Эротические рассказы

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de dicha imaginación. En el capítulo 7, analizo con más detalle el contexto existencial en el que se deben poner en práctica las metodologías orientadoras de la investigación posabisal. En el capítulo 8, me concentro especialmente en las dimensiones sensoriales y emocionales de la investigación posabisal. La experiencia profunda de los sentidos se sitúa en las antípodas de las epistemologías del Norte y, como tal, se ha visto demonizada, despreciada e incluso suprimida. En el capítulo 9, sigo exponiendo otras cuestiones metodológicas, principalmente las formas de desmonumentalización del conocimiento escrito y la cuestión de cómo concebir el uso contrahegemónico del archivo; en otras palabras, como una sociología de las ausencias y una sociología de las emergencias.

      En el capítulo 10, comienzo el enfoque de las implicaciones pedagógicas de las epistemologías del Sur. Me centro en la pedagogía de la traducción intercultural desarrollada por Mahatma Gandhi y procedo al análisis de las formas a través de las cuales esa pedagogía puede contribuir a reforzar articulaciones transnacionales entre luchas y entre movimientos sociales, construyendo así la globalización contrahegemónica, uno de los principales objetivos de las epistemologías del Sur. En el capítulo 11, destaco dos pedagogías radicales, la pedagogía del oprimido, de Paulo Freire, y la acción-investigación participativa, de Orlando Fals Borda, de cuyos legados son deudoras las epistemologías del Sur. El contexto de nuestro Jetztzeit, nuestro tiempo-ahora histórico, explica, más que cualquier otra cosa, las peculiaridades de las epistemologías del Sur respecto a una herencia tan rica y tan brillante. El capítulo 12 trata de los desafíos y las tareas que implica la descolonización de la universidad occidental u occidentalizada, que fue el jardín de infancia de las epistemologías del Norte y hoy es su residencia de la tercera edad. Al mismo tiempo, se discute el asunto clave de la educación popular y se ponen algunos ejemplos de los caminos que debe seguir la universidad para florecer como pluriversidad y subversidad.

      Algunas lenguas, por ejemplo las latinas, tienen dos palabras diferentes para designar la actividad cognitiva y su producto, saber y conocer, el saber y el conocimiento. En este libro uso los dos términos como si fueran sinónimos y solo opto por uno de ellos según los usos convencionales de la lengua portuguesa. En la Introducción explicaré en detalle el motivo de esta opción.

      La mayoría de las personas a quienes debo este libro no tendrán la oportunidad de leerlo. Son los activistas y líderes de movimientos sociales que comparten conmigo su saber en innumerables ocasiones y en numerosas circunstancias, en las reuniones del Foro Social Mundial, en retiros y seminarios, en marchas y manifestaciones y, más recientemente, en los talleres de la Universidad Popular de los Movimientos Sociales. Este libro se lo debo, sobre todo, a mis amigas y amigos de la favela de Jacarezinho, en Río de Janeiro, donde viví durante unos meses para realizar el trabajo de campo que estructuró mi tesis de doctorado presentada en la Universidad de Yale, y a mis amigos y amigas de Barcouço, un pequeño pueblo situado cerca de mi ciudad, Coímbra, campesinos y campesinas que durante más de una década compartieron el sueño de fundar una cooperativa, la COBAR (Cooperativa de Barcouço).

      En los últimos años he dirigido dos proyectos de investigación internacionales que me han dado la oportunidad de colaborar muy de cerca con un gran número de académicos de muchos países: «Reinventing Social Emancipation: Towards New Manifestos»/«Reinvención de la Emancipación Social: Para Nuevos Manifiestos» (1999-2001), financiado por la Fundación John D. y Catherine T. MacArthur y por la Fundación Gulbenkian; «ALICE — Strange Mirrors, Unsuspected Lessons: Leading Europe to a New Way of Sharing the World Experiences»/«ALICE — Espejos extraños, lecciones imprevistas: definiendo para Europa un nuevo modo de compartir las experiencias del mundo» (2011-2016), financiado por el European Research Council3. Este libro se escribió en el marco de este último proyecto, y refleja la investigación y los debates científicos llevados a cabo en el contexto de ambos proyectos, en especial del más reciente. Quiero expresar mi más sincero agradecimiento a los compañeros y compañeras que han compartido conmigo la coordinación científica del proyecto ALICE (por orden alfabético de los nombres propios): Bruno Sena Martins, João Arriscado Nunes, José Manuel Mendes, Maria Paula Meneses, Sara Araújo y Teresa Cunha. Aunque todos han tenido un papel activo en la preparación de uno o más de los capítulos de este libro, debo un agradecimiento especial a Maria Paula Meneses, cuyo apoyo a la investigación fue más diversificado y exigió más tiempo. Asimismo, me gustaría dar las gracias a todo el equipo de investigación (también por orden alfabético del nombre propio): Alice Cruz, Aline Mendonça, Antoni Aguiló, Cristiano Gianolla, Élida Lauris, Eva Chueca, Francisco Freitas, José Luís Exeni Rodríguez, Julia Suárez-Krabbe, Luciane Lucas dos Santos, Mara Bicas, Maurício Hashizume, Orlando Aragón Andrade, Raúl Llasag Fernández y Tshepo Madlingozi. Un proyecto de investigación de esta magnitud no se habría podido llevar a cabo sin la dedicada y competente colaboración de dos colaboradoras, Rita Kacia Oliveira, secretaria ejecutiva, e Inês Elias, asistente de investigación.

      Como en todos mis libros anteriores, he tenido la oportunidad de discutir con Maria Irene Ramalho todos los temas principales de esta obra y ha sido ella quien ha traducido al inglés una buena parte del texto. Pero hay mucho más que eso, durante más de medio siglo me ha ayudado a ser una persona mejor y un académico mejor y a no separar nunca las dos facetas. Nadie logrará expresar de manera adecuada toda mi gratitud hacia ella. También quiero expresar mis agradecimientos más sentidos a mi asistente de investigación, Margarida Gomes, que durante estos años me ha ayudado en la investigación y la preparación de los textos para publicarlos con una insuperable competencia. Mi asistente de investigación, Mateo Martínez Abarca, me ayudó en mis investigaciones sobre sumak kawsay. Asimismo, quiero dar las gracias especialmente a tres compañeros: a Gustavo Esteva, por haberme transmitido el pleno significado de la Comuna de Oaxaca; a Miguel Teubal, por ayudarme a descubrir la riqueza metodológica de la obra de una querida amiga y compañera, entretanto fallecida, Norma Giarraca; y a Mário Chagas, por la ayuda en la investigación sobre el Museo de Maré, un archivo insurgente. Como siempre, en la versión inglesa de este libro he podido contar con el excelente trabajo de revisión de texto de Mark Streeter, mientras que mi querido colega Antoni Aguiló hizo lo propio con la versión española, que ha tenido presente el texto en portugués. Y, finalmente, pero no por ello de manera menos especial, se merece un agradecimiento más que merecido mi secretaria, amiga y colaboradora, Lassalete Simões, que durante años de intenso trabajo ha supervisado todas mis actividades profesionales y muchas otras.

      El Centro de Estudios Sociales (CES), el centro de investigación en ciencias sociales de la Universidad de Coímbra, siempre ha sido mi casa. Sería imposible dar las gracias individualmente a todos mis compañeros y a todos los empleados y empleadas. En el CES somos una comunidad que se distingue por una excepcional combinación de competencia profesional y entusiasmo. Sin embargo, es mi deber dar especialmente las gracias al director ejecutivo del CES, João Paulo Dias, a la bibliotecaria Maria José Carvalho y al bibliotecario Acácio Machado, así como al coordinador de informática Pedro Abreu, todos ellos queridísimos amigos y a la vez poseedores de una gran profesionalidad y de un empeño entusiástico, la más valiosa de las combinaciones que se puede encontrar actualmente en un centro de investigación.

      En un mundo en el que el número de personas sintecho crece más que nunca, tengo la impresión y la gran suerte de tener dos casas. Mi segunda casa en los últimos treinta y cinco años ha sido la Facultad de Derecho de la Universidad de Wisconsin-Madison. Mis agradecimientos más sinceros a su directora, Margaret Raymond, a mis compañeros y compañeras, que son demasiados para citarlos individualmente. Quiero dar las gracias en especial a dos funcionarios, Jay Tucker, bibliotecario, cuya disponibilidad es insuperable y cuyo amor por los libros rivaliza con el mío; y Darryl Berney, el especialista informático, siempre dispuesto a facilitar mi relación algo incómoda con los ordenadores. Dos revisores anónimos del manuscrito de la versión inglesa de este libro me hicieron comentarios


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