Tratado general de fútbol. Jorge CasteloЧитать онлайн книгу.
coherente y homogénea, correlacionada paralelamente con la constitución de sectores (defensa, medio campo y ataque) formados por varios jugadores que ejercen su acción de forma concertada.
• Racionalización y objetivización de los límites orientadores de los comportamientos técnico-tácticos por medio de la distribución de un conjunto de tareas y misiones tácticas específicas en ataque y defensa en función de las potencialidades individuales de los jugadores, de los objetivos estratégico-tácticos del equipo y del conocimiento más o menos pormenorizado de las circunstancias en las que tiene lugar determinado partido, incluyendo, naturalmente, las particularidades fundamentales del equipo contrario. Se asegura de esta forma, como último análisis, la coordinación de los comportamientos de los jugadores dentro de la organización del equipo, a partir de la cual se desarrolla y evoluciona su expresión táctica.
ELEMENTOS DE BASE
En relación con los elementos de base de la estructura de juego vamos a analizar dos subvertientes: el jugador como una línea de fuerza dentro del terreno de juego y la estructura de base del equipo en función de las líneas y de los sectores constituidos por diferentes jugadores que ejercen su acción de forma concertada y homogénea.
• El jugador
La ocupación del terreno de juego determina relaciones y, a su vez, define unas líneas de fuerza, es decir, redes de comunicación y contracomunicación. Para que esto se verifique realmente se requiere el respeto de cierta distancia relativa entre los jugadores, ni demasiado amplia, pues aumenta los riesgos de la interceptación del balón por parte del equipo adversario, ni demasiado corta, pues la progresión del balón en dirección a la portería adversaria se haría con grandes dificultades. En este sentido, cada jugador en el campo representa una fuerza que se manifiesta por:
1. Ocupación dinámica de una parte del espacio de juego. Al analizar el área de terreno de juego en función del total de jugadores que se mueven en ella observamos un espacio de alrededor de 325 m2 por jugador. Bajo esta circunstancia, dentro de la estructura del equipo cada jugador, independientemente de su misión táctica específica, deberá ocupar y dinamizar una parte del terreno de juego, y podrá expresar individualmente su propia personalidad, no quedando «prisionero» de su puesto, y ser un soporte para una organización estructurada y fundamentada en una cobertura permanente y recíproca.
2. Acción sobre el balón. En cada momento del juego solamente un jugador de los 22 que están en el campo podrá tener la posesión del balón. Esto significa que cada jugador, al intervenir sobre el balón, direcciona el juego en uno u otro sentido, es decir, en la concreción o no de los objetivos del juego. Simultánea y paralelamente, en cada intervención sobre el balón por parte de cualquier jugador se observa una interacción operativa entre él y el resto de jugadores (compañeros y adversarios), consustanciado por un conjunto de complejos movimientos alrededor o en dirección al balón (apoyo o cobertura del compañero que tiene la posesión del balón o poco marcaje del adversario con balón).
3. Relación entre los compañeros. La cooperación representa una forma específica de sociabilidad del juego del fútbol. Cualquier jugador dentro del equipo debe ayudar a sus compañeros y comunicarse con ellos en función de un determinado objetivo común. Para comunicarse ha de establecerse un «lenguaje común», en otras palabras, un sistema de referencia común que se fundamenta en el establecimiento y en la definición de los principios del juego. La comunicación se realiza de forma instrumental –a través del balón– y comportamental –mediante las acciones técnico-tácticas realizadas–. Así, los jugadores deberán comprender las intenciones y los proyectos de sus compañeros en cada situación de juego y adoptar los comportamientos que conduzcan a tener un máximo de eficacia en esa situación dependiendo de los objetivos del equipo. Las peculiaridades y el carácter de las acciones sin balón de los jugadores representan la base del concepto de juego del equipo. El posicionamiento elegido por el jugador en las diferentes fases del juego refleja la fase cualitativa de su pensamiento creativo y de su madurez táctica, basados en la capacidad de leer y valorar rápidamente las situaciones con el objetivo de adoptar operativamente las soluciones más eficaces para la tarea táctica de su propio equipo.
4. Interceptación de las relaciones entre los adversarios. La presencia del adversario constituye otra de las constantes del juego y determina «jugar con y en contra». El juego ha de analizarse y comprenderse en términos de relaciones de fuerza entre los equipos. Éstas, cuando se dan en la fase ofensiva, intentan desequilibrar el sistema de fuerzas del adversario y establecer las condiciones más favorables para el objetivo del gol, pero es todo lo contrario cuando el equipo en acción defensiva intenta en todo momento mantener un equilibrio dinámico de su sistema buscando recuperar el balón y proteger su portería.
5. Constante adaptación a la variabilidad de las situaciones de juego. La variabilidad de las situaciones momentáneas del juego determina una constante adaptación de los comportamientos técnico-tácticos individuales (solución táctica presente) y colectivos (desplazamientos coordinados por la necesidad de equilibrar el reparto de fuerzas en el terreno de juego). En síntesis, dentro de estas diferentes manifestaciones, cada jugador concreta una línea de fuerza con múltiples orientaciones en las que el rendimiento está subordinado a su situación en el espacio de juego en relación con el balón, las porterías, sus compañeros y los adversarios.
6. Concreción del objetivo de juego. Cada jugador representa una identidad indivisible con una voluntad propia que lleva consigo una mentalidad, una capacidad y una finalidad. Redimensionando esta cuestión en el seno de un equipo, la integración de cada jugador se realiza por la aceptación por parte de éste de un conjunto de valores, de convicciones y de un proyecto común en el que se asume, bajo este contexto, una conciencia colectiva. De forma simultánea, cada jugador debe saber lo que el equipo espera de él y la mejor forma de corresponderle respecto a sus expectativas. Por ello, ante un partido cada jugador debe entender que en cualquier momento del juego (interviniendo o no sobre el balón) es una parte integrante de una cadena de acontecimientos cuya importancia está determinada por sus decisiones al contribuir a la solución de los diferentes contextos de las situaciones de juego, con el objetivo de que se concreten los objetivos estratégicos preestablecidos y los objetivos tácticos momentáneos del equipo.
• La estructura de base del equipo
Un equipo de fútbol presupone la existencia de un colectivo organizado y unido desde el punto de vista de la finalidad, de los objetivos y de las intenciones. Representa, según Teodorescu (1984), un «microsistema social numéricamente estable y constituido por jugadores especializados (…) Lo que conduce a la aparición de espacios en el equipo (defensas, mediocampistas, etc.), así como a la constitución de los subconjuntos, sectores o líneas». De hecho, la colocación de base del equipo es soportada por las acciones individuales de los jugadores, se organiza en función de las líneas o los sectores integrados por diferentes jugadores que ejercen su acción (tanto ofensiva como defensiva) con una forma convenida y homogénea, estableciendo las relaciones y las uniones que son la base de las acciones colectivas (misiones tácticas colectivas), y, en un último término, por las acciones del equipo en su conjunto. En este sentido, los jugadores que pertenecen a los distintos sectores del equipo tienen misiones tácticas específicas cuya nomenclatura internacional es la siguiente:
1. Porteros. Dentro del área grande gozan de un estatuto diferente al de todos sus compañeros en relación con el contacto con el balón y la protección de sus acciones técnico-tácticas. La principal responsabilidad del portero