El caballero escocés. Miranda BouzoЧитать онлайн книгу.
Alistair miró con desagrado su mano derecha, que reposaba sobre las piernas de Katherine, y apretó las mandíbulas mientras su mirada se perdía lejos del rostro de la chica. La ayudaría a ser libre si ella quería, le recordaba demasiado a su hermana, y después la dejaría a salvo en algún lugar. No, Katherine Gray no era una mujer más.
Capítulo 10
—¡Os he dicho que no está muerta, viejo obcecado! —gritó Hugh al golpear la mesa con los puños.
—¿Cómo estáis tan seguro de que mi hija no ha muerto en el mar? ¡He enviado a buscarla en todas las aldeas de alrededor y pueblos y nadie la ha visto hasta ahora!
Hugh se levantó haciendo que la silla en la que estaba sentado saliera despedida hacia atrás. El cuchillo que había utilizado para comer osciló ante la nariz del señor de Hay.
—Lo planeó todo, algunas mujeres la vieron nadar hacia las rocas… y un soldado encontró entre sus ropas una pulsera de vuestra hija, sus botas y su ropa habían desaparecido —bramó Hugh.
—La creo capaz —afirmó Thomas.
—No llegará muy lejos, es una débil mujer que no ha salido de estos muros, la encontraré y la haré pagar esta ofensa…
El padre de Katherine pensó, al presenciar la violencia de Hugh de Rochester, si lo que había dicho su hija y los rumores acerca de ese hombre no tendrían razón. Katherine siempre había sido demasiado lista, más que él, tal vez todos tuvieran razón y su hija había escapado de su matrimonio con Hugh por sobradas razones. Después preguntaría a Jean, su hija pequeña, si Katherine había huido, solo ella podía saberlo.
Jean se deslizó pegada al muro, con una sonrisa en los labios, su hermana estaba viva, afirmaba Hugh. Nunca había creído que Katherine se hubiera ahogado en el mar, conocía aquellas aguas y las corrientes, ¿cuántas veces se habían escapado de niñas del castillo para ir a nadar en las gélidas aguas de la bahía de Morecambe? Su hermana últimamente era la sombra de aquella Katherine intrépida, aventurera, sonriente, pero no hasta tal punto de dejarse arrastrar por las olas hasta sucumbir. ¿Todo lo había hecho para huir de un matrimonio con Hugh? La había mentido, ¿por qué no se lo había contado? La habría ayudado sin dudar si era lo que quería. Ahora todos la culpaban porque hubiera insistido a Katherine para que fuera a nadar con ella la noche de San Lorenzo, como si ella hubiera deseado que ocurriera una desgracia. La sonrisa murió en sus labios, se sintió tan traicionada por Katherine que apretó los puños con fuerza, estaba cansada de ser siempre la segunda, de pasar inadvertida frente a su hermana mayor, incluso en aquellos momentos que la creían muerta nadie se había detenido a consolarla a ella. Beth, el aya de las dos, lloraba por los rincones sin ocuparse de ella, los mellizos preguntaban a todas horas por Katherine y su padre…, su padre ni siquiera la miraba, como si fuera una desconocida. Haría que todos volvieran a fijarse en ella, si su hermana prefería perderse entre aldeanos y vivir en una choza, que lo hiciera… Escuchó el estrépito de los platos contra el suelo mientras Hugh seguía discutiendo con su padre y Jean sonrió. Ella salvaría la casa de Hay. Lo haría gustosa. Al fin Hugh era libre. Estaba enamorada de él desde niña. Hugh solo tenía ojos para Katherine y, ahora que su hermana no estaba, ella se haría valer ante él.
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