Educar para ser. Francisco Riquelme MelladoЧитать онлайн книгу.
talentos y capacidades (“Querer hacer lo que se sabe hacer es ser”, Jacques Delors, 1994)5.
Chris Ulmer es un conocido educador estadounidense que trabaja con personas con diversidad funcional. Durante unos minutos, suele hablar a sus alumnos ensalzando sus cualidades, destacando sus progresos. Sus resultados son espectaculares: los estudiantes empiezan a alabarse entre sí y van disminuyendo la competitividad y los agravios, se ayudan y cooperan más entre ellos.
Stephen Covey habla en su libro El líder interior del colegio A. B. Combs, en Raleigh, Carolina del Norte, Estados Unidos, y del método de su directora, Muriel Summers: “Todos los días les decimos que los queremos. Todos los niños son importantes: ‘Eres una persona importante, tienes muchos dones y mucha capacidad’”.
Hay que tener presente lo importante que es reconocer y admirar a los hijos en las familias, a los alumnos en el colegio y a los empleados en las empresas. Cultivémoslo en nuestras relaciones cada día y apreciémoslo como otro factor de transformación sencillo y efectivo.
• El cuidado
Cuidar es dar importancia, es una consecuencia de reconocer; y es velar por que las condiciones del aprendizaje y el desarrollo del ser sean óptimas. Cuidar es velar por su germinación. Cuidar es respetar los tiempos de cada uno y esperar pacientemente los avances y resultados sin apresurarse, sin forzar el proceso. El aprendizaje (y no hablemos de la maduración personal) siempre “se cuece a fuego lento”.
• La confianza
Confiar en la potencialidad del ser implica confiar en los alumnos, en que habrá situaciones o momentos en los que la persona sienta que está sin posibilidades, y aun así puede encontrar por sí misma sus propios recursos internamente, actuando desde la propia potencialidad de su ser. Solo descubriendo primero esa propia potencialidad en mí y confiando en mí mismo puedo confiar en la capacidad de los demás.
No se trata de ser autosuficientes y aislados. No, todos necesitamos referentes y ser acompañados en el descubrimiento de las propias capacidades; pero sin generar dependencia.
Como docentes, hemos de desprendernos de esos modelos interiorizados de ser autoridades del saber y señalar los caminos para que los alumnos tengan acceso a sus propios recursos. Mejor que dar peces a otro es descubrirle que puede pescar, con los medios que tenga a mano y considere oportunos; lo que necesite en las condiciones que se presenten.
Confiar en que la semilla germinará y crecerá en tiempo y forma, sin forzar, respetar los ritmos de aprendizaje y los propios procesos de toma de conciencia es señal de confiar en la inteligencia del otro, en su valía y en la del propio proceso.
Cuando los alumnos reciben nuestra confianza, haciendo una llamada a lo mejor que tienen, ellos se expresan desde su mejor versión. Con frecuencia uno llega a confiar en los alumnos más de lo que ellos confían en sí mismos.
• Creer en la realización del ser
Implica creer realmente en que cada persona es capaz de realizarse y manifestar en su vida las potencialidades de su ser, a través de actos y proyectos creativos concretos, expresando sus inteligencias y talentos. Nuestras creencias pueden ser potenciadoras o limitantes.
Solo desde el creer en el que soy capaz de realizarme puedo creer en la capacidad de realización del otro.
El proceso de realización y materialización comienza por un imaginar. Luego, lo imaginado se carga emocionalmente para creer en su posibilidad. Y solo a partir de ese creer se puede dar el proceso de crear y construir la propia vida.
Las expectativas que tengo en mi grupo de alumnos tienen una relación directa con los resultados que estos obtienen. Es algo que se sigue constatando desde las conocidas investigaciones de Rosenthal y Jacobson en 1968.
Como docente, yo creo las expectativas que mis alumnos tienen sobre ellos mismos y sobre el proceso de aprendizaje. Cuando creo altas expectativas, estas se producen. Creer es crear. Y se conoce como “efecto Pigmalión”. Si soy capaz de mirar, considerar y tratar a un alumno (o a una persona), no como es, sino como puede llegar a ser, estaré posibilitando que se convierta en aquello que puede ser.
Tenemos una responsabilidad ineludible en cómo hablamos, en cómo tratamos a los demás. Porque nuestras palabras tienen un poder más grande de lo que nunca habíamos imaginado. Cada día tienes la opción de cortar las alas de los demás hablando del miedo y de la incertidumbre. O puedes dejar que tus palabras los empujen hacia sus metas, confiando en la capacidad infinita que hay dentro de todo ser humano.
Spot audiovisual “Efecto Pigmalión”, Divina Pastora, 2015.
• La motivación
Motivar es “dar motivo” y generar movimiento. Sin acción no hay realización. El aprendizaje transformacional es la acción que detona la potencialidad, los talentos y capacidades de los alumnos desde la construcción de un sentido. Motivar es también “alumbrar”, dar a luz en el mismo sentido que Sócrates concibió su mayéutica.
• El compromiso
El vínculo emocional construido con escucha, respeto y confianza genera en el alumno un compromiso voluntario para madurar y crecer. En el docente ese compromiso le hace mantenerse activo en el proceso. El comprometerse ya no es una obligación forzada, sino que hay en ella una implicación más importante, la propia, en la que puede encontrarse el principio del placer y no tanto el del deber.
Desde la acostumbrada motivación externa y la exigencia se apela al esfuerzo. Pero cuando la motivación es interna, propia, el alumno está en condición de asumir su propia responsabilidad y disfrutar con el aprendizaje y sus tareas; la actitud es más positiva.
El esfuerzo por sí mismo no es un valor más allá de lo instrumental. El esfuerzo se sostiene si tiene un sentido y es inspirado desde el placer y la alegría El ejercicio de la propia libertad y de la propia responsabilidad permite madurar.
• Inspirar
Inspirar es acompañar al alumno para que tome rumbo, fijar su destino, marcarse metas, ideales, objetivos que concreten el camino de vida en esa lenta germinación de la semilla del ser. Inspirar es llevar la mirada al horizonte y generar esa tensión para desear alcanzarlo. Inspirar es llevar al alumno a la vastedad de su ser y desde ahí dar un sentido a lo que sucede en la vida, crear un contexto más amplio desde el aula y que el alumno encuentre su para qué.
Inspirar es dar permiso para contemplar diversas opciones y aplicar la creatividad desde la libertad de poder elegir según criterios propios, sin miedo al error ni sentir culpa por las consecuencias recogidas, asumiéndolas de forma madura.
• Crear
Crear es inherente al ser humano. Creamos nuestra vida a cada paso con nuestras decisiones y actos que nacen de impulsos o reflexiones internas. Cada instante plasmamos en el lienzo de nuestra vida una nueva pincelada. Creamos con un sentido, construimos para una finalidad. Con estar inspirados no basta; solo la acción nos compromete y nos realiza.
Ser creativos es ser activos. La creatividad nos aporta el crear algo nuevo sobre los hábitos y la costumbre. La creatividad nos devuelve la posibilidad de ser nosotros mismos, de reinventarnos una y mil veces desde la pasión por seguir construyéndonos en el gozoso vivir concebido satisfactoriamente como una obra reconocida y a la vez permanentemente inacabada.
Nada se consigue sin acción, sin trabajo o perseverancia. Es sobre todo en los objetivos a largo plazo donde aparecerá la frustración, pero también la necesaria resiliencia y la puesta en práctica de los talentos y recursos internos para seguir avanzando.
• Lograr
A veces se alcanza la meta y otras no. Gestionar el éxito y el fracaso para el aprendizaje es un reto tanto en el aula como en la vida. Es importante celebrar los logros, pero también aprender de los errores como escalones que nos impulsan a nuevos desarrollos. El error suele estar penalizado culturalmente y es imprescindible para el aprendizaje. Con frecuencia hay tanto miedo al fracaso o al error que