Un amor para recordar - El hombre soñado - Un extraño en mi vida. Teresa SouthwickЧитать онлайн книгу.
el papel de médico en una seria de televisión si no lo fuera ya en la vida real. Era alto, moreno y guapo, tenía unos ojos serios y al mismo tiempo misteriosos. Emily se había preguntado siempre dónde estaba el truco. Era demasiado amable, demasiado guapo, demasiado perfecto. Y estaba demasiado solo.
—¿Cuánto tiempo llevas trabajando otra vez en el Centro Médico Misericordia? —le preguntó Jake.
—Un par de semanas —desde que ya no tenía que seguir evitando a Cal.
—Cal, Mitch y yo estábamos justo hablando de ti.
—¿Ah, sí?
No debería importarle lo que pensaran los amigos de Cal, pero eso no la detuvo. Durante el tiempo que estuvieron juntos, había pasado mucho tiempo con Mitch Tenney y Jake Andrews, el suficiente para llegar a tenerles aprecio y respeto.
Jake se metió las manos en los bolsillos de los pantalones.
—He oído que hay que felicitaros a Cal y a ti. Así que… felicidades atrasadas por vuestra hija.
—Gracias. Annie es una bendición.
—Una bendición que al parecer no querías compartir con su padre. Hasta ahora —la desaprobación le endureció la mandíbula—. ¿En qué diablos estabas pensando, Emily? No se le puede ocultar algo así a un hombre.
—Ahora lo comprendo —dejó escapar un suspiro—. Pero cuando traté de decirle que estaba embarazada, todo lo que Cal dijo me convenció de que no quería tener hijos. Las palabras se me quedaron en la garganta.
—¿Y ahora por qué te han salido?
Estaba claro que Cal no les había contado a sus amigos sus problemas de salud. Dependía de ella compartir esa información, y así lo hizo.
—Tengo un bulto en el pecho. Eso me hizo pensar que, si yo faltara, Annie estaría sola.
—Entiendo —Jake guardó silencio unos instantes, procesando sus palabras—. ¿Te lo has mirado ya?
Emily asintió.
—Tengo un ultrasonido este viernes.
—Bien.
—Mira, Jake, ya sé que no fue buena idea ocultarle a Cal la existencia de Annie. Tenía mis razones, pero eso no justifica que no le dijera que iba a ser padre. Lo único que puedo hacer ahora es intentar mejorar lo que hice mal. Ya sé que es difícil no juzgarme, pero intenta ponerte en mi piel. Era un mar de hormonas, las náuseas matinales me duraban todo el día y estaba hecha un lío —suspiró—. En cualquier caso, lo hice mal y Cal está resentido.
—Escucha, Emily —Jake se llevó la mano al nudo impecable de su corbata—. Negaré haber dicho esto si alguien me pregunta, pero Cal no es tan duro como pretende ser.
—¿A qué te refieres?
—No puedo darte detalles concretos porque es mi amigo. Y sobre todo porque no conozco esos detalles.
Emily se cruzó de brazos y lo miró fijamente.
—¿Es tu amigo y no conoces ningún detalle?
—Soy hombre —se encogió de hombros—. No hablamos de todo ni nos entrometemos en la vida del otro. Lo único que sé es que cuando lo conocí estaba viviendo un momento difícil.
—¿A qué te refieres?
—Ya te he dicho antes que no conozco los detalles, ni tampoco te los contaría si los supiera. Pero cuando empezó su residencia en el hospital del condado, trajeron a su mujer a urgencias…
—¿Su mujer? —la primera vez que supo de ella fue a través del padre de Cal. Desde entonces le picaba muchísimo la curiosidad.
—Mira, lo único que sé es que tenía problemas antes del divorcio. Así que no seas muy dura con él.
—Tal vez tú podrías hacer lo mismo y no ser tan duro conmigo —sugirió Emily—. Por una vez quiero ser un hombre y no hablar de mis cosas.
Jake sonrió.
—Me parece justo. Es estupendo que hayas vuelto, Emily.
—Gracias. Echaba de menos el Centro Médico Misericordia.
—El sentimiento es mutuo —por primera vez, los ojos de Jake se mostraron cálidos—. Y además eres mamá.
—Sí, ¿te lo puedes creer?
—Totalmente. Lo que me cuesta trabajo es imaginarme a Cal como padre.
La ternura se apoderó de Emily.
—Es maravilloso con Annie. Al principio ella guardaba las distancias, pero él ha sido muy persistente. Compró toda la juguetería para lograr la atención de su hija a lo grande.
Jake se rió.
—Apuesto a que lo hizo —Jake consultó la hora en su reloj de pulsera—. Tengo que irme, me espera una reunión. Me alegra haberte visto y haber aclarado las cosas. Toda historia tiene dos caras.
Jake dio un paso adelante para abrazarla.
—Ojalá nos veamos pronto…
—¿Cuándo vas a verla?
Emily se soltó de brazos de Jake y se giró hacia aquella voz profunda y familiar.
—Cal, yo estaba…
—Estabas saludando a mi amigo —dijo él.
Emily no entendía por qué la hostilidad de su tono tenía que hacerle sentir culpable, pero así era, y la explicación le salió sola.
—Yo estaba en la sala hablando con unos pacientes y me crucé con Jake camino de regreso a mi despacho.
—¿De veras? —Cal se cruzó de brazos. Su actitud y su postura hicieron que el corazón de Emily se pusiera a cantar. Absurdo pero cierto.
—Así es —intervino Jake—. Emily me estaba hablando de vuestra hija.
—¿Ah, sí? —Cal la miró.
—Y le estaba diciendo lo buen padre que eres —aseguró Emily.
—Entiendo —su tono daba a entender que no lo entendía en absoluto.
—Bueno, yo me voy que llego tarde a una reunión —dijo Jake sonriéndole a su amigo—. Adiós, Emily.
—Me alegro de verte, Jake —lo observó caminar pasillo abajo y girar luego a la derecha. Entonces Emily se giró hacia Cal y trató de pensar en algo inofensivo que decir—. Annie se lo pasó muy bien en tu casa el domingo.
—Me alegro —Cal se pasó la mano por el pelo y luego la miró a los ojos—. Mis padres están encantados de ser abuelos. Por cierto, ¿dónde está Annie?
—En la guardería.
—¿Qué sabes de ese lugar?
—Ya te lo dije —Emily se lo quedó mirando, preguntándose qué circunstancias lo habrían llevado a ser tan desconfiado.
—¿Cuenta con cámaras de seguridad?
—¿Para qué? —parpadeó Emily—. ¿Para hacer un reportaje de cámara oculta que salga en televisión?
—Más vale prevenir que curar.
—De hecho, tengo algo mejor que una cámara. Lucy y Patty. Trabajan allí a cambio de que les cuiden a los niños. Y para tu información, encontré ese lugar a través de mi amiga Sophia Green, que también trabaja allí. Ya hemos hablado de esto. Creí que ya te había convencido de que nunca dejaría a Annie en un lugar que no me ofreciera todas las garantías de seguridad.
Emily no sabía si estrangularle por ser tan poco razonable o comérselo a besos por preocuparse tanto de su hija.
La expresión enfadada de su rostro no varió.
—¿Te