Tratado general de fútbol. Jorge CasteloЧитать онлайн книгу.
de esta forma a que los jugadores realicen un balance más global del juego y de los intereses momentáneos y fundamentales del equipo con el objetivo de cumplirlos, aunque «parezca» que se vayan a utilizar acciones técnico-tácticas individuales y colectivas que no concretan inmediatamente los objetivos del juego del fútbol.
2. Específicos. El jugador que posee el balón debe correlacionar sus comportamientos técnico-tácticos a través de acciones individuales hasta que se cumplan parte de los objetivos que determinan su comportamiento. Estas acciones individuales están basadas en procedimientos técnico-tácticos que buscan la protección-conservación del balón (contracción, dribling, finta y simulación) y que comprenden su corresponsabilidad en función de los condicionantes que cada situación del juego tiene y de los objetivos tácticos que abarca. Así, es el jugador quien ha de optar por las soluciones que le permitan concretarlos simultáneamente.
Los esquemas tácticos ofensivos
Son las soluciones estereotipadas previamente estudiadas y entrenadas para las situaciones de balón parado (saques libres, saques del portero, de banda, córners, etc.). Representan una forma de combinación táctica, es decir, la coordinación de las acciones individuales de varios jugadores de naturaleza ofensiva que buscan asegurar las condiciones más favorables para la concreción inmediata del gol durante las fases fijas del juego.
El objetivo fundamental de los esquemas tácticos ofensivos es asegurar las condiciones más favorables para la concreción inmediata del gol: de los datos de los análisis del juego del fútbol se concluye que entre un 25% y un 50% de las situaciones de finalización y de creación de las situaciones de finalización tienen como base las soluciones tácticas a partir del balón parado. Más importante es el hecho de que los partidos importantes (entre equipos con el mismo nivel de rendimiento) se deciden cada vez más por medio de goles que se derivan de saques libres, saques de banda, córners y penaltis. Hughes (1980) refiere que «entre 1966 y 1986 se desarrollaron seis finales del campeonato del mundo, donde se marcaron 27 goles, trece de los cuales se consiguieron a partir de situaciones de balón parado y otros cinco inmediatamente después de una de esas situaciones. Las razones de este hecho son perfectamente comprensibles: en los partidos importantes el marcaje es muy presionante, por lo que no da mucho tiempo ni espacio para que se pueda jugar; cuando existe menos tiempo y espacio para jugar es difícil que los atacantes consigan desplazarse hacia las posiciones de máximo peligro, y en los partidos con marcajes muy cerrados existen normalmente más faltas y consecuentemente más saques libres.
De ahí la importancia que le dan los equipos en el entrenamiento a la mejora de la eficacia de estas situaciones, que ofrecen igualmente un tiempo y una oportunidad para reajustar las posiciones, las distancias entre los diferentes elementos, asegurar los marcajes y ocupar racionalmente el terreno de juego en función de las situaciones. De este hecho se puede extraer la importancia que le atribuyen los equipos al concepto de entrenamiento y de mejora de la eficacia de estas situaciones. Esta eficacia se traduce fundamentalmente por la iniciativa que el equipo que posee el balón tiene para sorprender a los adversarios y obligarles a cometer errores. En estas situaciones de balón parado el factor tiempo da la posibilidad y la oportunidad de que los jugadores se posicionen en los espacios que potencien sus características (técnicas, tácticas y físicas) específicas en la constante búsqueda de ubicarse en condiciones favorables para la inmediata concreción del gol. Según Hughes (1980), existen cinco ventajas básicas que determinan la eficacia de estas situaciones:
1. Siempre se ejecutan con el balón parado, por lo que el problema del control del balón está eliminado.
2. Los adversarios siempre tienen que colocarse por lo menos a 9,15 m y por consiguiente no existe la presión sobre el balón.
3. Un gran número de atacantes (ocho o nueve) se pueden desplazar hacia posiciones peligrosas para el equipo contrario.
4. Los jugadores se colocan en posiciones planificadas de antemano para maximizar sus capacidades individuales.
5. El entrenamiento sistemático de estas situaciones produce niveles de sincronización de los movimientos.
Los medios fundamentales para la concepción de los esquemas tácticos deben asegurar los siguientes aspectos:
1. Un dispositivo fijo, en el cual los jugadores y el balón circulen de forma preestablecida. Sin embargo, igualmente ha de tener un carácter espontáneo y creativo, relacionando el nivel de la organización ofensiva y defensiva en función de la situación momentánea del juego. La sucesión de los procedimientos técnico-tácticos de los jugadores ha de tener una lógica, una coherencia y estar de acuerdo con un «escenario» de juego convincente para el equipo adversario, que le lleve a una incorrecta lectura de la situación y, consecuentemente, a optar por medidas menos eficaces, es decir, a cometer errores.
2. La ejecución de los esquemas tácticos ofensivos, que exige:
A. En lo que respecta al jugador que hace el saque, un claro conocimiento de la solución táctica y de sus variantes, un saque en el momento correcto, coordinado con el movimiento de sus compañeros, y una eficaz ejecución técnico-táctica en el saque.
B. En cuanto a los jugadores que participan directamente en el esquema táctico, un claro conocimiento de la solución táctica y de sus variantes, una coordinación eficaz del objetivo de su comportamiento y del de sus compañeros y que estén siempre preparados para la eventualidad de finalizar la jugada aunque no se haya entrenado esa solución táctica ni haya sido escogida para su realización.
C. Los esquemas tácticos implican normalmente a un gran número de jugadores para intentar sacar el máximo de rendimiento de estas situaciones. Este hecho determina, consecuentemente, la aplicación de medidas preventivas para minimizar un eventual riesgo (en caso de una ejecución deficiente de la solución táctica). De esto se infiere igualmente la necesidad de que los jugadores que no están directamente involucrados en los esquemas tácticos tengan conocimiento de ellos con la misma exactitud y responsabilidad que el resto de sus compañeros.
D. El tiempo necesario para la ejecución de los esquemas tácticos ofensivos es el suficiente para que se puedan reajustar las posiciones, las distancias y la concentración psíquica de los jugadores para que se preparen para su ejecución. Normalmente en estas situaciones el tiempo corre a favor del ataque; sin embargo, no se debe perder la oportunidad de realizar un saque rápido, aunque el dispositivo fijo no esté totalmente concretado, ya que se pueden sacar mayores ventajas de una desconcentración (atención) de los jugadores adversarios y de una organización defensiva precaria.
E. Las diferencias fundamentales entre los esquemas tácticos ofensivos y las combinaciones tácticas según Teodorescu (1984) son las siguientes: mayor complejidad, sólo se emplean en los momentos fijos del juego, mayor rigidez y estereotipo, y dispositivo fijo de circulación de los jugadores y del balón en cuanto a que las combinaciones tácticas tienen un carácter espontáneo y creador y dependen de la fase del juego.
Las formas con las que se consiguen más situaciones de balón parado, según Hughes (1990), son las siguientes:
1. Con el pase hacia los espacios de las «espaldas» de la defensa contraria, pues les causan siempre problemas porque parten de una posición inestable, por lo que tienen que girarse en dirección a su propia portería.