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Cómo volar un caballo. Кевин ЭштонЧитать онлайн книгу.

Cómo volar un caballo - Кевин Эштон


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esa compañía, da el mismo consejo: “Trabaja solo. Podrás diseñar productos y funciones revolucionarios si trabajas por tu cuenta. No en comité. No en equipo”.58

      La lluvia de ideas fracasa porque es un rechazo explícito hacia el pensamiento ordinario —sólo saltos, ningún paso—, y a causa de su supuesto tácito de que tener ideas es lo mismo que crear. Una de las consecuencias de esto es que casi todos tienen la creencia de que las ideas son importantes. Según el novelista Stephen King, la pregunta que más se hace a los autores cuando presentan un libro —y que ellos son menos capaces de responder— es: “¿De dónde sacó sus ideas?”.59

      Las ideas son como las semillas: abundantes, pero pocas de ellas fructifican. También es raro que sean originales. Pide a grupos independientes hacer una lluvia de ideas sobre el mismo tema al mismo tiempo, y es probable que obtengas muchas ideas iguales. Esto no es una limitación de la lluvia de ideas; se aplica a la creación en general. Puesto que todo resulta de pasos, no de saltos, casi todo se inventa en varios lugares simultáneamente cuando personas diferentes recorren el mismo camino, sin saber de las demás. Por ejemplo, cuatro personas descubrieron por separado las manchas solares en 1611; cinco inventaron el buque de vapor entre 1802 y 1807; seis concibieron el ferrocarril eléctrico entre 1835 y 1850 y dos inventaron el chip de silicio en 1957. Cuando los especialistas en ciencia política William Ogburn y Dorothy Thomas estudiaron este fenómeno, encontraron 148 casos de grandes ideas procedentes de muchas personas al mismo tiempo y concluyeron que su lista aumentaría con más investigación.60

      Tener ideas no es lo mismo que ser creativo. Creación es ejecución, no inspiración. Muchos tienen ideas; pocos dan los pasos necesarios para hacer realidad lo que imaginaron. Uno de los mejores ejemplos de esto es el avión. Los hermanos Orville y Wilbur Wright no fueron los primeros en tener la idea de producir una máquina voladora, ni los primeros en empezar a hacerla, pero sí fueron los primeros en volar.

      7 CÓMO VOLAR UN CABALLO

      La historia de los hermanos Wright se inicia en las montañas Rhinow, en Alemania, el domingo 9 de agosto de 1896. El cielo estaba despejado como una sábana, la luna mordisqueaba al sol en un eclipse solar parcial y una forma blanca se elevó entre los picos.61 Tenía alas con falanges como las de un murciélago y una cola en forma de media luna. Un hombre barbado colgaba del aparato: Otto Lilienthal, quien piloteaba el nuevo planeador, maniobraba inclinándose a un lado u otro y persiguiendo la creación de una máquina voladora propulsada. Una ráfaga de viento se abatió sobre el planeador y lo inclinó hacia arriba. Lilienthal se columpió, pero no pudo enderezarlo. Su gran murciélago blanco cayó 15 metros, y él se dio de bruces. Se fracturó la espalda y murió al día siguiente. Sus últimas palabras fueron: “Hay que hacer sacrificios”.62

      Orville y Wilbur Wright leyeron la noticia en su tienda Wright Cycle Company en Dayton, Ohio. El sacrificio de Lilienthal les pareció absurdo; nadie debía manejar un vehículo sin poder dirigirlo, especialmente en el cielo.

      El ciclismo estaba de moda en la década de 1890. Las bicicletas son un milagro de equilibrio. No son fáciles de hacer ni de montar. Cuando andamos en ellas, hacemos constantes ajustes para mantener el equilibrio. Al dar una vuelta, abandonamos ese equilibrio guiando e inclinándonos y lo recuperamos una vez consumado el viraje. El problema de la bicicleta no es el movimiento; es el equilibrio. La muerte de Lilienthal mostró a los Wright que lo mismo podía decirse del avión. En su libro The Early History of the Airplane, ellos escribieron:

      El equilibrio de un aviador puede parecer en principio un asunto simple, pero casi todos los practicantes descubrieron en eso un punto que no podían dominar satisfactoriamente. Algunos ubicaban el centro de gravedad bajo las alas. Como el péndulo, aquél tendía a buscar el punto más bajo; pero, también tendía a oscilar en una forma que impedía toda estabilidad. Un sistema más satisfactorio era disponer las alas en forma de una V ancha, aunque en la práctica esto tenía dos graves defectos: primero, tendía a mantener oscilando la máquina y, segundo, su utilidad se restringía a viento tranquilo. Pese a conocer las limitaciones de este principio, se le había incluido en casi cualquier máquina voladora notable producida hasta entonces. Nosotros llegamos a la conclusión de que un aviador basado en esto podía ser de interés desde un punto de vista científico, pero no de valor en sentido práctico.63

      En ese mismo libro, Wilbur agregó: “Cuando se resuelva este aspecto, habrá llegado la era de las máquinas voladoras, porque todas las demás dificultades son de menor importancia”.

      Esta observación puso a los hermanos Wright en el camino del primer vuelo del mundo. Ellos veían un avión como “una bicicleta con alas”.64 El problema del avión no es volar: como en la bicicleta, es el equilibrio. Otto Lilienthal murió porque tuvo éxito en lo primero, pero no en lo segundo.

      Los Wright resolvieron el problema estudiando a las aves. Un pájaro es sacudido por el viento mientras planea. Se balancea subiendo la punta de un ala y bajando la otra. El viento hace girar las alas como las aspas de un molino hasta que el ave recupera equilibrio. Según Wilbur:

      Mencionar todas las cosas que el ave debe tener constantemente en mente para volar sin contratiempos ocuparía un extenso tratado. Si tomo una hoja de papel y, tras ponerla en paralelo con el suelo, la dejo caer de pronto, no descenderá uniformemente, como debería hacerlo una hoja seria y sensible, sino que insistirá en contravenir todas las reglas conocidas del decoro, girando y avanzando aquí y allá de la manera más errática, al modo de un caballo salvaje. Pero es este modo el que los hombres deben aprender a dominar para que volar pueda ser un deporte común. El pájaro aprendió este arte del equilibrio y lo aprendió tan bien que su habilidad no es visible para nosotros. Sólo aprendemos a apreciarla cuando intentamos imitarlo.

      Es decir, cuando tratamos de volar un caballo.

      Éstos fueron los primeros pasos mentales de los Wright. Problema: balancear un avión bronco. Solución: imitar a las aves planeando.

      El problema siguiente fue cómo reproducir de modo mecánico el equilibrio del ave. La primera solución de los Wright requirió varillas e implementos de metal. Esto dio origen al problema siguiente: aquel armatoste era demasiado pesado para volar. Wilbur descubrió la solución en su taller de bicicletas, mientras jugaba con una larga y delgada caja de cartón que contenía una cámara de bicicleta, parecida en forma y tamaño a una caja de papel aluminio. Cuando él torció la caja, una esquina bajó ligeramente y la otra se elevó en igual medida. Fue un movimiento parecido al de las puntas de las alas de un ave al planear, pero usando tan poca fuerza que podía lograrse con cables. Las alas dobles distintivas de los aviones de los Wright se basaron en esta caja; ellos llamaron “pandeo del ala” al retorcimiento que hacía que las puntas subieran y bajaran.

      De chicos les gustaba hacer y volar cometas, “deporte al que dedicábamos tanta atención que nos veían como expertos”.65 Pese a su fascinación, lo dejaron en la adolescencia, porque era “impropio de chicos de nuestra edad”. Pero veinte años después, Wilbur cruzó Dayton en bicicleta lo más rápido posible, con un cometa de metro y medio de un extremo al otro del manubrio. Lo había hecho con alas que se pandeaban, para probar si la idea surtía efecto. Corría para mostrárselo a Orville. Los hermanos habían dado su segundo paso.

      Y así siguieron. Su gran salto inventivo no fue un gran salto mental. Pese a su extraordinario resultado, su historia es una letanía de pequeños pasos.

      Por ejemplo, dedicaron dos años a hacer el cometa de Wilbur lo bastante grande para llevar un piloto antes de descubrir que los datos aerodinámicos que utilizaban eran inútiles.

      “Habiendo comenzado con absoluta fe en los datos científicos existentes”, escribieron, “terminamos por dudar de una cosa tras otra, hasta que por fin, tras dos años de experimentos, hicimos todo a un lado y decidimos confiar por completo en nuestras propias investigaciones.”

      Los Wright habían comenzado a volar como pasatiempo y con poco interés en el “lado científico del asunto”. Pero eran ingeniosos y los mataba la curiosidad. Cuando se percataron de que todos los datos publicados eran erróneos —“poco más que meras conjeturas”—, ya


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