Decadencia. Adrian AndradeЧитать онлайн книгу.
eso?
—Me pidieron revisar hasta el más mínimo detalle de la toma de posesión de nuestro nuevo presidente.
—¿Ya es un hecho?
—Ah sí —haciéndose la desinteresada.
—¡Pero todavía no se ha arreglado la impugnación!
—La democracia es una herramienta de dos filos.
—El público no lo respalda, siguen bajo la influencia del opositor.
Ambas miraron varias imágenes donde miles de personas le abucheaban, hacían manifestaciones en su contra, quemaban la propaganda y hacían comentarios intensos en las redes sociales.
—No depende de ellos —aseguró Myra.
—Y a todo eso ¿cómo es que te asignaron un evento presidencial?
—Una que no se la pasa roncando mientras pretende trabajar.
—Hey no pretendo —corrigió Sharon con desfachatez—, sólo no trabajo.
Ambas se rieron.
—¿Qué sería de nosotras si tuviésemos una vida común?
—La tuvimos ¿qué acaso ya diste el viejazo?
Myra medio se rió.
—Siento que ha pasado mucho, no sé, quizás y sí.
—Hey, no tengo nada que hacer realmente, me quedaré a ayudarte.
—Eso sería genial Sharon, gracias.
—Prometo no roncar.
—Bueno, ya es ganancia.
La mayoría de los miembros no tenían familia, no hijos, no casados ni vida social afuera de la Central Norte. Siempre adheridos a su área de especialidad; en este caso, examinando las redes sociales o monitoreando los medios del territorio correspondido. Incluso atentos a cualquier tipo de anomalía en los radares o información filtrada.
—¿No me vas a decir? —Insistió Sharon.
—Es cuestión de que leas entre líneas.
—¡Ja! Nunca has leído un libro.
—Si lo he leído, el que no lo termine es otra cosa.
Sharon simplemente se rio ante el comentario y se encaminó al pasillo situado afuera del departamento de Monitoreo y Seguridad. Se recargó en el barandal observando a sus compañeros laborar en una amplia plataforma rectangular fragmentada por sus respectivos oficios.
Ezra y Gale habían recibido una invitación esencial cuyo propósito consistía en contribuir con algunas sugerencias para remediar la mala recepción de los votantes hacia el presidente electo. Este par de mentes prominentes nunca tendían a cuestionar los motivos detrás de su trabajo. De forma concisa seguían las órdenes al pie de la letra sin atreverse a profundizar en ciertas medidas extremas.
—¡Dios mío! —exclamó Gale— ¡Realizaran una marcha nacional para evitar que el presidente electo tome el poder!
—¿Dé cuántas personas?
—Cerca del millón, si esto no se equivoca.
—Eso sigue afectando la credibilidad de las encuestas —indagó Ezra con una pizca de preocupación.
—Nadie cree en ellas.
—Cierto, pero aun así debemos remover ese resentimiento.
—Sharon puede desacreditar a los medios, noticias falsas.
—En parte, el truco aquí es cambiar la jugada y con delicadeza.
—Estás pensando negativo más negativo igual a positivo.
—Exacto, coméntale a Myra que invite a los ilegales, a toda clase de izquierdistas o derechistas y cualquier organización que se le venga en mente, vamos a disolver el propósito principal de la marcha.
—Eso no cambiará la tendencia pública, no mientras el insurgente tenga voz e influencia.
—Olvídate de la Hiena, quizás optemos por una imagen coloquial.
—¡Lo tengo! Convoquemos a que el partido realice marchas de beneficencias encabezadas por el nuevo presidente, de este modo la gente le prestará mejor atención y podría sensibilizarse tras tensionarse con el caótico tumulto que sembremos.
—¡Ya estás! infórmaselo a las muchachas mientras redacto el planteamiento.
Del entusiasmo, Gale brincó de la silla chocando con Jed.
—Perdona.
—Ya qué.
Gale siguió su rumbo mientras Jed se reunía con Keene para consultar algunas alternativas de mantenerse invisibles ante el radar civil.
—Casi te besabas con tu hombre.
—Cállate Keene, se la pueden creer.
—Ándale, bigote con bigote.
—Madura.
—Ya sal del clóset.
—Prefiero seguir adentro.
—¡Oh matacuras!
—Concéntrate Keene, necesitamos plantear una especie de brisa o un aparato que afecte los dispositivos electrónicos de los civiles. Dañar la autenticidad de aquel video fue brutal. No podemos permitir otro incidente de estos.
—Lo que sugieres no está en nuestras manos, eso depende de Leith y Nathan.
—Bien, se lo pediremos.
Jed miró a Keene estirar sus piernas en el escritorio sin mostrar iniciativa alguna de acompañarle.
—¡Qué!
—No te molestes, yo me encargo.
Jed caminó hasta detenerse con Leith y Nathan quienes revisaban los mecanismos de disparo de un prototipo de metralleta.
—¡Hey Jed! ¡Qué te trae en esta esquina!
—¿De verdad Nathan?
—¿Andas de rabiosa?
—Veo que Keene te pegó su mal sentido del humor.
—Me pegó otra cosa pero tú ya sabes
—¡Por favor! ¡Ya déjense de estas estupideces! ¡Ya vamos para un mes!
Leith no pudo contenerse de la risa, le encantaba ver cómo hacían fastidiar a Jed con el mismo humor. Día a día nunca fallaba.
—¡Ya, ya pues! ¿A qué viniste?
—Sólo necesito seas franco conmigo y me digas sin rodeos sí corremos un gran peligro en hacer las pruebas aquí.
—Estamos usando balas de salva —contestó Nathan con la misma firmeza con la que había iniciado este proyecto desde el primer día.
—No viniste a charlar de los gajes de oficio con Nathan —directo al grano— ¿Qué necesitas?
—Hola Leith —lo saludó con firmeza—. Keene y yo queríamos ver si podían diseñar una bomba de estática. Ya sabes, un virus de mala interferencia que sólo afecté los aparatos electrónicos de los civiles.
—Es bastante complejo lo que pides porque afectaría a todo el equipo electrónico que estuviese expuesto; quizás podamos diseñar un software que recurra a bloquearlos manualmente desde el computador en caso de que al escuadrón se les pase otra vez.
—Estamos trabajando en ello.
—Errar es de humanos —expresó Leith—. Relájate.
De inmediato una alarma se encendió en el departamento de Monitoreo y Seguridad cambiando la neutralidad de la Central Norte hacía un modo evasivo.
—Activa