Эротические рассказы

Lucha contra el deseo. Lori FosterЧитать онлайн книгу.

Lucha contra el deseo - Lori Foster


Скачать книгу

      —¿Demasiado cansado, quizá? —le preguntó Jamison.

      Fue Cannon quien habló por él:

      —Armie tiene más energía que cualquier luchador que haya conocido nunca. Nunca se queda sin combustible, jamás.

      Poniendo los ojos en blanco por tan efusivo elogio, Armie comentó:

      —Si fueras una chica no me importaría el halago, pero viniendo de otro hombre resulta un poquito raro.

      Cannon se echó a reír.

      —¿Así que estás cansado?

      —Estoy bien.

      Jamison lo estudió.

      —Por el blanco de tus ojos, no parece que hayas pasado buena noche.

      Un nuevo rubor se añadió al del ejercicio físico.

      —Estoy bien —insistió.

      Jamison miró a Cannon, que se sonrió, y finalmente ambos se echaron a reír.

      —¡Vamos! —Armie flexionó los músculos de los hombros—. Veamos quién se cansa antes.

      Cannon subió al ring.

      —¿Me estás desafiando?

      —Chicos, chicos… —dijo Jamison, aunque Armie podía ver que le encantaba aquel juego—. No quiero que nadie acabe destrozado. Solo practicad un poco para que yo pueda ver los movimientos, ¿de acuerdo?

      —Ya —dijo Cannon—. Yvette me prefiere físicamente disponible.

      Todos rieron la broma.

      Aparentemente Jude Jamison no sabía que Cannon y él eran como hermanos y que por nada del mundo se harían el menor daño. Por supuesto, entraba dentro de lo posible que Cannon le impartiera un día alguna clase más dura de lo habitual. Y si la SBC los ponía a combatir el uno contra el otro, ambos lo darían todo. Pero siempre en los términos más deportivos, sin el menor gramo de animosidad.

      Armie y Cannon empezaron a pelear, y muy pronto todo el mundo se arremolinó en torno al ring para verlos. La mayoría de las damas se habían retirado finalmente. Ellas no se quedaban todo el día en el gimnasio, al contrario que muchos de los atletas.

      Sus amigos, Gage y Justice, Brand y Miles, Leese, Denver y Stack, todos ellos les fueron planteando sus peticiones de golpes y llaves. Armie los satisfizo ensayándolos todos. Por supuesto, Cannon procedió a resistirse pero, con el objetivo de proporcionar a Jamison una adecuada demostración, no lo hizo a fondo. De haberlo hecho, el ensayo no habría resultado tan fácil.

      Para cuando terminaron, eran más de las cuatro y el cuerpo de Armie estaba completamente bañado en sudor. Había estado haciendo unos breves descansos y engullido la comida que le había llevado Harper pero, por lo demás, no había parado en ningún momento.

      Stack le ayudó a quitarse los guantes y el casco.

      —Realmente tienes una velocidad de vértigo.

      —Estoy de acuerdo —dijo Jamison mientras se reunía con ellos—. Y, honestamente, no pareces cansado.

      —¿Qué te había dicho? —replicó Armie. A veces su sobreabundancia de energía representaba un problema. Como las veces en que se machacaba a sí mismo hasta el agotamiento para poder dormir. Habitualmente la mujer se cansaba primero, y luego él tardaba un montón de tiempo en despertarla y sacarla de su apartamento.

      —Tanto él como mi esposa son como fuentes inagotables de energía —comentó Stack—. Aunque a ella le fastidia que la compare con él, dada su reputación, claro.

      —A mí también me fastidiaría —intervino Justice—. Esto es, si yo fuera una dama tan dulce como Vanity.

      —Lo que pasa es que le tienes envidia —lo acusó Denver y, volviéndose hacia Jude, añadió—: Armie acumula una enorme cantidad de conquistas.

      —Por lo general —agregó Miles—, son las damas las que le persiguen a él.

      —Eso he oído —Jamison le dio una cariñosa palmadita en el hombro—. Ve a ducharte y cambiarte. Luego hablaremos de negocios.

      —Claro. Vuelvo en diez minutos —después de secarse el sudor del rostro, Armie se colgó la toalla al cuello y agarró su bolsa de deporte.

      Charlando animadamente, Leese y Justice lo siguieron a las duchas. Cannon se había detenido a hablar con algunos luchadores novatos.

      El agua tibia de la ducha le sentó bien y le ayudó a aclarar un tanto sus pensamientos. Se quitó el sudor y permaneció luego inmóvil durante unos minutos bajo el chorro.

      Merissa volvería a aquella noche a su apartamento y, sinceramente, no sabía si sería capaz de mantener las manos quietas con ella. No bebería. Se mantendría perfectamente sobrio. Pero ni siquiera eso podría ayudarlo contra la irresistible fuerza de su atractivo.

      La había deseado durante demasiado tiempo. Ahora que ella lo deseaba a él… Esa vez no sería lo suficientemente fuerte como para resistirse.

      —¡Santo Dios!

      Se volvió de nuevo y descubrió a Justice mirándolo boquiabierto.

      —¿Qué pasa? —inquirió Armie, ceñudo.

      Cannon entró en aquel momento, con el móvil pegado a la oreja, y de repente Leese se colocó detrás de Armie, demasiado cerca teniendo en cuenta que ambos estaban desnudos… Armie se dispuso a empujarlo cuando Justice se le plantó delante. Emparedado entre tanto músculo desnudo, Armie exclamó:

      —¿Qué diablos…?

      —Espera un segundo —le susurró Justice.

      —Amigo, estamos a un pelo de cruzar espadas.

      Justice prácticamente lo empujó dentro del cubículo de la ducha, mientras que Leese, con expresión un tanto aterrada, lo ayudó en la tarea.

      Tambaleándose, Armie tuvo que sujetarse en el toallero.

      —Si se trata de alguna broma pesada, ¡os voy a patear el trasero a los dos!

      Ajeno a aquel altercado, Cannon se giró en redondo cerca de las taquillas para alejarse hacia el fondo de la sala.

      Leese soltó un suspiro de alivio.

      —Se trata de tu trasero, Armie.

      —Ya sé a que a las damas les gusta, pero… ¿a ti, Leese?

      Justice le dio un empujón.

      —Míratelo, imbécil.

      —¿Que me mire mi propio trasero?

      Rezongando, Leese agarró el espejo de mano que usaba para afeitarse y lo sostuvo frente a la parte baja de su espalda.

      —Mira.

      Perplejo, Armie miró el espejo por encima del hombro… y los ojos casi se le salieron de las órbitas.

      Escrito sobre un glúteo con lo que debía de haber sido un rotulador de tinta indeleble, podían leerse las siguientes palabras: Rissy estuvo aquí.

      Maldijo en silencio. Al final Merissa iba a terminar llevándose unos buenos azotes…

      Конец ознакомительного фрагмента.

      Текст предоставлен ООО «ЛитРес».

      Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию на ЛитРес.

      Безопасно оплатить книгу можно банковской


Скачать книгу
Яндекс.Метрика