Un amor para recordar - El hombre soñado - Un extraño en mi vida. Teresa SouthwickЧитать онлайн книгу.
un error, hay que intentar hacer lo correcto. Así le habían educado sus padres. Annie lo estaba mirando mientras mordía unas llaves de colores de juguete. Luego se las sacó de la boca y las agitó antes de arrojarlas y arrastrarse hacia donde ellos estaban hablando. Era la primera vez que se acercaba voluntariamente a Cal.
Él sonrió, y la niña, que lo miraba parpadeando, le devolvió la sonrisa. Una sensación cálida y enorme se apoderó de él, y fue seguida de una cascada de ternura infinita. También experimentó el deseo de mantenerla a salvo de cualquier cosa que pudiera hacerle daño.
—Ya sabes que lo que tiene Henry seguramente sea contagioso —dijo—. Annie debe mantenerse lejos.
—Por supuesto. Pero es muy difícil —dijo estirando el brazo para colocarla en posición sentada—. Le encantan esos niños. Los tres son como hermanos.
Un instante más tarde, de la boca de Cal surgieron las palabras antes de que se parara a pensar en ellas.
—Annie y tú deberíais venir a vivir conmigo.
Capítulo 4
EMILY se quedó mirando fijamente a Carl durante un largo instante.
—Debo estar más cansada de lo que pensaba. Nunca adivinarías lo que me ha parecido escuchar.
—Has oído bien. Es una buena idea que Annie y tú os mudéis a mi casa.
En el pasado, Emily hubiera dado cualquier cosa con tal de escuchar aquellas palabras, pero ahora le hicieron sentirse mal.
—Es una casa muy grande.
Emily agarró a Annie y se la colocó en la cadera. Luego se dirigió a la cocina para darle agua a la niña. Tras dejarla en el suelo con sus juguetes, se acercó más a Cal y alzó la vista.
—Recuerdo perfectamente lo grande que es tu casa. He estado allí. Tal vez lo hayas olvidado.
—Difícilmente —los ojos de Cal brillaron durante un instante, señal de que no había olvidado cómo habían hecho arder las sábanas—. Pero tú me dijiste una vez que era un sitio muy grande para una sola persona.
Emily lo recordaba. Fue durante aquella fase absurda en la que pensó que podía haber una posibilidad de felicidad para ellos.
—Lo mantengo.
—Y yo estoy de acuerdo contigo —Cal esbozó aquella sonrisa que hacía caer rendidas a las mujeres—. Además, el barrio es estupendo.
A Emily le temblaron las rodillas, pero se negó a ceder y se cruzó de brazos.
—No creo que sea una paranoia pensar que has llegado a la conclusión de que el actual barrio de Annie está por debajo de tus estándares.
—No quise decir eso.
—Entonces deja que afine más. No quieres que Annie se relacione con nadie que no llegue al listón que tú tienes.
Mucho tiempo atrás, cuando ella era tan joven y estaba embarazada, había sido la chica con la que ningún padre quería que saliera su hija. Parte de aquella niña solitaria y humillada todavía vivía dentro de ella.
—Lo que quise decir es que sería más fácil tenerla controlada. Cuando vayas a trabajar, no tendría que quedarse en un ambiente lleno de gérmenes.
—Oh, por favor. El mundo está lleno de gérmenes. No hay forma de protegerla de eso, Cal. Tú eres médico. Lo sabes de sobra.
Él se frotó la nuca con la mano.
—Pero ahora mismo está innecesariamente expuesta. Es mi opinión profesional.
Emily deseaba enfadarse con él, pero había dos cosas que se lo impedían. En primer lugar, estaba muy guapo con aquella camiseta negra metida dentro de los gastados pantalones. Y en segundo lugar, le enternecía ver cómo trataba de proteger a su hija. Tenía un gran instinto paternal. Con un poco de práctica se convertiría en un buen padre.
—Soy la tutora de las adolescentes del programa que dirijo, y parte de mi responsabilidad es ser accesible para ellas. Y tú vives al otro lado de la ciudad. Si Lucy o Patty me necesitan, estaré muy lejos.
—¿Y no es más importante Annie? —preguntó Cal poniéndose en jarras.
—Annie es lo más importante del mundo. Y nunca haría nada que pusiera en peligro su bienestar —Emily suspiró—. Pero esas adolescentes y los hijos que han traído al mundo también son importantes. Necesitan guía, porque sus familias las rechazaron cuando se quedaron embarazadas. No contaban con ninguna ayuda ni sabían dónde ir.
Emily no había tenido la opción de quedarse con su bebé. Había querido a su hijo con cada fibra de su ser y no pudo soportar la idea de que pasara hambre o se pusiera enfermo. No pudo soportar que necesitara algo que ella no pudiera darle por haber sido demasiado egoísta para hacer lo correcto. Su bebé necesitaba un techo bajo el que vivir.
—Estás verdaderamente entregada a esas jóvenes, ¿verdad? —preguntó Cal soltando un suspiro.
—Totalmente —respondió ella sin dudar.
—¿Por qué?
Sus motivos eran profundamente personales. Aunque haberlo dado en adopción era lo correcto, todavía le dolía de modo insoportable preguntarse si le estaría yendo bien. ¿Pensaría que ella no le quería? ¿Estaría furioso y resentido por no haber conocido a su madre biológica? La motivación de Emily era salvar al mayor número posible de jóvenes de tener que pasar por la misma traumática experiencia. Pero lo único que dijo fue:
—Es lo que tengo que hacer.
—¿Aunque eso suponga que Annie renuncie a estar en un lugar mejor?
—Escucha, Cal, ¿de verdad crees que soy una mala madre? Porque una mala madre no pondría a su hija en primer lugar…
—No estoy diciendo eso.
—Sí, claro que sí —Emily se puso en jarras y se lo quedó mirando fijamente—. Todo lo que hago, cada decisión que tomo, es por el bien de Annie. Incluido el hecho de contarte a ti que tienes una hija por si algo llegara a ocurrirme. Y ahora mismo tengo que decir que me estoy arrepintiendo.
—¿Y eso por qué?
—Te estás entrometiendo en mi vida —respondió ella.
—¿De verdad crees que podría contarme lo de mi hija y esperar que no me implicara?
—No serías el primero —dijo pensando en el padre biológico que nunca había conocido. Y nunca se había sentido tan sola como cuando tenía quince años y le dijo al chico con el que se había acostado que iba a ser padre y no volvió a verlo nunca más.
—Yo no soy como el padre del hijo de Lucy.
—Estoy de acuerdo. Eres todo lo contrario. Tú apareciste sin avisar.
Lo que no le dijo fue lo contenta que se puso al verlo.
—Si te hubiera llamado, ¿hubieras puesto una excusa para que no viniera? —preguntó Cal.
Emily le señaló con el dedo.
—No confías en mí. No creíste que te estuviera diciendo la verdad sobre Annie.
—¿Y puedes culparme?
No podía, pero eso tampoco se lo dijo.
—No voy a pasarme la vida demostrando que lo que hago y digo es sincero. Yo no miento, Cal.
—Excepto por omisión.
—No soy perfecta. Cometo errores, pero al parecer en tu mundo la gente no se permite ese lujo.
—Eso es un poco duro.
—Entonces, ¿por qué me estás vigilando? —quiso saber ella.
—Creo que es mi derecho como padre —respondió Cal—. Igual