La violencia y su sombra. María del Rosario Acosta LópezЧитать онлайн книгу.
oro flotante opera en el intersticio entre “ficción económica” (Tubb, 2014) y “ficción criminal” (Comaroff y Comaroff, 2004) de forma tal que el aspecto más sustantivo de la cosa, es decir, la cosa desprovista de las relaciones sociales que la constituyen, pueda brillar en la oscuridad de la urna vacía como un significante flotante.28 Por ello, no es coincidencia que sea la ficción del oro flotante aquello que cautiva, por encima de lo demás, al público del poder forense concretizado en un grupo de jóvenes definidos como ‘infractores’ por su relación con la comisión de delitos menores. Como tampoco lo es el que sea la ficción aquello que media la puesta en escena del poder forense del Estado.
En su rol de hacer legible el poder forense del Estado, el museo forense insiste compulsivamente en desambiguar el complejo de relaciones oro-coca-paras-Estado a través de la puesta en escena repetitiva de la ilusión del oro paramilitar. Es decir, a través de una ficción. No obstante, sería equivocado calificar la relación entre ficción y aparato forense que el museo pone en marcha como de orden accidental o excepcional. Si el aparato forense opera por medio de ficciones, lo hace porque aquello que es intrínseco a la operación de los regímenes forenses de la modernidad es su producción de poderosas prácticas imaginativas. Sin embargo, también sería insuficiente pensar dichas prácticas como equivalentes, ignorando las formas en que truco, fantasía y ficción, a pesar de ser inmanentes a la producción del Estado poscolonial, lo son de manera diferenciada. Aquí, el análisis antropológico está llamado justamente a dar cuenta de cada una de ellas atendiendo a su especificidad, al tiempo que a las lógicas comunes que las animan.
Conclusiones
A modo de conclusión quisiera retomar las preguntas que puse sobre la mesa a propósito del estatus ambivalente del objeto forense en el museo en la introducción a este ensayo. En primer lugar, la pregunta sobre cuál es la fuente de autoridad del objeto en el Museo de la Fiscalía; y, en segundo lugar, la pregunta por la posibilidad de que el ‘objeto forense en el museo’ tenga efectos sobre el poder forense.
Pareciera obvio que es el museo institucional aquel que cumple el rol de agente que anima al objeto forense por fuera del proceso penal —dándole vida nueva— como objeto museológico cuyo estatus forense es ambiguo. No obstante, el ensayo problematiza esta idea. Tal y como sucede con el celular de Bula, el ‘objeto forense en el museo’ no solamente combina en uno solo lo que parecen como dos estatus ontológicos distintos y mutuamente excluyentes —objeto forense y objeto museológico—. En sentido estricto, el objeto forense pierde algo de su capacidad de persuadir en la escena del proceso penal para poder llegar al museo. Sin embargo, como vimos tanto en el caso del celular como en el del campero rojo, esa pérdida no es total o definitiva. En ese tránsito el objeto también gana o resulta animado por una nueva fuerza persuasiva —llamémosla la fuerza museológica— que no excluye al poder forense del objeto, sino que, por el contrario, lo suplementa.
Lo que emerge de esa pérdida parcial es un régimen de objetos cuasiforenses cuya capacidad de persuasión la sostienen prácticas imaginativas consideradas como antitéticas a las ciencias forenses y su monopolio por parte del Estado. En efecto, como vimos en cada uno de los acápites anteriores, la simulación, dramatización y ficcionalización de objetos forenses en el museo transforman los imperativos probatorios que rigen la epistemología forense al promover la ambigüedad, la ficción y la ironía como elementos centrales de la producción de la verdad del delito. Pero no solo eso; el ensayo muestra hasta qué punto los objetos cuasiforenses no son exclusivamente el producto del museo forense. Su puesta en escena está ligada a la continuidad entre el foro del proceso penal y el museo institucional como espacios de construcción de Estado. Una continuidad que, tal y como lo ilustran el chaleco de Gaitán en el Museo Nacional o el oro paramilitar evocativo de objetos precolombinos exhibidos en el Museo del Oro, no es azarosa o del todo nueva. Por el contrario, se trata de una relación constituida por una larga genealogía de referencias cruzadas entre el poder forense del Estado poscolonial y sus proyectos museológicos.
Para finalizar, quisiera retomar la pregunta en relación con los posibles efectos del régimen de lo cuasiforense sobre los foros de representación de la verdad pública del Estado poscolonial. Lo hago retomando a Weizman, quien, en su teorización a propósito del giro forense, plantea la relación entre el objeto forense y los medios o técnicas para su presentación como una de orden constitutivo (Weizman, 2010). Para Weizman, dicha relación, que tiene sus raíces en el concepto griego forensis (la ciencia del foro) y la práctica retórica de usar objetos para persuadir, se traduce concretamente en una preocupación por la relación entre objeto forense y foro en el que el objeto es presentado con el propósito de persuadir. Aquello que es clave para Weizman es precisamente el que la autorización nunca sucede por fuera de un espacio concreto —espacio al que él llama foro—. Esto no quiere decir de ninguna manera que, para Weizman, el foro simplemente preceda al objeto, sino que, por el contrario, su propuesta hace énfasis en la manera como uno y otro se constituyen mutuamente. Además, y este es un punto fundamental, hay objetos persuasivos que al ser introducidos dentro de nuevos espacios conjuran la transformación de estos últimos, o incluso acarrean la emergencia de un foro completamente nuevo.29
El análisis de Weizman se presta para reflexionar a propósito de la relación entre el Museo de la Fiscalía y el foro del proceso penal. Específicamente, la manera en que la ambigüedad que anima al ‘objeto forense en el museo’ abre la posibilidad de que, en el tránsito entre el almacén de evidencia y el museo, ese objeto cuasiforense transforme al aparato forense. O, dicho de otra forma, que produzca un poder forense reconstituido por la huella del objeto. El análisis de objetos aquí presentado permite apreciar al Museo de la Fiscalía como un foro emergente en el cual el poder forense del Estado pone en escena la transgresión del conocimiento forense y experimenta —torpemente— con su transformación en un contexto de reorganización de los métodos de producción de verdad pública en general y de la representación de la verdad por medio de objetos forenses en concreto. Un fenómeno que no debería resultarnos del todo extraño en un contexto de transición política, cuando parece razonable que fantaseemos con las posibilidades que ofrece la transgresión ontológica del objeto forense, justamente porque se trata de una coyuntura en la que tanto el poder del Estado para hacer la guerra como su relación constitutiva con el poder forense se encuentran bajo examen.
Referencias
(17 de marzo de 2019). Se perdió la información del celular de Otto Bula. Noticias Uno. Recuperado de https://noticias.canal1.com.co/noticias/celular-pruebas-perdidas-buela/
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Ginzburg,