E-Pack HQN Sherryl Woods 1. Sherryl WoodsЧитать онлайн книгу.
lo hubieran hecho miles de veces y él sintió su sonrisa contra la curva de su cuello cuando ella vio la enorme cama.
–Debería habérmelo imaginado.
–Estaba pensando por adelantado. Pero, para que lo sepas, esta cama resulta horriblemente grande y solitaria cuando no hay nadie con quien compartirla.
Sin embargo, esa noche tenía intención de utilizar cada centímetro de esa cama.
En cierto modo, Jess había sabido cuando había ido a casa de Will esa noche que existía una posibilidad de que acabaran ahí, en su cama. Por supuesto, él se había opuesto rotundamente en el pasado, tanto que no había estado segura de poder persuadirlo de que había llegado el momento. Ese hombre tenía una habilidad asombrosa para resistir a la tentación.
Apartó las sábanas, la posó sobre las sábanas color crema y suaves como la seda, y se tendió a su lado. Le rozó la mejilla al apartarle un mechón de la cara.
–¿Te he dicho ya lo preciosa que eres? –le preguntó casi sin aliento.
Ella sonrió.
–La verdad es que no.
–Pues permite que cambie eso ahora mismo –le respondió con una sonrisa–. Tienes la cara más asombrosamente expresiva que he visto nunca, los ojos tan azules como la bahía en un día de verano y una melena que parece iluminada por el sol.
–No está mal para ser un tipo que escribe una poesía espantosa –murmuró.
–¿Poesía?
–Venía con las flores.
Él se rio.
–Ah, el poema romántico y cursilón que Bree insistió en que era necesario. No estaba muy bien, ¿no? ¡Menuda escritora está hecha!
–Lo intentó. No es Elizabeth Barrett Browning pero fue muy dulce que la dejaras probar.
–Lo que hiciera falta con tal de hacerte sonreír.
La invadió un agradable escalofrío junto con un deseo que la asombró por su intensidad.
–Em, Will, ¿vamos a empezar? Es que estoy poniéndome un poco nerviosa.
Él se rio.
–Estaba tomándome mi tiempo cortejándote.
–Ahora mismo no necesito que me cortejes. Lo que necesito es sentir tus labios y tu cuerpo sobre los míos.
Suspiró de placer cuando él cubrió su boca con la suya y coló una mano bajo su camisa para acariciar sus pechos.
–Mejor –murmuró ella contra sus labios antes de gemir cuando sus manos se deslizaron por sus caderas y sus muslos, le bajaron la cremallera de los vaqueros y se colaron dentro–. ¡Oh, madre mía!
Él la trató con máximo cuidado y atención, como si estuviera tocando con delicadeza las cuerdas de una adorada guitarra.
–No tenía ni idea –susurró ella contra su cuello cuando Will acarició la zona más íntima de su cuerpo. Tal vez era cierto que no era virgen, pero estaba claro que nunca la habían tratado con tanta delicadeza y ternura.
Ella hizo intención de tocarlo, pero él le apartó las manos.
–Ahora nos centramos en ti –le dijo buscando modos de complacerla hasta que ella gimió y perdió el control aferrándose a sus hombros y dejándose llevar por las sensaciones.
Will estaba sonriendo cuando, finalmente, abrió los ojos y respiró hondo.
–Ahora vamos a ver qué pasa cuando hagamos este viajecito los dos juntos –bromeó Will quitándose el jersey y dejando que Jess le quitara el cinturón y le bajara la cremallera de los vaqueros.
Se quitó los zapatos y los pantalones y, con cuidado, la tendió bajo él. No dejó de mirarla mientras se adentraba en ella y la llevaba a un lugar donde ella nunca antes había estado y con alguien con quien jamás se habría imaginado que pudiera encontrar esa magia.
Fue otra cosa más en la que Will había tenido razón, otro ejemplo de cuánto la conocía, más que ella a sí misma: esa noche la había hecho suya.
La mañana llegó demasiado pronto para Will. De haber sido por él, no habría salido de la cama en una semana, o tal vez un mes, aunque dado el estado de su nevera de soltero dudaba que Jess o él hubieran aguantado tanto tiempo allí metidos.
Se giró y observó a la mujer que tenía a su lado. Estaba durmiendo boca arriba con los brazos extendidos y las sábanas por la cintura. Resistirse al deseo de acariciarla y despertarla para tomarla de nuevo con la luz del sol colándose por la ventana fue más duro que nada que hubiera hecho nunca.
Se conformó con darle un beso en la frente y salió de la cama para darse una ducha. Se había vestido y había puesto una cafetera de descafeinado cuando la oyó moverse. Sirvió dos tazas y las llevó a la habitación.
–Me preguntaba adónde te habrías ido. Es café –sacudió los dedos–. Dame, por favor.
Will se rio.
–Me gusta saber cuáles son tus prioridades por las mañanas.
He hecho descafeinado especialmente para ti, pero si quieres comer algo, me temo que tendremos que ir a Sally’s.
Jess lo miró por encima de la taza.
–¿Por qué eso me suena a desafío?
Will se encogió de hombros.
–Seguramente lo haya sido. Supongo que me pregunto cuánto estás dispuesta a dejar que la gente hable de nosotros. ¿Estás preparada para despertar especulaciones?
–¿Tú estás preparado de verdad para enfrentarte a los cotilleos?
–No me molestarán.
–Pero, ¿qué le decimos a la gente?
–No creo que tengamos que decir nada. Sacarán sus propias conclusiones al vernos juntos, pero no tenemos ni que confirmar ni que negar nada.
–Supongo que los que me preocupan son mi familia, además de Jake y Mack. Ninguno sabe guardarse sus opiniones y ya han sido bastante expresivos con las dudas que tienen sobre nosotros. Al menos, algunos lo han hecho.
–Entonces, no quieres ir a Sally’s –dijo intentando ocultar lo desmoralizado que se había quedado–. Vale, depende de ti.
Jess le agarró la mano.
–Por favor, no te pongas así. No me avergüenza lo que ha pasado aquí anoche y espero que sea el comienzo de algo, Will, de verdad que sí. Pero hasta que estemos seguros, tal vez lo mejor sería…
–Mantenerlo en secreto. Lo entiendo.
Y lo entendía. Pero eso no significaba que no le doliera.
Capítulo 17
Will no sabía por qué le había sorprendido tanto la reticencia de Jess para ir a Sally’s. Aunque ella había iniciado lo que había sucedido entre ellos la noche antes, era evidente que aún tenía reservas sobre verlos como pareja. Debería haber dormido en el sofá; no quería una noche increíble a su lado en su cama, quería todo un futuro. Se lo había dejado bien claro, y aun así, ella no parecía asumirlo.
–Se te ve desolado –dijo Connor cuando se sentó frente a él–. ¿Problemas?
–Nada sobre lo que quiera hablar –de toda la gente que podía presentarse allí esa mañana, ¿por qué tenía que ser el hermano de Jess? No pensaba hablar del tema con Connor.
–¿Qué ha hecho mi hermana ahora?
–¿Quién ha dicho que tenga algo que ver con tu hermana?
–Según la abuela, Jess fue a tu casa anoche para darte una sorpresa con la cena. Llevo toda la noche llamándola