir, como ciencia, la dirección del estar-en-el-mundo. Sin embargo, el conocimiento no crea por primera vez un “commercium” del sujeto con un mundo, ni este comercium surge tampoco como una actuación del mundo sobre un sujeto. El conocimiento es un modo del existir [del Dasein] que se funda en el estar-en-el-mundo. Ésa es la razón por la cual el estar-en-el-mundo reclama, en tanto que constitución fundamental, una previa interpretación (2014a: 84 [corchetes del traductor]).

      Un “concepto” no es un esquema, sino una posibilidad del ser, del momento, esto es, constituye ese momento; un significado producido, extraído; un concepto muestra la conceptuación previa, es decir, exige el cómo del hablar y cuestionar a alguien; es decir, transpone en el existir según su tendencia a la interpretación y preocupación. Los conceptos fundamentales no son añadidos posteriores, sino motivos conductores: tienen a su manera el existir en sus manos (Heidegger, 2000a: 35).

      Por el contrario, en el planteamiento heideggeriano, el en cada caso habla de la experiencia como concreción de un momento de la existencia que obliga a ser pensada desde sí misma. En su mismidad existencial, hace actual la experiencia previa. Esto quiere decir que el haber previo es parte integral del interpretar, pues cada interpretación se asiste de lo vivenciado previamente para comprender cada nueva experiencia; al hacerlo no pierde el carácter cualitativo del en cada caso. En Ser y tiempo se responde a la pregunta que plantea la mismidad de la siguiente manera: “¿Cómo puede el Dasein existir unitariamente en las mencionadas formas y posibilidades de su ser? Manifiestamente, tan sólo a condición de que él mismo sea este ser en sus posibilidades esenciales, que cada vez yo sea este ente. El ‘yo’ pareciera ser lo que ‘mantiene unida’ la tota­lidad del todo estructural” (Heidegger, 2014a: 333). Más adelante agrega: “En el decir ‘yo’ el Dasein se expresa como estar-en-el-mundo […] Al decir ‘yo’, el Dasein apunta, sin duda, al ente que es cada vez él mismo” (2014a: 337). Heidegger aclara que “La constitución ontológica del sí-mismo no se deja reducir a un yo-sustancia ni a un ‘sujeto’, sino que, por el contrario, el cotidiano y fugitivo decir ‘yo’, ‘yo’ tiene que ser comprendido desde el poder-ser propio” (2014a: 337). El haber previo se hace actual en el vivir:

      En cuanto elemento constitutivo, y ciertamente decisivo, de la interpretación, la cual ella misma es a una con el estar aquí, comparte su carácter de ser: el ser-posible. Este ser-posible es un ser posible concreto, que varía fácticamente según la situación a la cual va dirigido en cada ocasión el cuestionar hermenéutico; el haber previo no es, por lo tanto, nada que se elija a capricho (Heidegger, 2000a: 35 [cursivas en el original]).

      El vivir sólo se aclara en cuanto se ha vivido. La manera en la cual nos valemos del haber previo, en la interpretación, se da en la concreción misma de la experiencia. De ahí que no pueda ser nunca un a priori escogido artificialmente, sino sólo dado en la experiencia del vivir. Para Heidegger: “El dominio del entendimiento fáctico no es algo que se pueda calcular de antemano ni nunca” (2000a: 36). Esta proposición se aclara si recurrimos al ejemplo de la conversación, tal como la presenta Gadamer:

      Acostumbramos a decir que “llevamos” una conversación, pero la verdad es que, cuanto más auténtica es la conversación, menos posibilidades tienen los inter­locutores de “llevarla” en la dirección que desearían. De hecho, la verdadera conversación no es nunca la que uno habría querido llevar […] Una palabra conduce a la siguiente, la conversación gira hacia aquí o hacia allá, encuentra su curso y su desenlace, y todo esto puede quizá llevar alguna clase de dirección, pero en ella los dialogantes son menos directores que dirigidos. Lo que “saldrá” de una conversación no lo puede saber nadie por anticipado (1999: 461).

      Gadamer partirá de la exposición heideggeriana del haber previo como surgido de la experiencia, del existir mismo, del ser ahí, para desarrollar una hermenéutica fundada en “el descubrimiento de la preestructura de la comprensión”:

      Heidegger sólo entra en la problemática de la hermenéutica y críticas históricas con el fin de desarrollar a partir de ellas, desde el punto de vista ontológico, la preestructura de la comprensión. Nosotros, por el contrario, perseguiremos la cuestión de cómo, una vez liberada de las inhibiciones ontológicas del con­cepto científico de verdad, la hermenéutica puede hacer justicia a la historicidad de la comprensión (1999: 331).

      La interpretación parte de la actualidad, es un posicionarse desde el aquí y el ahora. En la hermenéutica lo primero es configurar la posición desde la cual sea posible preguntar, cuestionar de un modo radical: “la hermenéutica se apuesta en la situación y desde ahí posibilita el entender” (Heidegger, 2000a: 36). “La hermenéutica no tiene por objetivo la posesión de conocimientos, sino un conocer existencial, es decir, un ser. La hermenéutica habla desde lo ya-interpretado y para lo ya-interpretado” (2000a: 37). Para Heidegger la puesta en marcha de la hermenéutica no puede ser un invento, ni algo que se posea de manera definitiva, sino que brota de una experiencia fundamental “de un estar des­pierto de carácter filosófico, en el cual el existir se encuentra consigo mismo, aparece


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