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Walter Benjamin: de la diosa Niké al Ángel de la Historia. José M. González GarcíaЧитать онлайн книгу.

Walter Benjamin: de la diosa Niké al Ángel de la Historia - José M. González García


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existía y se encontraba en medio de la parte más boscosa y menos transitada entonces del Tiergarten. Sin embargo, las manzanas de las Hespérides y el céfiro que impulsa la barca son introducidos por Benjamin y no desentonan en este contexto de la época que pretendía helenizar la ciudad. Un trabajo añadido a los diez primeros de Heracles fue precisamente robar las manzanas del huerto de Hera, las doradas manzanas de las Hespérides que otorgaban la inmortalidad. Tal vez un deseo inconsciente conduce a Benjamin al intento de eternizar su propia infancia a través del recuerdo y de la reinterpretación del pasado en clave de los mitos griegos.

      Por tanto, incluso para Benjamin se podría definir Berlín como la «Atenas del Norte». En este contexto de interpretación de lo alemán como una revitalización del espíritu griego parece lógico el hecho de que las victorias militares de los ejércitos prusianos fueran atribuidas simbólicamente a Atenea o a Niké, la diosa griega de la Victoria que, en la percepción popular, se convierte en un ángel de la tradición cristiana.

      Hay tres momentos importantes en la aparición de las figuras de Niké o el ángel de la Victoria en el ámbito público de la ciudad de Berlín (y de otras poblaciones alemanas): en primer lugar, la celebración del triunfo sobre Napoleón y los ejércitos franceses en 1815 da lugar al monumento de Viktoria Park (el Parque de la Victoria, origen del actual barrio de Kreuzberg), la transformación del ángel de la paz que guiaba la cuadriga de la puerta de Brandenburgo en un ángel de la Victoria y la erección de otro monumento con ángel de la Victoria en el centro de la plaza redonda (rebautizada como plaza de Belle-Aliance, nombre del pueblo en el que fue derrotado Napoleón) junto a la Hallesches Tor, puerta de Berlín por la que había entrado el grueso del ejército francés al conquistar la ciudad. Además, el triunfo sobre los ejércitos de Napoleón conduce a una transformación urbanística de la ciudad, y concretamente de la gran avenida Unter den Linden, en cuyo inicio el arquitecto Karl Friedrich Schinkel traza un nuevo puente con ocho estatuas de las diosas Atenea o Niké, y construye el nuevo edificio de la Guardia (Neue Wache), frente al cual se erigen las estatuas de los generales prusianos artífices de las victorias militares, obras del genial escultor Rauch. También suya es la gran escultura ecuestre del rey Federico II que cierra el llamado Forum fredericianum, un espacio público dedicado en gran medida a la representación del poder militar de Prusia.

      El segundo momento de aparición de los ángeles en Berlín tiene lugar después del aplastamiento de la revolución de 1848 por las tropas del rey. La iconografía política de los vencedores se expresa mediante el monumento a los soldados muertos, honrados por su fidelidad al monarca en la represión de los insurrectos. Y también surgen diversas imágenes del arcángel san Miguel combatiendo la revolución y enviando al infierno a las fuerzas del mal encarnadas en el demonio o ángel caído.

      El tercer momento importante se produce después de las tres grandes guerras de las décadas de los sesenta y setenta del siglo XIX, que consolidan el poder de Prusia en centroeuropa y la construcción de la unidad alemana bajo su dirección: las victorias sobre Dinamarca en 1864, sobre Austria en 1866 y sobre Francia en 1871. Estas tres victorias, y especialmente el gran triunfo sobre los franceses en la batalla de Sedán, fueron el motivo para la erección del monumento de la llamada «Columna Triunfal» sobre la que aparece una gran figura de Niké o del Ángel de la Victoria y sobre la que escribió Walter Benjamin en el libro que recoge sus recuerdos de la infancia en Berlín, según veremos en el capítulo 3.

      Los momentos primero y tercero suponen la victoria sobre ejércitos extranjeros. Por el contrario, el segundo momento es el de la crisis interna de Prusia, la violencia de la revolución de 1848, en la que el enemigo de los militares prusianos no son otros ejércitos exteriores, sino la clase trabajadora, los estudiantes y una parte de la clase media en su revuelta contra el poder de los Hohenzollern.

      2. BERLÍN, CIUDAD DE LAS VICTORIAS EN EL SIGLO XIX: DESAPARICIÓN DE LA DIOSA FORTUNA Y ASCENSO DE LA DIOSA NIKÉ

      Quiero repetir de nuevo una idea central: resulta importante recalcar que la transición iconográfica de la diosa Fortuna a la diosa Niké implica el paso de una concepción de la política a otra muy diferente. Bajo la imagen de la diosa Fortuna tenemos una idea de la política en la que las circunstancias exteriores e inesperadas imponen los cambios: la Fortuna hunde los barcos, provoca las desgracias naturales o inclina la balanza hacia uno de los ejércitos contendientes en la batalla. Bajo la imagen de la diosa Victoria nos encontramos con una perspectiva de completa seguridad en las propias fuerzas de la nación que producen el progreso de la economía, de la industrialización o de la organización burocrática del ejército y de la sociedad. De esta manera, dichas fuerzas impulsarán la marcha de la historia hacia adelante en una victoria permanente sobre otros pueblos y, especialmente, sobre Francia en el caso de la nación alemana. Paso, pues, de la inestabilidad y del cambio repentino e incontrolado en manos de la diosa Fortuna a una situación de progreso permanente en la que se asegura la supremacía de la sociedad alemana y la marcha continuada hacia el futuro, representada por la diosa Niké o diosa de la Victoria. Se trata simbólicamente de un cambio de diosas en el plano político que expresan dos perspectivas completamente diferentes sobre la autoconcepción alemana: el paso de la subordinación a los acontecimientos que se imponen sobre la voluntad propia a una nueva situación en la que prima la idea del control sobre el futuro y la confianza en el progreso. Paso, pues, también de una idea de incertidumbre sobre el futuro a una idea según la cual el futuro pertenece a la nación alemana.

      El siglo XVIII marca ya una tendencia importante en esa dirección, como puede comprobarse en las críticas que el todavía príncipe y más tarde rey Federico II, llamado el Grande, realizó acerca de la idea de Fortuna en su comentario crítico de El Príncipe de Maquiavelo, críticas a las que ya me he referido. La tendencia se acentúa a lo largo del siglo XIX con la victoria final en las luchas de liberación contra las invasiones francesas en 1815, y llega a su culmen con la fundación del II Reich alemán en Versalles, después de una nueva victoria contra Francia en la guerra franco-prusiana de 1870-71. El futuro ya no se deja en manos de la voluntad azarosa y siempre voluble de la diosa Fortuna, sino que es el producto consciente de la organización burocrática, política o económica y, de manera especial, de la fuerza de un ejército bien pertrechado y jerarquizado, capaz de obtener en todas las batallas la corona que la diosa Niké concede a los vencedores.

      Como ejemplo de esta subordinación de la diosa Fortuna ante el poder de la diosa Victoria solo quiero presentar algunas escenas del basamento de uno de los generales prusianos de las guerras napoleónicas. En la ilustración I-8, una foto realizada por Hermann Rückwardt en 1881, podemos ver las estatuas de los cinco grandes generales prusianos de las guerras de liberación contra Napoleón. Todas son obras encargadas por los reyes Federico Guillermo III y Federico Guillermo IV al más importante escultor del siglo XIX alemán, Christian David Rauch. Las tres figuras que aparecen a este lado de la famosa avenida Unter den Linden corresponden a los generales Yorck, Blücher y Gneisenau y fueron realizadas en bronce, mientras que las otras dos, Bülow y Scharnhorst, al otro lado de la calle y enmarcando el edificio de la Neue Wache (Nueva Guardia), se esculpieron en mármol de Carrara. La Neue Wache fue edificada por Schinkel a semejanza de un templo griego y albergaba a las compañías de soldados que tenían a su cargo la vigilancia de los edificios oficiales de la zona. En 1931, el gobierno de Prusia convirtió este edificio en un monumento a los muertos de la Primera Guerra Mundial. En su interior se instaló un bloque de granito con una gran corona plateada de ramas de roble, el árbol que simboliza lo alemán. No puedo seguir aquí comentando las sucesivas transformaciones de la Neue Wache durante la época de la extinta República Democrática alemana, ni tampoco después del derrumbe del Muro de Berlín. Baste recordar que Walter Benjamin la vio en su infancia como edificio militar y, después de 1918, como monumento a los soldados caídos en la entonces llamada Gran Guerra.

      También puede verse en la fotografía la Zeughaus, el viejo arsenal militar, el edificio barroco más importante de Berlín, hoy reconvertido en Museo de la Historia alemana, lo cual expresa muy bien –aunque tal vez de forma inconsciente– la gran importancia de la guerra en el acontecer histórico germano. En todo este espacio se respiraba un ambiente fuertemente castrense en el siglo XIX, debido a la presencia constante de los soldados y oficiales, a las ceremonias de los cambios de guardia, a los frecuentes desfiles


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