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Sexo, violencia y castigo. Isabel Cristina Jaramillo SierraЧитать онлайн книгу.

Sexo, violencia y castigo - Isabel Cristina Jaramillo Sierra


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      5.3. ¿No es una categoría en absoluto?

      La segunda afirmación la hacen Jeanne Giovannoni y su colega Rosina Becerra. Su libro Defining Child Abuse, es un intento por analizar las percepciones profesionales y sociales sobre el abuso de niños en California. La investigación se basó en cuatro condados cultural y geográficamente distintos de ese estado. Los profesionales estudiados eran pediatras, trabajadores sociales, abogados y policías. Los investigadores tomaron una muestra de 72 ejemplos de maltrato infantil. Estas historias son “viñetas” de la realidad. Las situaciones iban desde “un padre que quemó a su hijo en la cola y pecho con un cigarrillo” hasta “padres que dejaron solos a sus hijos por una noche”, “padres que experimentaban con cocaína mientras sus hijos estaban presentes” y “madre divorciada quien tenía la custodia de su hijo y ejercía la prostitución”. Se les pidió a los profesionales y gente del común que clasificaran estos incidentes de acuerdo con su gravedad. Se usó el análisis factorial para organizar los incidentes en las siguientes categorías, ordenadas de más a menos grave:

      Abuso físico

      Abuso sexual

      Fomentar la delincuencia

      Supervisión

      Maltrato emocional

      Drogas/alcohol

      Falta de cumplimiento de sus labores

      Negligencia educativa

      Costumbres sexuales de los padres

      El orden de las primeras dos categorías puede ser engañoso, pues hay una gran cantidad de abusos físicos que pueden no ser considerados como serios, mientras que todo abuso sexual es grave.

      Acabamos de listar nueve tipos distintos de comportamientos humanos que son socialmente desaprobados. Los nombres en algunos casos son sucintos, por ejemplo, de la categoría de “supervisión” se entiende que es la falta o mala supervisión de un niño que esté bajo su responsabilidad. Defining Child Abuse deja claro que tanto los profesionales como la población en general tuvieron muy pocos problemas en asignar los comportamientos en una de estas nueve categorías. Dentro de cada categoría, los cuatro tipos de profesionales tuvieron solo algunas discrepancias en la asignación de viñetas. Los profesionales tienden a considerar menos malos los hechos que las personas del público general. En California, los afroamericanos y los latinos son los que condenan más fuertemente casi que cualquier tipo de maltrato. Sin embargo, el ranking de los distintos tipos de abuso cambia en cada subcomunidad.

      Estas nueve categorías son curiosamente familiares, es como si Giovannoni hubiera desarmado el abuso. Algunas categorías solo tienen sentido en nuestra forma actual de organización social: como, por ejemplo, fomentar la delincuencia. En el mismo sentido, el concepto de negligencia educativa es algo que se ha arraigado en nuestra concepción actual de la educación. Pero la mayoría de las categorías pueden ser usadas, sin incurrir en una gran ingenuidad etnográfica, en una gran cantidad de sociedades. En este aspecto es importante distinguir entre la existencia de una categoría y lo que una sociedad particular considera que esa categoría envuelve. Por ejemplo, alguna vez se argumentó que los indígenas pueblo tenían conceptos del color distintos a los nuestros. Ordenaban distinto el rojo, rosado, naranja y amarillo. En este caso sigue teniendo sentido hablar de que esta población tenía una categoría del color, así sus colores fueran distintos a los nuestros.

      Otra conclusión de la investigación es que ni los profesionales ni la gente del común tienen problemas usando las nueve categorías planteadas. Todos pueden hacer diferencias al interior de cada una de las nueve categorías. Las autoras plantean que se deje de usar el término indeterminado de “abuso de niños”. Pero en ese mismo momento, Kempe estaba diciendo que era necesario dejar el término de “síndrome del bebé maltratado” y en cambio usar el término de “abuso de niños”. ¿Por qué dejar de usar una clasificación precisa y bien comprendida de un acto que cabe en la categoría del abuso físico? ¿Por qué frente al esfuerzo de clarificación de Giovannoni y Becerra insistir en el abigarrado término de “abuso de niños”? Porque el término de maltrato infantil había servido su propósito de despertar conciencia pública. En un estado de alta conciencia, el término “abuso de niños” funciona mejor.

      ¡Esto pareciera ser una posición extraña para un médico! Habíamos pensado que la investigación médica buscaba causas y curas, pero no necesariamente. Lo que buscaba era poder: poder para hacer el bien, claro. Giovannoni y Becerra, sociólogas, terminaron concluyendo lo que esperábamos que concluyeran los médicos:

      “Una formación más racional de la política pública requiere mayor especificidad epidemiológica, etiológica y evaluativa en las investigaciones que nutren la política. Hasta que no haya una mejor delineación de lo que se debería contar y estimados de su dispersión, la estimación epidemiológica e incidental será fútil. En el mismo sentido, la investigación etiológica es prematura hasta que no haya una especificación más detallada del fenómeno cuyas causas se buscan (…) el desarrollo de taxonomías más refinadas (…) pareciera ser necesario para cualquier investigación etiológica. Antes de que se pueda esperar que los eventos tengan una etiología común, los eventos deben compartir una homogeneidad. Esta homogeneidad todavía no ha sido demostrada para una gran cantidad de lo que consideramos como manifestaciones de abuso y negligencia” (Giovannoni y Becerra, 1979, p. 256).

      Esta es una condena al trabajo del Doctor Kempe y todo su movimiento. Sin embargo, los doctores han triunfado. Incluso los sociólogos y los trabajadores sociales se ven forzados a describir el abuso de niños en los términos de la etiológica y la epidemiología.

      5.4. Un marco más general: la normalidad

      Empezamos con una idea llena de certeza moral: no debes abusar a tu hijo. ¿Hay algún mandamiento más eterno? Después, encontramos que la idea del abuso de niños ha sido maleable e imperial, empezando hace treinta años y apropiándose de nuevos territorios desde entonces. Eso disminuye la actual fuerza del mandamiento. Solo queda una actitud: el abuso de niños es malo y nos sentiríamos mejor si hubiera menos de lo que hoy hay. Pero cuando pasamos de las acciones abusivas a la idea del abuso de niños, no hay, y no debería haber, unanimidad en las actitudes.

      Aquí están dos de las muchas visiones en oposición. Una es la de los activistas, esa frágil coalición a la que he llamado el movimiento en contra del abuso de niños, que atrae tanto a médicos preocupados como a feministas radicales: “este ha sido un periodo de una magnifica concientización,


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