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E-Pack HQN Sherryl Woods 1. Sherryl WoodsЧитать онлайн книгу.

E-Pack HQN Sherryl Woods 1 - Sherryl Woods


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en Brady’s a que alguien se fije en ti. Si paso más tiempo allí, Dillon ha amenazado con ponerle mi nombre a uno de los taburetes.

      –Por lo menos tendrías un legado de tu vida en Chesapeake Shores –bromeó Jess–. Mucho mejor que tener tu foto en la pared de ese viejo banco que tiene tu familia y al que te sientes tan unida.

      –Búrlate de mí todo lo que quieras, pero creo que deberíamos hacer esto –insistió Laila–. Somos mujeres inteligentes y atractivas. Nos merecemos pasar algo de tiempo con hombres excitantes y de éxito que no estén emparentadas con nosotras.

      –Y yo estoy hartísima de las cenas de sábado en la casa de Jake y Bree –añadió Connie–. Desde que Jenny se marchó, esperan que vaya allí para hacerle monerías al bebé. Es una monada, pero no me veo pasando así los sábados por la noche de los próximos años.

      –Yo ya he tenido bastantes cenas de esas con mis hermanos; cenas a las que te invitan por pena –añadió Jess.

      –Pues a mí ni siquiera me invitan a cenas de esas. Trace y Abby solo cuentan conmigo para cuidar de las gemelas. Si no me caso pronto, acabarán haciendo que me mude a su casa y me convierta en niñera interna.

      –Tienes una carrera –le recordó Jess–. Estoy segura de que puedes mantener un estilo de vida independiente.

      –La independencia apesta –declaró Laila.

      –Amén –añadió Connie–. No es que quiera que un hombre controle lo que hago con mi vida, pero sería agradable acurrucarse con alguien delante del fuego.

      –Di lo que quieres de verdad –dijo Jess–. Quieres sexo.

      Connie suspiró.

      –¿No es lo que queremos todas?

      –Entonces, ¿vamos a hacerlo? –preguntó Laila.

      Aunque no era conocida por su cautela, Jess no pudo evitar preguntar:

      –Pero, ¿qué sabemos de esta compañía?

      –Solo lo que dice en el folleto –respondió Laila mirando la página trasera–. Promete emparejamientos discretos hechos por un psicólogo que lleva años trabajando con clientes solteros. Ha desarrollado un buen criterio de selección para asegurarse de que la gente a quien empareja tiene los mismos valores y objetivos –soltó el folleto y las miró–. ¡Vamos, chicas! ¿Qué tenemos que perder? Y si las citas resultan un espanto, pues siempre podemos reírnos mientras nos tomamos unas copas en Brady’s.

      –Yo me apunto –dijo Connie de inmediato–. ¿Jess?

      Jess miró los papeles del trabajo; no irían a ninguna parte.

      –¡Qué demonios! Me apunto.

      Se giró, apagó el ordenador y buscó la página Web de la empresa.

      –Tiene un diseño muy bonito –dijo con aprobación.

      –Da la sensación de ser de fiar –apuntó Connie.

      –Y me encanta la foto –añadió Laila–. Estoy segura de que la sacaron en Shore Road. Ahí a la izquierda está el muelle de pesca del pueblo.

      –¿No os preocupa que podríamos acabar emparejadas con alguien que ya conocemos, incluso alguien con quien hayamos salido en el pasado? –preguntó Jess–. Eso podría ser humillante.

      –O podría hacer que le echáramos otro vistazo al chico en cuestión –respondió Connie con expresión pensativa–. Después de todo, si un experto pensara que haríamos buena pareja, tal vez es que estuvimos infravalorando a la otra persona.

      –O tal vez el experto no es tan listo –contestó Jess.

      Aun así, cuando el formulario para registrarse apareció en la pantalla, ella fue la primera en rellenarlo. Tuvo la tentación de fingir las respuestas solo por ver qué pasaría, pero Connie y Laila se le adelantaron.

      –Tienes que tomarte esto en serio –la reprendió Connie.

      –Estamos esperando que un ordenador y un supuesto experto haga lo que no hemos sido capaces de hacer solas –respondió Jess–. ¿Y queréis que me lo tome en serio?

      –Yo sí –dijo Connie–, porque esta podría ser mi última oportunidad.

      –No va a ser tu última oportunidad –dijo Laila con fuerza–. Si vas a mirarlo así, Connie, entonces tal vez no deberías hacerlo. La desesperación nunca es un camino inteligente cuando se trata de quedar con hombres. Estamos haciendo esto para reírnos y para tener algunos almuerzos gratis, eso es todo. No podemos tener nuestras expectativas demasiado altas y tenemos que concentrarnos en divertirnos.

      Connie no parecía convencida del todo, pero cuando el formulario de Jess estuvo cumplimentado, Connie inmediatamente se acercó y se situó frente al ordenador. Laila la siguió.

      Cuando habían enviado el último formulario, se miraron.

      –Necesito una copa –dijo Jess.

      –Me apunto –añadió Laila.

      Connie asintió.

      –Creo que yo me la tomaré doble.

      Una de las pocas cosas que no habían cambiado desde que Jake se había casado con Bree era que Mack Franklin, Will Lincoln y él seguían almorzando cada día en Sally’s. Los almuerzos habían comenzado cuando Jake necesitaba apoyo después de que Bree y él hubieran roto unos años atrás. Ahora que estaban juntos otra vez y felizmente casados, la tradición del almuerzo se había convertido para los tres en una forma de mantener su amistad bien cimentada. Will se apoyaba en esos dos hombres más de lo que probablemente ellos sabían.

      Como psicólogo, pasaba los días escuchando los problemas de los demás, pero él no tenía a nadie más que a Jake y a Mack para escuchar los suyos. Aunque los tres lo sabían prácticamente todo sobre la vida de los otros, había una cosa que Will llevaba tiempo ocultándoles: su nuevo negocio, Almuerzo junto a la bahía.

      El servicio de citas había sido fruto de la frustración. Pasaba demasiado tiempo apoyando psicológicamente a solteros sobre las relaciones de su vida y demasiado poco cultivando cualquier relación suya. El nombre de la empresa, que se le había ocurrido en mitad de una solitaria noche, pretendía ser irónico, aunque solo fuera para él. Por mucho que le gustaba reunirse con sus colegas, pensaba que ya era hora de empezar a almorzar con alguien que llevara falda y se echara perfume. Sí, en ocasiones, Jake olía a rosas, pero eso era solo después de que hubiera pasado la mañana plantando rosales para uno de sus muchos clientes de paisajismo. Estaba claro que no era lo mismo.

      Además, pensaba que ya era hora de dejar de apoyar a Jess O’Brien. A lo largo de los años, Jess había tenido muchas oportunidades de mostrar el más mínimo interés por él, pero por lo general lo trataba como si fuera un hermano mayor especialmente molesto.

      O peor; desde que era psicólogo lo acusaba de analizarla, porque padecía trastorno por déficit de atención, y de querer convertirla en un caso de estudio y, por mucho que se lo había negado, no había logrado que dejara de pensar semejante ridiculez. Y ya que se veían mucho, las sospechas de Jess hacían que la mayoría de sus encuentros acabaran resultando incómodos y ambos se mostraran irritados.

      Lo cual significaba que había llegado el momento de seguir adelante de una vez por todas, aunque no era fácil en un pueblo con una población inferior a cinco mil habitantes exceptuando las épocas de primavera y verano cuando los turistas y los domingueros lo llenaban. Almuerzo junto a la bahía había sido creado no solo para llenar un hueco en la escena social de Chesapeake Shore, sino también para aliviar la soledad de Will.

      Se lo explicó todo a Jake y a Mack, que lo miraban como si de pronto le hubieran salido cuernos.

      –¿Vas a abrir una Web de citas? –repitió Mack.

      –Exacto –respondió Will–. Si no estuvieras tan ocupado «no saliendo» con Susie, te animarías a apuntarte. Eres uno de los


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