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Alcohólicos Anónimos llega a su mayoría de edad. Anonimo Читать онлайн книгу.

Alcohólicos Anónimos llega a su mayoría de edad - Anonimo


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de A.A., no tenemos que entender esta paradoja; sólo tenemos que estar agradecidos por ella.

      Mi madre estaba allí en el escenario del auditorio, ella que me había dado a luz hacía cincuenta y nueve años y que había esperado largo tiempo profundamente preocupada hasta ver la culminación feliz de mis años plagados de frustración y fracasos. Sentada al lado de mi madre estaba Lois, mi esposa, siempre fiel y firme aun cuando se había desvanecido toda esperanza, Lois que había atendido a mi segundo nacimiento, y que había compartido plenamente conmigo los dolores y las alegrías de nuestra apasionada vida de los últimos veinte años.

      Y allí estaba mi padrino, Ebby, el primero en traerme las buenas nuevas que me levantaron del abismo alcohólico.13 Con todos los asistentes me regocijé de que él pudiera estar con nosotros. Y me acordé de muchos amigos no alcohólicos de los primeros días. Sin ellos, no habría podido existir A.A. Nos dieron maravillosos ejemplos de generosa devoción. Eran los prototipos de miles de hombres y mujeres de buena voluntad que desde entonces nos han ayudado a lograr que nuestra sociedad sea lo que ha llegado a ser.

      Miré a mis amigos y colegas de la Sede de A.A. —custodios, directores, miembros del personal— que durante años habían trabajado dedicada y diligentemente para perfeccionar la estructura que estábamos a punto de entregar al cuidado de la comunidad misma.

      Entre la muchedumbre reunida en el salón grande de Kiel yo podía ver a muchos pioneros. Este evento era de verdad una reunión de los veteranos. Ellos habían llevado las primeras antorchas y yo sentía esa profunda afinidad que siempre será algo especial entre nosotros. Se me ocurrió también que ya éramos menos los compañeros de los primeros días y que pasado algún tiempo todos los pioneros de A.A. perteneceríamos a su historia. De repente me acometió el deseo de atrasar el reloj. Sentí la nostalgia por los días de antaño curiosamente mezclada con gratitud por el grandioso día que ahora estaba viviendo.

      Bernard Smith,14 coordinador del evento, me llamó al podio a hablar. Recordé y volví a vivir los diecisiete años de la historia del desarrollo de la estructura de Servicios Generales de A.A. Esta charla junto con un relato de todo lo acontecido después en ese día histórico aparece posteriormente en este libro.

      Todos los miles de A.A. presentes en St. Louis, una auténtica muestra representativa de la opinión de A.A., ahora reunidos en la Convención estaban sentados ante nosotros. En el escenario del auditorio estaba la Conferencia de Servicios de A.A., unos cien hombres y mujeres, los nombrados y elegidos representantes de la Comunidad en su totalidad. La Conferencia, tras cumplir el quinto año de su existencia experimental con gran éxito, ya no era un experimento. Era el instrumento destinado a convertirse en el corazón del Tercer Legado de A.A., el de Servicio y en la conciencia de A.A. en su totalidad a nivel mundial.

      En la simple ceremonia que siguió, propuse la resolución de que nuestra sociedad asumiera la responsabilidad de sus propios asuntos y que la Conferencia se convirtiera en la sucesora permanente de los fundadores de Alcohólicos Anónimos.

      Por clamorosa aclamación, la Convención aprobó la resolución. Después de unos momentos de silencio, oímos al coordinador Smith proponer la resolución a la Conferencia para su confirmación. Por una simple votación a mano alzada se expresó el consentimiento de la Conferencia y marcó el momento exacto en el que A.A. llegó a su mayoría de edad. Eran las cuatro de la tarde.

      Entonces, Bernard Smith pronunció un discurso. Casi todos los custodios habían tenido graves dudas al principio y la destreza y devoción de Bern fueron lo que había inclinado la balanza de opiniones a favor de proponer la Conferencia en primer lugar. Y sabíamos que éste era un día tan maravilloso en la vida de Bern Smith como lo era en las nuestras.

      Y ahora las horas de trascendencia histórica casi habían llegado a su fin. Sólo nos quedaba a Lois y a mí decir unas breves palabras de despedida.

      La Convención escuchó con gran cariño a Lois mientras contaba algunos recuerdos de los días pasados y dio gracias por las bendiciones que los años le habían traído a ella y a nosotros. Para todos los presentes ella era un símbolo de los sufrimientos por los que todas las familias afligidas por el alcoholismo habían pasado, y también un símbolo de lo que todas las familias de A.A. reunidas han encontrado y han llegado a ser desde entonces. Lois con sus palabras nos llenó de un sentimiento de suma alegría.

      Al ponerme de pie ante la Conferencia por última vez, sentí lo que todos los padres sienten cuando sus hijos e hijas tienen que empezar a tomar sus propias decisiones. Ya no iba a actuar ni decidir por Alcohólicos Anónimos ni la iba a proteger. Me di cuenta de que los padres bien intencionados que tratan de seguir aferrados a su autoridad y que se quedan más de la cuenta pueden causar grandes daños. Los veteranos no debemos hacer esto a la familia de A.A. Cuando en el futuro nos lo pidan, gustosamente les ayudaremos a salir de apuros. Pero no más. Esta nueva relación era el significado central de todo lo que acababa de acontecer.

      Como la mayoría de los padres en momentos igualmente ansiosos, no pude resistir la tentación de hacerles algunas advertencias que se pueden leer en la Tercera Parte de este libro.

      Al hablar volví a sentir ese deseo de atrasar el reloj y, por un instante, me asaltó el temor al inminente cambio tanto como a cualquier otra persona. Pero este temor se disipó rápidamente y supe que todas mis preocupaciones e inquietudes paternales habían llegado a su fin. Se podía depender de la conciencia de Alcohólicos Anónimos dirigida por la orientación de Dios para asegurar el futuro de A.A. Claro que de allí en adelante me correspondía a mí dejarlo y dejarle a Dios que lo hiciera. Alcohólicos Anónimos se encontraba por fin a salvo de todo peligro — incluso de mí mismo.

      1 El Padre Dowling falleció en 1960.

      2 El Dr. Tiebout falleció en 1966.

      3 Ver en el Apéndice E:b una ponencia del Dr. Tiebout.

      4 Ver el Apéndice D para el texto del Premio Lasker.

      5 Sam Shoemaker falleció en 1963

      6 “Dr. Jack” Norris falleció en 1989.

      7 Estas cifras corresponden al año 1957. En 2010 hay más de 1,500 grupos en instituciones correccionales y más de 1,000 en centros de tratamiento en los Estados Unidos y Canadá.

      8 Sor Ignacia falleció en 1966.

      9 Hasta 1957.

      10 Ruth Hock Crecelius falleció en 1986.

      11 En 2010 hay más de 110,000 grupos y más de 2,000,000 de miembros.

      12 Circulación en 2009 es aproximadamente 94,000.

      13 Ebby falleció en 1966.

      14 Bernard Smith falleció en 1970.

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