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El arte de la lectura en tiempos de crisis. Michèle PetitЧитать онлайн книгу.

El arte de la lectura en tiempos de crisis - Michèle Petit


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acelerados?

      No obstante, lo que variaba de un medio social a otro eran los obstáculos. Para unos, todo ya estaba dado por nacimiento o casi; para los otros, el alejamiento geográfico se añadía a las dificultades económicas y a las prohibiciones culturales. Si habían logrado incluso leer, era siempre gracias a mediadores específicos, al acompañamiento cálido y discreto de algún facilitador que tenía también el gusto por los libros, que había hecho deseable su apropiación.

       Sorprendentes experiencias literarias compartidas

      En efecto, actualmente se están implementando programas donde la lectura ocupa un lugar esencial, en diferentes regiones del mundo que viven situaciones de guerra o de violencia, crisis económicas intensas, éxodos de poblaciones o catástrofes naturales. Casi siempre, esas experiencias tienen poca difusión y son ignoradas o poco conocidas, no sólo en Europa (donde la autosuficiencia etnocéntrica impide a la gente imaginar cómo se beneficiaría si se informara acerca de lo que se ha intentado hacer en otros lugares), sino también a unos cuantos kilómetros de los lugares donde se realizan. Sin embargo están llenas de enseñanzas.

      Ya sea que cuenten con el apoyo de organismos internacionales, de instituciones públicas, asociaciones o fundaciones privadas, de entrada tienen la particularidad de dirigirse a aquellos que están más alejados de los libros: niños, adolescentes, mujeres u hombres a menudo con baja escolaridad, originarios de medios pobres, marginados, y de culturas dominadas. Muchos provienen de sociedades donde es la tradición oral, mucho más que la escrita, la que durante largo tiempo les ha brindado puntos de referencia, recursos de los cuales echar mano para vincularse con unas representaciones culturales compartidas. Mitos, cuentos, leyendas, proverbios, cantos o fragmentos de canciones les permitían hasta cierto punto simbolizar emociones intensas o acontecimientos inesperados, representar conflictos, dar forma a sus paisajes interiores, insertándose al mismo tiempo en una continuidad, una transmisión. En dos palabras, construir sentido. Al menos así sucedió mientras esas sociedades conservaron una mitología viva, recompuesta o enriquecida a merced de los encuentros. Pero actualmente en muchos lugares la tradición oral se ha desarticulado y los puntos de referencia simbólicos se han desorganizado, con todos los riesgos que implica esa alteración de la “red” de la cultura. En contextos así, ¿la introducción de propuestas donde lo escrito ocupa un lugar central puede suplir a esa tradición, incluso reactivarla, o al contrario, amenaza con destruir lo que queda de ella?

      Por otra parte, el análisis de esos programas y su confrontación permiten precisar las condiciones necesarias para su implementación, delimitar el papel de los mediadores, su margen de maniobra y las asociaciones necesarias para el “éxito” de esas acciones. También proporcionan pistas para identificar los procesos que se ponen en práctica y clarificar los beneficios que pueden esperarse de la lectura en esos contextos, al igual que los límites, los callejones sin salida, la posible dosis de riesgo que implican estas iniciativas.

      Ahora bien, si a menudo se ha señalado la utilización de esa práctica en tiempos de crisis, la naturaleza de los procesos que llevan a la reconstrucción de sí mismo casi nunca se hace explícita. Tampoco se hace clara en el caso de instituciones como el hospital o la prisión, pese a que en ellas hay servicios públicos y asociaciones dedicados a facilitar el acceso a los libros. Una parte de los que trabajan en este campo son conscientes de la complejidad de esos procesos, pero otros sólo se ocupan de desarrollar la capacidad que tiene la lectura de “distraer” y, en el caso del universo penitenciario, únicamente subrayan los aspectos funcionales de esta práctica que pueden contribuir a una futura reinserción profesional. Basta pensar en los comentarios de Jean-Paul Kauffmann o de Marc Soriano, citados anteriormente, para sospechar que una gran parte de las vivencias son totalmente desconocidas.

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