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La extrema derecha en Europa. Jean-Yves CamusЧитать онлайн книгу.

La extrema derecha en Europa - Jean-Yves Camus


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en red de su ala radical. Es verdad que otros países de Europa experimentan en ese momento el mismo fenómeno: los servicios de inteligencia daneses y franceses observan en términos muy similares una vasta nebulosa después de la guerra, donde varias asociaciones no son sino el abrigo de otra, donde los militantes de los grupos se interconectan en movimientos ciertamente diversos, pero que constituyen un espacio común a la fragmentación parcialmente deseada y construida. Según los servicios de inteligencia franceses, algunos ex Waffen-SS franceses forman en 1946 una red que busca implantar cuadros en movimientos anticomunistas para lograr una dinámica subversiva dentro de la contrasubversión. Allí se encuentra, entre otros, el ex agente de la división Charlemagne, Pierre Bousquet, que pertenecerá a Jeune Nation [Joven Nación], a Europe-Action [Europa-Acción], a Militant y será el primer tesorero del Frente Nacional de 1972. (46) En 1947, un clandestino Comité Nacional de Coordinación afirma en un memorando que hay que infiltrar cuadros en los movimientos anticomunistas para orientar la vida política a través de esta red oculta; y concluye: “Somos la nueva resistencia…”. En 1951, se vuelve a cristalizar la oposición entre petainistas y colaboracionistas, donde los segundos se agrupan en torno al semanario Rivarol (47) (que se sigue publicando). Luego de la disolución del Joven Nación de Pierre Sidos en 1958, se lanza un Partido Nacionalista que desea (solo oficialmente) reunir al conjunto de los movimientos en un Comité de Entendimiento, pero también se disuelve. (48) Los intentos de maniobra del movimiento poujadista por parte de ex-JN y ex-PPF no llegan a ningún resultado, a pesar de que los militantes esperaban utilizarlo para hacer exitosa la manifestación antiparlamentaria del 6 de febrero de 1934, que terminó en tragedia. En poco tiempo, la esperanza de que la OAS (Organización Armada Secreta) pueda ser un compromiso nacionalista ganador resulta vana. Precisamente en función de esto, Dominique Venner escribe Pour une critique positive, donde rechaza el compromiso nacionalista maurrasiano si no es sostenido por los nacionalistas con una praxis leninista: “Cero más cero siempre da cero. […] La táctica del frente no puede pensarse sin una poderosa organización nacionalista capaz de imprimirle su impulso y de imponerle su línea política”. (49) Para Venner, no es ilógico concebir la unión en términos más cercanos a Doriot que a Maurras. La distinción entre “nacionales” y “nacionalistas” se impone de forma paralela a algunos intentos de estructuración horizontal nacional-nacionalistas. Al respecto, la revista L’Esprit public, el aparato de superficie de la OAS, sirve como banco de ensayo, aunque es un fracaso: Raoul Girardet solo ve confusión y delirio étnico en el pensamiento de un Jean Mabire que exalta el revolucionarismo y el mundo blanco. (50)

      En Alemania, el establecimiento del Estado totalitario y su propaganda forjó la imagen de un partido perfectamente monolítico. Pero, antes de la toma del poder, el líder nazi Otto Strasser (1897-1974) sueña con replicar a Adolf Hitler. En 1930, divide el partido nazi para fundar la Kampfgemeinschaft Revolutionären Nationalen Sozialisten (Comunidad de Combate de los Socialistas Nacional-Revolucionarios), que en 1931 se convierte en el Schwarze Front (“Frente Negro”), luego de, entre otras circunstancias, una hemorragia de sus militantes hacia el Partido Comunista alemán. Una vez independizado, Otto Strasser entabla numerosos contactos: en Francia, con Alexandre Marc y la publicación inconformista L’Ordre nouveau; en España, con las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista de Ramiro Ledesma Ramos y Onésimo Redondo; en Alemania con el círculo Widerstand de Niekisch. La oferta doctrinaria que difunde Strasser en el período de entreguerras desempeña uno de los papeles más importantes en las futuras reflexiones radicales. Propone a la vez desmantelar la sociedad industrial y urbana, apoyar a los movimientos separatistas existentes en Estados-nación opuestos a Alemania para provocar su desmantelamiento y crear una zona de cooperación económica relacionada con los recursos del Este de Europa, de África y Asia. (51) Esta propuesta de una nueva Europa hace referencia de modo amplio a la cristiandad medieval, que es el ideal de este conservadurismo revolucionario. (52) Luego de la guerra, Otto Strasser participa del intento de relanzar una internacional de la que es presidente honorario: el Movimiento Popular Europeo (MPE), partidario de la neutralidad de Europa. En nombre de la reunificación alemana, Strasser coopera, junto a los comunistas estalinistas, con el congreso neutralista alemán de 1958. Por último, promueve la creación de una zona económica euroafricana y se opone, en nombre de la unión árabe-europea, a los conflictos de Suez y de Argelia y sostiene la causa palestina. (53)

      El nazismo se elabora por la unión de diversos elementos del campo de las extremas derechas. Para forjar su representación del mundo, el nazismo alía fascismo radical, ideología völkisch y conceptos revolucionario-conservadores. Los modelos italiano y alemán se imitan ampliamente, a menudo trasplantando algunos de sus elementos al nacionalismo autóctono. En cada país el temor a la subversión comunista facilita la difusión y empuja al establecimiento de una contrarrevolución, que debía ser preventiva. En Hungría, la República de los Consejos (Soviets) es aplastada por las tropas rumanas que en 1920 llevan al poder al ex comandante en jefe de la Marina austrohúngara, el almirante Miklós Horthy de Nagybánya. El régimen autoritario conservador que instaura no detiene la proliferación de grupos radicales, a menudo inspirados en el nazismo (el propio régimen sufrió una radicalización entre 1932 y 1936). Entre ellos, se destaca el Partido de la Cruz Flechada, fundado por Ferenc Szálasi. Cuando Hitler dejó de contar con Horthy, se volcó hacia estos radicales, que había mantenido cerca para la ocasión. Estos últimos pueden conciliar colaboracionismo y nacional-imperialismo, a través de la temática de la fraternidad europea revolucionaria. En Francia, Marcel Bucard, a la cabeza del Partido Francista, no decía mucho más al declarar: “La Unión de los fascismos será la paz del mundo”. (54) Ya en 1941, Hungría, Bulgaria, Rumania, Eslovaquia y Croacia adhieren al Pacto Tripartito Berlín-Roma-Tokio. En esa misma época, los principales grupos colaboracionistas franceses lanzan juntos la Légion des Volontaires Français contre le Bolchevisme [Legión de los Voluntarios Franceses contra el Bolchevismo] (LVF), que constituye el 638° regimiento de la 7ª división de la Wehrmacht (6.000 hombres).

      Los regímenes autoritarios ibéricos, alejados tanto de la cuestión del frente oriental (55) como de la voluntad de parusía racial, trabajaron en expulsar a sus radicales. El Estado franquista se constituye y se consolida contra el falangismo “de izquierda” de Onésimo Redondo y Ramiro Ledesma Ramos y también contra el –claramente más “derechista”– de su fundador, José Antonio Primo de Rivera. De modo similar, el Estado Novo portugués de António Salazar pone rápidamente en vereda al nacional-sindicalismo de Francisco Rolão Preto. En el régimen el partido pesa menos que las administraciones. El sistema corporativista se inspira en el modelo fascista italiano, pero lo combina fuertemente con la influencia del catolicismo social (la Iglesia es un elemento fundamental de los regímenes autoritarios ibéricos). El salazarismo y el franquismo son dictaduras de extrema derecha, que tienen, como todas las extremas derechas, la voluntad de regenerar a la sociedad a través de un organicismo desigual, pero desde esta perspectiva se oponen a la extrema derecha radical.

      Este tipo de régimen autoritario desafiante respecto de la radicalidad aparece en otros países: la Austria de Dollfuss, la Estonia de Päts, la Letonia de Ulmanis, la Lituania de Smetona, la Francia de Pétain, la Hungría de Horthy, la Polonia de Pilsudski o la Rumania del rey Carol II. El régimen autoritario letonio de Kārlis Ulmanis, dirigente de Unión Campesina, accede al poder entre 1934 y 1940. Es una reacción contra el avance de una extrema derecha local fuerte, encarnada por los Pērkonkrusts de Gustav Celmiņš y por la Legión de los Combatientes de la Libertad, del coronel Voldemārs Ozols. Cruz de Trueno, corporativistas que en ocasiones utilizan la esvástica, afianza su neopaganismo al resurgir una versión reformada del Dievturība, la antigua religión pagana mayoritaria hasta el siglo XIII. En Estonia, Konstantin Päts dirige la Unión de Granjeros y Pequeños Propietarios y, en 1934, establece un régimen autoritario que desactiva el aumento de poder de los Vaps, el movimiento fascista local dirigido por Andres Larka y Artur Sirk. El caso rumano marcará más a la extrema derecha radical europeo-oriental, cuando se descubra en Italia y Francia en las décadas de 1960 y 1970.

      Corneliu Zelea Codreanu (1899-1938) funda en 1927 la Liga del Arcángel Miguel y la completa con la creación,


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