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El poder de la controversia. Ramón Sierra CórcolesЧитать онлайн книгу.

El poder de la controversia - Ramón Sierra Córcoles


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es algo que nos debemos a nosotros mismos y a los nuestros.

      Pero solo no se puede; giro la vista a mi alrededor para saber cuántos más están y me parece ver una sociedad anestesiada y sin deseo de lucha. El control al que, nuestros políticos y demás poderes fácticos, intentan someternos parece no afectar a nadie sin darnos cuenta de que la relajación de costumbres acabó con todos los imperios anteriores a nosotros… y me acuerdo de Brech:

      Primero vinieron a por los comunistas

      Y yo no dije nada porque no era comunista

      Luego vinieron a por los judíos

      Y no dije nada porque no era judío

      Luego vinieron a por los obreros

      Y no dije nada porque no era obrero ni sindicalista

      Luego vinieron a por los católicos

      Y no dije nada porque era protestante

      Y finalmente cuando vinieron a por mí

      No quedaba nadie para protestar.

      Ahora quieren destruir las emisoras de la COPE, atacan al diario El Mundo, posteriormente atacarán el ABC y así, sucesivamente, se construirá una cadena de control a todos los medios de comunicación para intentar silenciar la libertad, para intentar doblegar la voluntad de las gentes a través de la “no información” y de la desinformación, técnicas propias de los países comunistas.

      ¿Es ese el camino que recorreremos los españoles permitiendo que nuestros políticos amordacen nuestra voz, silencien nuestro pensamiento y anestesien nuestra razón?

      Cuando sucesos como los que podemos ver a diario para silenciar la palabra no nos hagan enrojecer de ira y rabia.

      Cuando el asalto a la libertad de expresión nos deje indiferentes sin producirnos el más mínimo asombro.

      Cuando ataques a los medios de comunicación los recibamos con un simple movimiento de hombros, como manifestación de apocamiento e indiferencia.

      Cuando ministros o poderes fácticos de cualquier gobierno, sea el que sea, utilicen todo su poder y todos los recursos del Estado sin que levantemos la voz para decir basta.

      Cuando parlamentarios del Gobierno de España como pandilleros baratos de navaja, cadenas y “chupa de cuero” provoquen a los ciudadanos que han prometido servir y, además, pagamos sus altos sueldos, no sintamos el dolor del honor perdido por no responder a sus bravatas como merecen.

      Cuando gentes de mal, dirigidas por partidos políticos, al estilo de la Alemania nazi, aunque no lleven camisa parda pero sí máscaras para ocultar su rostro cobarde, no despierten en nosotros el deseo de restaurar la dignidad que quieren arrebatarnos…

      Pensaré en Shakespeare, something is rotten in the state of Denmark –algo huele a podrido en Dinamarca–, algo huele a podrido en España, y tendré que pensar que ese olor a podredumbre es el olor de la cobardía.

      España y los españoles no nos merecemos semejantes políticos o ¿tal vez sí?

      Hay algo peor que el pecado y es el pecado con alevosía. Hay algo peor que la ignorancia y es ignorar el hecho de ser ignorante. Con demasiada frecuencia hemos escuchado comentarios referidos al pueblo en los cuales se ensalza su inteligencia ¡El pueblo es sabio!

      ¿Cómo puede ser sabio un pueblo que permite ultrajes continuados a la libertad de expresión?

      ¿Cómo puede ser sabio un pueblo que día a día se traga las mentiras emitidas por los órganos de poder?

      ¿Cómo se puede observar el intento continuado por silenciar la voz de periodistas cuya finalidad última debe ser la información y formación sin decir ya está bien?

      Es evidente que cada periodista tiene sus tendencias, su forma de interpretar los acontecimientos, como cualquiera de nosotros, y esa diversidad enriquece al que la recibe porque le permite analizar, discernir y concluir.

      La libertad es el bien supremo del hombre y un intento de suprimirla debería constituir el paradigma de traición al ser humano. Algunos versos como estos le valieron a Miguel Hernández morir preso en una cárcel.

      ¿Quién ha puesto al huracán

      jamás ni yugos ni trabas,

      ni quién al rayo retuvo

      prisionero en una jaula?

      ¿Quién osa poner trabas, yugos y jaulas a la libertad? Miro a mi alrededor y solo oigo silencio.

      NOVIEMBRE 2005

      ¿DEMOCRACIA SIN

       PODER JUDICIAL?

      Representación escultórica de la justicia

      Hace unos días, el presidente de la Asociación Profesional de la Magistratura, don J. Ramón Ferrándiz, expresaba su posición ante uno de los mayores y más terribles problemas que tiene España: “No aceptaré la desvertebración del Poder Judicial y me opondré a las reformas estatutarias que quiebren la igualdad de los españoles ante la ley”.

      Este comentario me parece oportuno, adecuado e interesante, pero insuficiente

      Oportuno, porque en este momento todos los españoles estamos asistiendo entre atónitos y encolerizados a los chantajes que determinadas comunidades autónomas hacen al resto de la patria con amenazas sobre la escisión, mientras los “políticos” elegidos para que puedan gobernarla juegan a los dados en el hemiciclo de San Jerónimo y se reparten su túnica manchada de sangre y lágrimas.

      Adecuado, porque en el Poder Judicial y en su independencia recae la responsabilidad de vigilancia de los otros poderes, y en el actual momento político en que nos encontramos inmersos, donde la palabra dada no tiene valor, la mentira reluce con luz propia, las promesas electorales no se cumplen, la escala de valores está siniestramente apolillada, la incultura, grosería y zafiedad alcanzan cotas verdaderamente alucinantes y una gran masa de políticos son unos villanos, es el Poder Judicial el único que podría exigir un mínimo de honradez a esta fauna para la que todo vale.

      Interesante, porque después de tantos comentarios peyorativos como se han vertido sobre la justicia y cómo se ha intentado salpicar a los jueces con opiniones totalmente faltas de respeto, tachándolos de prevaricadores e incompetentes, saber qué actitud adoptará el Poder Judicial para limpiar su nombre ante todos los españoles es necesario. No puedo ni deseo olvidar las terribles declaraciones de ¿D.? Pedro Pacheco, alcalde Jerez: “La Justicia es un cachondeo”. Y hoy en día dicho comentario continúa flotando en el aire sin que se haya realizado ninguna acción tendente a exigir una rectificación.

      Insuficiente, porque no nos ha dicho con qué “poder cuenta el Poder Judicial” para lograr sus objetivos y, sobre todo, cómo va a evitar la desvertebración del mismo cuando una parte muy importante de jueces llama sin cesar a las puertas de los partidos políticos, en un intento desesperado de mostrar su sumisión a la espera de alguna prebenda en el reparto de cargos que los partidos políticos hacen cada vez que llegan al poder.

      Aún hoy, dos mil años después, puedo escuchar el murmullo de los senadores romanos y el ruido de sus túnicas al removerse en sus asientos ante la pregunta de Cicerón: “¿En qué consiste el orden?” Después de un silencio denso y expectante entre miradas huidizas les dio la respuesta: “En el hecho de que los ciudadanos obedezcan a sus gobernantes y los gobernantes obedezcan a las leyes”.

      ¿Pero realmente piensa Ud. que el ciudadano de a pie cree que los gobernantes obedecen a las leyes? El pueblo llano, y menos llano, estamos convencidos que los gobernantes solo se acuerdan de nosotros cuando se aproximan unas elecciones y posteriormente nos desprecian, se encierran en su palacio de cristal y nos abandonan, bueno, casi nos abandonan, ya que no olvidan cobrarnos los impuestos y si alguien se retrasa en el pago


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