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E-Pack HQN Sherryl Woods 1. Sherryl WoodsЧитать онлайн книгу.

E-Pack HQN Sherryl Woods 1 - Sherryl Woods


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novio, así que mucho menos una familia. Sin embargo, mientras se decía todo eso, no podía evitar imaginarse a Will ahí arriba, en ese mismo sitio, a su lado, sentado frente a una agradable chimenea y viendo Chesapeake Shores extendiéndose ante ellos. La imagen era tan clara, tan cautivadora, que la asombró. Parpadeó y se obligó a centrar su atención en los arcones de libros viejos que tenía delante.

      –Jamás seré capaz de hacer nada aquí arriba si no dejo de soñar despierta.

      –Pero soñar despierta tiene su función, ¿no crees? Te permite exponer todos los posibles escenarios de nuestro futuro para poder seleccionarlos y ver cuál nos encaja mejor.

      –¿Tú sueñas mucho despierto?

      –Todo el tiempo.

      –¿Y en qué piensas?

      Las mejillas de Will volvieron a sonrojarse.

      –En esto y aquello. Nada sobre lo que merezca la pena hablar.

      Jess se rio.

      –Esto y aquello, ¿eh? ¿Y sale alguien especial en esas ensoñaciones tuyas?

      Él la miró fijamente.

      –¿Qué gracia tiene soñar despierto si no hay nadie contigo en esos sueños?

      Ella tuvo que morderse la lengua para evitar preguntarle a qué mujer veía, porque no estaba segura de querer saberlo.

      Si decía que era ella, ¿qué pasaría? No, mejor dejar las cosas como estaban.

      –En los míos durante mucho tiempo ha aparecido Brad Pitt –dijo ella para quitarle tensión al momento–. Pero entonces dejó a Jennifer Aniston para irse con Angelina Jolie y eso acabó conmigo.

      Will se rio.

      –¿Y nadie ha sido capaz de reemplazar a Brad?

      –Si te lo digo, ¿prometes no decírselo a nadie?

      –Soy el alma de la discreción –le aseguró.

      –Tim McGraw, pero claro, seguro que Faith Hill tiene muy mal genio cuando alguien se acerca demasiado a su chico –suspiró exageradamente–. ¿Quién puede culparla?

      –¿Quién? –dijo Will con una sonrisa.

      De pronto estar en un lugar cerrado hablando de todos esos sueños le pareció demasiado. Jess se levantó.

      –Ya hemos hablado bastante por hoy. Vayamos a la cocina y asaltemos la nevera –sugirió ella–. Podemos hacer un picnic en una de las mesas que dan a la playa. Todos los huéspedes se han marchado, así que tenemos el hotel para los dos solos.

      Will se levantó y las siguió hasta la gran cocina del hotel.

      –Um, Jess… –comenzó a decir vacilante junto a la puerta.

      Ella abrió la nevera y lo miró.

      –¿Qué?

      –Lo último que he oído es que no sabes cocinar. Tal vez deberíamos salir y comprar una hamburguesa o una pizza.

      –Los dos somos un desastre y no quiero tener que ponerme a limpiar luego –dijo y sonrió–. Pero no temas, Gail siempre deja algunas cosas preparadas para mí. Además de Dillon, es la mejor cocinera del pueblo.

      A él se le iluminó la cara.

      –En ese caso, vamos a ver qué posibilidades hay –dijo situándose tras ella.

      Estaba tan cerca que Jess podía oler el aroma de su aftershave.

      De pronto tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas para no girarse y hundir la cara en la curva de su hombro. Se puso derecha con tanta brusquedad que su cabeza chocó con la barbilla de Will.

      –Lo siento. ¿Estás bien?

      –Nada que un poco de hielo no pueda curar –respondió él y la detuvo cuando Jess hizo intención de sacar hielo del congelador–. Estoy de broma, estoy bien –se le iluminaron los ojos–. Y ahí dentro veo pollo asado. ¿Podemos comer eso?

      –Hemos comido pollo en mi casa.

      –No importa. No hay nada mejor que pollo frío con un vaso de vino. Supongo que puedes encontrar una botella de pinot grigio o de Sauvignon blanco. He oído que la bodega que tenéis aquí es de calidad.

      –Pollo frío y vino, allá va. Yo me encargo de sacar el pollo y tú ve a por el vino –le indicó la refrigeradora de vino que habían instalado hacía unas semanas y que estaba llena de unas excelentes marcas californianas, además de varios vinos locales e incluso de algunos vinos franceses.

      Will silbó mientras miraba las etiquetas.

      –Es una selección excelente.

      –Gail sabe lo que hace, yo no –dijo Jess buscando un sacacorchos en un cajón–. Elige el que quieras.

      Encontró algunas cosas más para la comida: algunas verduritas cortadas, queso, uvas y pan francés del día. La bandeja estaba llena cuando había terminado de prepararlo todo.

      Will sacudió la cabeza al verlo.

      –Creía que sería un simple picoteo.

      –Ha sido simple, ¿es que me has visto encender un solo fuego? Lleva la bandeja, yo llevaré el vino y las copas.

      El sol estaba empezando a ponerse por el oeste cuando se sentaron en una de las mesas de picnic dispuestas alrededor del jardín del hotel. Will sirvió el vino y alzó su copa.

      –Por las cenas simples con buenas amigas –dijo en voz baja.

      No hubo nada remotamente insinuante en sus palabras, ni la más mínima indirecta de que quisiera algo más. Y aun así, a Jess le pareció ver deseo en su mirada y no pudo evitar preguntarse si a ella le sucedía lo mismo. La idea resultaba tan aterradora que sintió que tenía que decir algo.

      –¿Will?

      Él asintió sin dejar de mirarla ni un instante.

      –Sabes que esto… –señaló la comida, aún intacta– no es una cita. Deberíamos dejarlo claro.

      –¿Y cómo lo describirías tú?

      –Como un picoteo para darte las gracias por haberme ayudado.

      –De acuerdo –respondió él lentamente–. Pero ya que estamos siendo claros, deja que te diga que no pretendo caer en una de esas ridículas situaciones de «no estamos saliendo » como en la que están metidos Susie y Mack. Ya que ha sido idea tuya, puedes llamar a esto como quieras, pero la próxima vez que compartamos una comida… si es que volvemos a hacerlo… será una cita.

      Jess tembló ante la intensidad de su voz y la intensidad de su mirada. Y se sintió más agitada todavía cuando él se levantó, la besó en la frente y le dijo que tenía que irse.

      –Pero…

      –Tú quédate aquí fuera y disfruta viendo salir la luna –le dijo interrumpiendo sus protestas–. Habrá luna llena.

      Se marchó antes de que ella pudiera pedirle que se quedara, pero Jess se dijo que no pasaba nada. Con lo confusa que estaba, haber estado sentada a su lado viendo la luna llena habría sido demasiado romántico y quién sabía qué locuras podría haberse visto tentada a cometer.

      Capítulo 7

      Connie ya había estado en tres citas a ciegas hasta el momento, a cada cual más deprimente. Y no porque los hombres no hubieran sido agradables, sino porque no eran Thomas O’Brien. Les faltaba su madurez, su pasión por su trabajo preservando la bahía Chesapeake, sus ojos azules que se iluminaban y chispeaban cuando se reía al compartir un chiste con ella.

      El modo en que deseaba a ese hombre resultaba patético y estaba empeorando desde que habían ido a cenar un par de semanas atrás.

      Por


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