El mundo moderno y la comprensión de la historia. Juan Carlos Chaparro RodríguezЧитать онлайн книгу.
y la concepción materialista de la historia
4.1. La industrialización y el afianzamiento del paradigma progreso
4.2. Los efectos sociales de la industrialización
4.3. La historia como lucha por la emancipación del hombre
Capítulo 5. La era de las catástrofes y la crisis de los paradigmas modernos de la historia
5.1. Entre el esplendoroso sueño y la cruenta realidad
5.2. El interludio de la catástrofe y la continuación de las matanzas
5.3. El desgarramiento del mundo moderno
Capítulo 6. El abandono de los metarrelatos sobre la historia
6.1. Buscar y explicar las causas de la catástrofe
6.2. Enjuiciar a las filosofías de la historia
6.3. Abandonar los metarrelatos sobre la historia
Capítulo 7. La crisis civilizatoria y la vindicación de nuestra responsabilidad frente a la historia
7.1. Un mundo en (des y) recomposición
7.2. Escrutar el paradigma progreso
7.3. Vindicar nuestra responsabilidad frente a la historia
Conclusiones
Bibliografía
Tanto el largo proceso de reconfiguración social, cultural, intelectual y espiritual que empezaron a experimentar —eso sí, de manera diferenciada— las sociedades europeas desde y durante los siglos XII a XVI luego de haber estado bajo el dominio y la autoridad de la Iglesia durante casi un milenio, como la simultánea formación de la burguesía y la estructuración, desarrollo y expansión del capitalismo, la ciencia y la técnica modernas no solo inauguraron una nueva y determinante época en la historia del mundo occidental, sino que, a mediano y largo plazo, y especialmente desde el llamado Siglo de las Luces, generaron eso que el filósofo Ernst Cassirer (1874-1945) denominó la conquista del mundo histórico, es decir, la aprehensión, problematización y comprensión de la historia asumiéndola no como la sola narrativa de los hechos acaecidos, sino como el racional devenir del progreso y del perfeccionamiento social, político, moral, material y técnico hacia el cual se dirigía, o habría de dirigirse, la humanidad.1
Amplia fue la resonancia que esta idea empezó a adquirir desde esas épocas, y mayor fue la que alcanzó durante el largo período en que se configuraron las revoluciones burguesas y en que el capitalismo se consolidó como sistema económico dominante (finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XX), pero profundo fue el descrédito que esa concepción de la historia experimentó a propósito de las traumáticas experiencias humanitarias que muchos pueblos del mundo, y especialmente los europeos, padecieron durante el siglo XX. Tanto las profundas injusticias y desigualdades sociales que ese mentado sistema fue generando desde el siglo XIX, como los millones de muertos, lisiados, desaparecidos, torturados y traumados mentales que produjeron las guerras en las que se enfrentaron las modernas e industrializadas naciones occidentales, y a las cuales fueron vinculados otros tantos pueblos del orbe, lo mismo que la incubación, despliegue e institucionalización de las aviesas prácticas nacionalistas, racistas y xenófobas que pulularon en el viejo continente, hicieron que la moderna concepción de la historia, signada y afincada en las nociones de razón, civilización y progreso, fuera puesta en categórico cuestionamiento.
En efecto, aunque ese cuestionamiento ya había sido expresado por algunos escritores y pensadores a lo largo del siglo XIX, las catástrofes humanitarias que se vivieron durante el siglo XX hicieron que la reflexión sobre esa concepción de la historia se tornara política, intelectual y moralmente ineludible para filósofos, historiadores y demás científicos sociales. Así, y más allá de las disímiles razones que los gobernantes y jefes militares europeos y norteamericanos enarbolaron para llevar a cabo las guerras y para hacer desmedido uso de los sofisticados y aterradoramente destructivos artefactos de combate que sus modernas industrias desarrollaron, muchos pensadores de la época no solo se pronunciaron sobre el desastre moral y humanitario que aquella situación aparejó, sino que, destacando la responsabilidad que nos asiste a los seres humanos en tanto que artífices y protagonistas de lo que ocurre en el mundo, centraron su atención en el análisis de los presupuestos a partir de los cuales se creó y difundió el paradigma del progreso y en la manera como, a partir de este, se creó una sofisticada serie de interpretaciones sobre la historia, que, a juicio de algunos de ellos, sirvieron de argumento y excusa para desatar la ominosa situación que se generó en muchos lugares del mundo, y especialmente en Europa.
Pero ¿cuáles fueron los procesos y presupuestos en virtud de los cuales se creó y difundió la idea de que la historia estaba regida por el progreso y orientada hacia él? ¿Cuáles fueron las ideas que los filósofos de la modernidad elaboraron y expresaron con respecto al devenir, sentido y finalidad de la historia? ¿Cuáles fueron las razones y argumentos que esgrimieron los escrutadores de esas ideas para afirmar que las catástrofes que se generaron durante el siglo XX estuvieron alentadas por las concepciones que algunos filósofos habían elaborado sobre la historia? ¿Bajo qué presupuestos algunos filósofos contemporáneos escrutaron la noción de progreso y nos exigieron actuar con responsabilidad frente a la historia?, y al analizar este tipo de cuestiones ¿qué clase de lecciones teóricas y prácticas podemos extraer de ellas?
Pues bien, describiendo cada uno de los contextos y procesos históricos en los que se produjeron esas concepciones sobre la historia, las cuales, como dice Agnes Heller (1929-2019), no solo “expresan la conciencia histórica de una época en la que los seres humanos se han hecho autoconscientes sobre la historicidad de su existencia como individuos y como especie”, sino que se configuran a partir de la transformación que los filósofos y pensadores hacen del sentido de la experiencia humana con el ánimo de dotarla de sentido de existencia histórica,2 hemos querido analizar y responder los interrogantes enunciados, persuadidos de que con este ejercicio no solo podremos destacar —eso sí, de manera bastante general— las ideas que algunos pensadores de la modernidad y la contemporaneidad elaboraron y expusieron sobre el devenir, el sentido y la finalidad de la historia, sino que podremos ponderar y vindicar la vigencia y utilidad que esas ideas pueden ofrecernos para comprender la historia en términos distintos a los que solemos asimilarla, esto es, no como una sucesión de hechos acaecidos en el pasado, sino como aquello que, siendo obra y resultado de la acción humana, afecta e influencia nuestro ser y nuestro estar en el mundo, y, por lo mismo, como aquello ante lo cual debemos asumir una actitud responsable en tanto que sus artífices y protagonistas.
En tal sentido, y advirtiendo que con la elaboración de este modesto y expositivo ensayo no pretendimos ni pretendemos agotar la diversa producción y reflexión filosófica que se ha generado sobre la historia, sino que solamente buscamos proporcionar algunos elementos de análisis que puedan ser de utilidad para cualquier lector interesado en saber cuáles fueron los procesos que forjaron el mundo moderno; en conocer cuáles fueron las concepciones que se generaron sobre la historia; en auscultar los problemas teóricos y prácticos que de allí se derivaron —y se derivan—; y en comprender por qué, ante el estado de cosas en que nos hallamos, se nos impele a pensar la historia en términos más reflexivos y a asumir una postura ética y concordante con las necesidades, urgencias y desafíos de nuestro tiempo, hemos estructurado el texto en siete breves capítulos cuyo contenido es el siguiente:
En el primer capítulo describimos y analizamos cómo, a efecto de las históricas transformaciones culturales que fueron generándose desde finales de la Edad Media, y especialmente de las que se suscitaron durante las épocas del Renacimiento, los pensadores de la época fueron desbrozando el camino intelectual que habría de conducir a la construcción de unos nuevos imaginarios sobre