La buena voluntad. Ingmar BergmanЧитать онлайн книгу.
encristalada de Flustret; es una noche serena, la gente se ha echado a la calle en este templado crepúsculo de comienzos de verano. Solo unos cuantos profesores universitarios empollan en el interior del restaurante velando en amarga soledad sus whiskies con soda. Una camarera esbelta y muy guapa se acerca a la mesa a preguntar qué desean. Saluda con familiaridad, haciendo una pequeña reverencia.
frida: Buenas noches, señor ingeniero, buenas noches, señor aspirante; ¿qué puedo ofrecerles hoy?
carl: La señorita Frida puede traernos media botella del licor de costumbre y unos cigarros puros.
frida: Voy a avisar a la chica.
Saluda y da media vuelta. Carl la sigue con la mirada azul detrás de los anteojos.
carl: Parece conocer usted a la señorita Frida.
henrik: No… Bueno, quizá. Mi grupo de comedor y yo venimos aquí a veces, cuando tenemos dinero. Pero no, no la conozco.
carl (con ojos penetrantes): El color se le sube a las mejillas al pastor, ¿se avecina una negación? ¿Oiremos cantar al gallo?
henrik: Solo sé que se llama Frida y que es de la provincia de Ångermanland. (Cobra nuevos bríos). Guapa chica.
carl: Guapa, muy guapa. Reputación dudosa, ¿no? ¿Qué opinión le merece a usted? Se dice que los estudios de Teología proporcionan buena vista para las debilidades humanas. ¿O debo decir olfato?
Llega la cigarrera con su bandeja y los señores se proveen de habanos. Carl paga y da una buena propina. La chica corta las puntas de los puros y les da fuego. Echando bocanadas de humo, se recuestan en sus asientos.
carl: Bueno, señor Bergman, ¿qué tal lo ha pasado esta tarde?
henrik: ¿A qué se refiere, señor Åkerblom?
carl: Qué le hemos parecido, para ser breve.
henrik: Es la primera vez en mi vida que estoy en una cena con cuatro platos y tres vinos diferentes. Era como un teatro. Yo estaba allí en medio de la representación y se esperaba que actuase como los demás, pero no me sabía el papel.
carl: ¡Muy bien formulado!
henrik: Todo era atrayente y, a la vez, repulsivo. O mejor dicho, inalcanzable, no es mi intención criticar.
carl: ¿Inalcanzable?
henrik: Si yo desease penetrar en ese mundo de ustedes y aspirase a jugar un papel en su representación, sería, de todas maneras, algo imposible.
Llega Frida con el licor en un enfriador y dos vasitos levemente empañados. Carl contempla a Henrik con discreta atención. Henrik no se atreve a enfrentar la mirada de Frida. ¿Y si se le ocurre darme un beso en la boca o ponerme la mano en la nuca? ¿Qué pasaría? La verdad es que ella, por su parte, también resulta impenetrable. ¿Tal vez es eso, por todas partes? ¿Excluido?, piensa Henrik con amarga voluptuosidad. ¿Excluido?.
carl: Es Karin Calwagen, mi madrastra, la que protagoniza nuestro insignificante drama familiar. Mammchen tiene un notable carácter, bastante más fuerte que las circunstancias que la rodean. Es una persona ávida de poder que nos gobierna con puño de hierro. Hay quien dice que ha sido una bendición para nosotros, otros afirman que es una lagarta redomada. Si a alguien se le ocurriera la idea de preguntarme a mí, diría que su intención es buena, pero los hechos son malos, como dice… Sí, me parece que es san Pablo. Lo que quiere es que la familia esté unida, yo no sé para qué sirve eso. Si algo no casa con su modelo, entonces corta, amputa, deforma. Eso lo sabe hacer bien la encantadora y querida señora.
Carl alza su vaso hacia Henrik, que contesta a su brindis; ambos se miran con simpatía.
carl: Me atrevo a proponer un brindis de fraternidad. Me llamo Carl Eberhard, 1899. Gracias.
henrik: Erik Henrik Fredrik, 1906. Gracias.
Cumplido el ritual de apear el tratamiento, los recién hermanados amigos guardan meticulosamente el silencio que suele seguir a un hecho tan significativo.
carl: Yo, en realidad, soy inventor y tengo algunos inventos de poca entidad registrados en el Registro de Patentes. A ojos de la familia soy un fracasado, la oveja negra. He estado en el manicomio unas cuantas veces. No creo que esté más loco que otros, pero me consideran algo incoherente. Nuestra familia ha producido tanta maldita normalidad que ha dejado un poso de locura y lo he recogido yo. Además, hace unos años tuve problemas con la justicia, y es que imito la letra de la gente con mucha facilidad. Hacerse cura supone tener fe en algún dios, ¿no es esa la premisa fundamental?
henrik: Sí que lo es.
carl: ¿Cómo coño puede creer en Dios un joven de hoy? Perdona la intencionada falta de tacto de mis palabras.
henrik: … Es difícil de explicar, así de pronto.
carl: … ¿Una voz interior? ¿La sensación de estar en manos de alguien? ¿De no sentirse excluido? ¿Como un aliento cálido en la cara? ¿Como ser un pequeño latido en una inabarcable circulación sanguínea? ¿Un latido no insignificante pese a lo grandioso del sistema venoso? ¿Sentido, modelos, instantes de gracia? No, no lo digo con ironía, es que mi garganta no se cansa nunca de producir eructos sarcásticos. Estoy hablando muy en serio, mi joven amigo.
henrik: ¿Por qué preguntas, si lo sabes?
carl: Yo creo que un hombre que ha nacido ciego, puede muy bien figurarse cómo es el color rojo, el azul y el amarillo.
henrik: Yo soy una persona llena de dudas. Tal vez se me figura que la sotana va a ser un buen corsé. Me hago sacerdote para salvarme a mí, no para salvar a la humanidad.
Vuelve Frida con la nota, que deja en la mesa, al lado de Carl. Mira a Henrik por el rabillo del ojo.
frida: Disculpen que les traiga la cuenta, pero como quizás hayan visto los señores en el letrero de la antesala, esta noche vamos a cerrar más temprano. Mañana tenemos la comida del Consejo Académico y tenemos que preparar las mesas en todo el local.
carl: ¿Así que la señorita Frida está…
frida: … ocupada esta noche? (Risas). Y bien ocupada.
Mientras Carl paga la cuenta y se guarda la cartera con gestos ampulosos, Frida se inclina detrás de Henrik y le da un pellizco en la oreja. La cosa sucede con rapidez y pasa desapercibida. La muchacha huele a sudor y a agua de rosas.
Poco después, Carl Åkerblom y Henrik Bergman están apoyados en la barandilla del estanque de los Cisnes. Contemplan al cisne negro, que se desliza como en sueños por el espejo negro del agua. Ha empezado a caer una lluvia ligera.
henrik (después de un largo silencio): ¿Y tu hermanastra Anna?
carl: ¿Anna? Pronto cumplirá veinte años. Ya la viste.
henrik: Sí. (Afirma). Sí, claro.
carl: Estudia en la Escuela de Enfermeras de la clínica Sophia. Mammchen dice que las chicas tienen que estudiar. Que tienen que ser independientes y esas cosas. Mammchen cree que lo cree. Ella, en cambio, dejó sus estudios de maestra para casarse.
henrik: Tu hermana es muy…
carl: … atractiva. Sí, sí… Hemos tenido muchos pretendientes en casa, pero nuestro señor padre los ha espantado con sus terribles aunque muy sofisticados celos, y nuestra señora madre los ha espantado todavía más con la poco alentadora perspectiva de tener a Karin Åkerblom por suegra. Por el momento nos frecuenta el joven genio Torsten Bohlin. A él no hay nada que le haga mella, y parece que lo toleran sorprendentemente bien. Pero es que también es un hombre con futuro. Está claro que llegará a ser ministro o arzobispo. A Anna parece divertirle bastante que le haga la corte. Aunque mi teoría es que el destino de Anna se escribe en otro libro.
henrik: ¿Ves? Ahora sale el otro cisne negro del nido. Es tan agradable esta lluvia.
carl: Después de la sequía, claro. El destino de Anna será probablemente enamorarse de un loco o de un perverso asesino o de una nulidad,